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Amor por Contrato...

Amor por Contrato...

Status: En proceso
Genre:Matrimonio contratado / Maltrato Emocional / Embarazo no planeado / Traiciones y engaños / Matrimonio arreglado / Romance oscuro
Popularitas:2.9k
Nilai: 5
nombre de autor: Tania Uribe

Casada por dos años con un hombre que pensaba que la amaba, pero luego este le fue infiel y decidida se divorció, se fue del país y comenzó otra vida lejos de ese mal recuerdo.

Sin imaginar que se encontraría con un problema...

Viviendo en otro país, lo primero que hizo fue ir a un bar, tomar quién sabe cuantos tragos de tequila y un par de margaritas, termina teniendo una aventura de una noche y luego se fue sin decir una sola palabra.

Después de ello su familia busca casarla, pero antes la hacen firmar a ella y futuro esposo un contrato el cual establece que sí alguno de los dos era infiel, el divorcio sería inmediato y además de tener que pagar una indemnización que era el equivalente al valor de ambas empresas familiares.

Firmaron. Ella trataba de olvidar aquella aventura, mientras que él buscaba con desesperación hacerle saber a ella que él era el hombre al que le había dado el mejor sexo de su vida y que su aventura no es un error, si no un perfecto error.

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Capítulo 5

SOFÍA

Hubo un silencio incómodo entre los dos, estando en el mismo sitio. No lograba comprender por qué, por qué me había defendido y sobre todo... por qué me consideraba su mujer, pese a que traía puesto el anillo... aun así me sentía abrumada y confundida.

Mientras que él miraba por la ventana del auto las luces de la ciudad por la noche, aquel silencio aún me era incómodo, pero el mirar la tranquilidad de la ciudad sentía que todo valía la pena. Suspiré mirando la ventana y entonces aquel silencio fue roto por él.

—¿Qué quería él?—Preguntó refiriéndose a mi exmarido. Desvié la mirada hacia él.

—Quería dinero y me negué—. Le respondí apenas pudiendo mantener la compostura ante su interrogatorio, porque en verdad no quería hablar de eso.

—¿Te maltrataba?—Preguntó preocupado. Negué con la cabeza.

—No, no me maltrataba. Al principio…. Todo era perfecto, demasiado perfecto, nos llevábamos bien, nos reíamos y éramos felices. A veces teníamos discusiones, pero nada grave. Sin embargo, una noche volví a casa y al llegar oí risas y gemidos, provenían de mi habitación y ahí lo encontré... teniendo sexo con quien pensé que era mi amiga, patético, ¿no?—Dijo nada y siguió escuchándome.—Luego, enloquecí los corrí a los dos dejándolos sin ropa y sin nada, tiré sus teléfonos al escusado y sus ropas las tiré a la basura, y recuerdo que a la mañana siguiente el camión de basura se llevó todo y ellos estaban desesperados por recuperar sus ropas, eso me hizo sentir algo mejor y después de eso me divorcié, me fui de todo lo que conocía y después viene aquí, lo primero que hice al llegar fue emborracharme y tener sexo con un desconocido, o sea contigo—. No dijo nada, aunque realmente no había que decir o que se pudiera decir.

—Eres una mujer admirable, —Me sorprendió.—otra hubiese llorado y se culparía por todo, pero tú no. Seguiste adelante e hiciste lo que debías hacer, sinceramente eres la primera mujer que conozco que no se deja pisotear por nada ni por nadie—Me reí—. No es broma Sofía... es verdad.

—Bueno, gracias. Aunque... luego de haber tirado la ropa de ambos, hice otra cosa—Confesé conteniendo mis deseos de reírme.

—¿Qué cosa hiciste Sofía Van Vanselow?—Respiré profundo y lo dije.

—Solo diré que cuando eché a mi exmarido y amante del departamento, su casero que es amigo mío... cambió la contraseña y cerradura del departamento de ella y, por lo tanto, al vivir en el edificio de enfrente fue bastante sencillo hacer eso. Los dejé a esos dos a su suerte y luego los detuvo la policía, entonces me llamaron para aclarar el asunto, los dos dijeron que me conocían y yo negué rotundamente que los conocía y eso fue peor para ellos.

Los llevaron detenidos y cuando volvieron al departamento de ella, se dieron cuenta del cambio de contraseña. Mi amigo me llamó y entre risas me dijo que sí les decía la verdad y bueno... lo hizo sin verme yo involucrada.

Al día siguiente... solicité el divorcio, busqué un agente de bienes raíces, Sebastián volvió hecho una furia cuando supo que había puesto el departamento en venta y luego de su drama aceptó que se vendiera el departamento, se le dio su parte el día que se firmó el divorcio, porque así él lo exigió y acepté para terminar con ello.

