Corazón De Hielo.

Pero él no dijo nada, continuó muy tranquilamente con su almuerzo.

Por alguna razón, ese día se sintió muy cómodo al lado de ella. Quizás fue la buena vibra de ambos.

Una hora después, cuando Dante volvió al edificio, Rosalba lo esperaba con el almuerzo. Rara vez el joven salía; siempre ponía el trabajo por encima de todo.

—¡Olvidé avisar que almorcé con mi esposa! —dijo Dante con sutileza. Aquel día parecía de buen humor.

Pero Rosalba era todo lo contrario; su mirada cambió al escuchar que él ya había almorzado.

—Pero usted no ha salido… Puede comérselo, así no hay que tirarlo —insistió.

Dante ni siquiera la miró; abrió su computadora sin decir palabra.

—Si le ofrece algo, solamente me avisas —agregó con indiferencia.

Rosalba salió muy enojada… y se llevó la bandeja para comérsela ella, aunque quién sabe que le sepa bien, al parecer se le ruego la bilis.

Por otro lado, Diana se colocó una bata blanca sobre su vestido y sonrió al decir:

—Ahora no volveré a manchar mi ropa.

Luego preparó una paleta de colores y se sentó frente a la ventana. La iluminación ahí era perfecta. Comenzó a mover el pincel, al mismo tiempo que los pensamientos la invadían.

Tiene una linda sonrisa… pero claro, choca con su carácter. Si fuera así todo el tiempo…

De pronto sacudió la cabeza.

¿Qué disparates dices, Diana?

“Diana, recuerda: ese hombre manejaba el auto que embistió el de Cristóbal. Dante mató a dos personas. Una de ellas era mi hijo…”

Una lágrima recorrió su mejilla.

—Dios… esto es muy duro para mí —susurró.

Él estuvo en prisión durante un año. Y Cristóbal… en una silla de ruedas.

En ese instante, su cuerpo tembló y un frío recorrió su espalda.

“Es karma…”

—¡Dios mío, eso no…!

Recordó cómo había tenido encerrado a Cristóbal, cómo lo hizo sufrir día tras día...

“Cristóbal merecía eso y más. Mi niño no merecía morir… ¿Entonces dónde está mi karma? ¿Por qué yo tengo que seguir sufriendo?”

“¿Será que…?”

Diana permaneció en silencio unos segundos. Luego se levantó, se quitó la bata y terminó tumbada en la cama, llorando desconsoladamente.

“Dante no puede ser amigo de Cristóbal. ¡Eso no puede ser verdad!”

Su conclusión era errónea. Dante nunca se ha cruzado con Cristóbal.

Pero en su soledad, con la mente enfocada en Dante, las ideas le jugaban en contra.

Por otro lado, Camilo llegó a su pequeña habitación y dijo con emoción:

—Madre, encontré a la persona que quiere invertir en nuestro proyecto. Me buscó para decirme que hará lo necesario para que arranquemos nuevamente. ¡Mamá, vamos a resurgir de las cenizas!

De los Balmaseda, Camilo es el más ingenuo e inocente.

Y la persona que lo buscó fue Alejandro Linares, aunque nunca reveló su apellido.

Poco a poco, los enemigos de Dante y de Diana se están reuniendo.

Dios los crea… y el diablo los junta.

Pero esta alianza no es casual: todo nace de la investigación que Alejandro realizó. Evidentemente, no está dispuesto a perder frente a Dante.

Hará lo que sea necesario para recuperar lo que ha perdido.

Y si para lograrlo tiene que invertir en un negocio que Diana llevó a la ruina, lo hará, con tal de ver a su sobrino caer.

Esa noche, cuando Dante volvió a casa, le informaron que Diana se había encerrado y no salió en toda la tarde.

Subió con el