Y ahora viene a pedirme dinero... que patético...—Dije cruzando los brazos, pensando en qué carajos se había metido con Susana, pero conociendo a Sebastián sabía que no era nada bueno.

Entonces sentí que me dejaron caer un iPad y al ver lo que decía, ahora todo me hacía sentido.

—Tu exmarido, ha pedido mucho dinero prestado luego de que despilfarro el que le dieron en el divorcio, además mira eso...—Miré hacia donde estaba apuntando con su dedo anular y me sorprendió.—Así es, querida... tu exmarido se ha metido en un gran problema y ahora le debe a un peligroso prestamista, y por si fuera poco... embarazó a su amante—. Le di el iPad ignorando lo último, dado que eso poco me importaba.

—No me sorprende, Sebastián siempre fue malo administrando el dinero y yo siempre me había encargado de eso, pero ahora entiendo por qué está tan desesperado, lo amenazaron con matarlo o Susana amenaza con demandarlo por dinero para su hijo, pero conociendo a Susana dudo que quiera a su hijo realmente a ella siempre le ha gustado el sexo, no ser Madre ni esposa de ninguna forma.

Así que dudo que ella conserve al bebé o sí es que aún lo conserva, porque dudo mucho que tolere ver cómo algo que la mayoría ve como una bendición, Susana lo ve como una abominación y un error que no debería ser—. En ese momento sentí que me tomó la mano, lo cual no me molestaba en absoluto, por muy raro que fuera.

—¿Qué quieres hacer?—Era una buena pregunta, pero en ese momento solo deseaba ver a Sebastián tras las rejas por el resto de su patética vida.

—Lo primero sería averiguar sí Susana está embarazada y sí realmente quiere a ese bebé o sí es que ya encargó de abortarlo—. Dmitri suspiró pesadamente y dijo:

—De hecho estás en lo correcto. Ella abortó hace unas semanas, creo que solo finge para tener atado a Sebastián por algún motivo. ¿Sebastián tiene algún seguro de vida o algo que valga dinero?—Me quedé pensando en ello y luego de unos minutos no pensé en nada que fuera útil, pero luego recordé que Sebastián tenía algo.

–De hecho... cuando conocí a Sebastián él tenía un anillo precioso en oro blanco que era de su abuelo, dijo que era su único recuerdo de él y que por nada del mundo lo iba a vender. Sinceramente, no lo sé, pero sí estoy segura de que Sebastián no vendería ese anillo, lo sé.

—¿Cuánto vale el anillo?—Me preguntó Dmitri muy serio.

—Alrededor de diez mil euros, es un anillo antiguo cuando lo vi no lo creía por lo desgastado que estaba. Pero es cierto, y Sebastián nunca se separaba de ese anillo, lo trae siempre con él, pero no a la vista—. Dmitri suspiró mirando por la ventana y ya no dijimos nada sobre el tema.

Llegamos al complejo de departamentos en el que vivía que era un edificio de doce pisos con elevador, el edificio se veía algo viejo, pero me gustaba por la tranquilidad que había dado que los vecinos eran muy callados y reservados.

Estaba por bajar del auto cuando Dmitri me atrajo hacia él y dijo:

—Tu exmarido te está esperando afuera...—Miré de reojo y ahí estaba. El maldito había salido libre, ese infeliz siempre tenía forma de librarse de los problemas.—No te muevas, quédate quieta—. Me quedé quieta unos segundos y luego de eso Sebastián se fue. Respiré aliviada.

—Qué alivio—. Dije separándome de él.—Me voy, gracias—. Sonreí y estaba por abrir la puerta y entonces él me tomó de la muñeca y me atrajo hacia él, nos miramos mutuamente, un hormigueo extraño se hizo presente recorriendo como electricidad por todo mi cuerpo, una sensación que me era difícil de ignorar.

Por lo visto él también sentía ese mismo hormigueo incesante, con el más mínimo roce de ambos. Podía percibir el aroma de su colonia, era un olor penetrante, pero a la vez refrescante.

Me fascinaba ese aroma tan refrescante y perfecto. Él me miró y con su pulgar derecho acarició mi mejilla, me miraba con anhelo, un deseo que no sabía cómo describir con palabras. Pero la atracción entre ambos era muy fuerte, entonces sin esperarlo me besó, sus labios eran tan suaves y perfectos al besar, todo pensamiento racional había sido dejado atrás.

En lo único que pensaba, al menos yo, era en seguir saboreando y explorando sus besos, caricias que me hacían desear más y más, entonces su mano llegó hasta mis senos los cuales tocó sin reparo alguno, los masajeaba por encima de la tela de mi blusa blanca, jadee sin pensarlo, rompió el beso, él sonrió sin la más mínima vergüenza.

—Vaya... son tan firmes y perfectas, tal y como las recordaba—. Dijo aún sonriendo.—Me pregunto... sí aún serán tan sensibles como la primera vez—. En ese momento el teléfono de ambos sonó, nos separamos y contestamos los teléfonos.

Nos miramos mutuamente y entonces alejé el teléfono y dije en voz baja:

—Mi Padre se enteró, ¿qué hay de ti?—Pregunté aún escuchando a mi Padre quejarse de Sebastián.

—No, solo mi abuelo se enteró. Y terminemos con estas absurdas llamadas, que quiero saborear todo tu cuerpo y no aceptaré un no como respuesta—. Lo ignoré.

—No, no papá. Estoy bien, no pasó a mayores gracias a Dmitri. Mira después te hablo, estoy yendo a casa y no, no estoy sola. Dmitri está conmigo—Gran error de mi parte.—¿Cómo?—Dije al oírlo decir que me fuera con Dmitri para estar a salvo de Sebastián.—No hace falta, por dios... Está bien, está bien, iré por ropa y me iré con Dmitri. Te quiero, adiós—. Colgué el teléfono y Dmitri hizo lo mismo.

—Vendrás conmigo, y no aceptaré un 'no', es por tu seguridad—. Asentí sin opción alguna.

—Voy por mi ropa, y algunas cosas—. Quise bajar del auto, pero él no me dejó ir sola.

—No irás sola, iré contigo—. Acepté y fuimos a mi departamento por mi ropa, realmente no quería irme, pero luego de lo sucedido con Sebastián estaba más que segura de que la prensa iba a estar encantada de crear un caos a mi departamento con preguntas que desde hace tiempo que había ignorado responder.

Terminaba de hacer mi maleta cuando oímos un ruido que provenía de afuera. Dmitri me hizo quedarme en la habitación, cerré la puerta rezando porque no fuera nada malo. Entonces oí la voz de Sebastián, el muy maldito no iba a parar hasta que le diera el dinero, pero no le iba a dar nada. Oí un golpe muy fuerte y cosas cayendo al suelo.

—¡¿Qué coños te pasa?!—Gritó enojado e indignado Sebastián.

—Aléjate de mi MUJER, ¡¡Ella es MÍA!!—Exclamó Dmitri lo cual me había dejado sorprendida.

—Ella jamás será tuya, porque sigue siendo mi esposa, así es nunca firmé el divorcio simplemente le hice creer que lo había firmado...—En ese momento sentí unas ganas de gritar, de llorar y un asco que nunca antes había experimentado.

Salí corriendo al baño y vomité sin más, me dio tanto asco saber que aún seguía casada, pero antes de poder pensar en otra cosa, la puerta de la habitación se abrió y allí estaba Dmitri mirándome muy serio y molesto, no conmigo sino con Sebastián.

Entonces se acercó a mí y me tomó del rostro con ambas manos, me dio un beso en la frente y me abrazó. Me quedé paralizada, no sabía qué hacer, así que simplemente puse mis manos sobre su espalda dándole palmadas suaves en ella, me abrazó con firmeza, no tenía intención de soltarme.

—Sí lo que dijo es cierto, entonces haré que firme ese maldito documento, aunque eso implique hacer cosas que deseo no volver hacer. Pero por ti... lo haré—. Juró seguro de sí mismo.

No supe qué decir, pero eso me hizo sentir segura, pero a la vez abrumada por el tono en que lo había dicho. Solo rogaba porque fuera una mentira lo que dijo Sebastián, esperaba que así fuera.

Sin embargo... algo me decía que era solo cuestión de tiempo para que la verdad fuera descubierta.

Salimos de la habitación y vi muchas cosas tiradas en el suelo; sin embargo, eran cosas sin mucho valor. Dmitri me miró algo apenado y dijo:

—Lo siento, me enojé y...—Puse mi mano en gesto de que parara.

—No te preocupes, sé que Sebastián es muy dolor de cabeza y, por lo tanto, no tienes que pedir perdón. Vámonos de aquí—. Dije deseando ya no recordar más lo que dijo Sebastián, de solo pensarlo mis deseos de vomitar eran aún mayores.

Subimos al auto y nos fuimos, el trayecto hasta la casa de Dmitri fue tan silencio así como de incómodo, ninguno dijo nada, pero eso no evitó que sintiera vergüenza por lo ocurrido.

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Celina Saucedo
Que voy y que arreglen el problema y no le den gusto al hermano
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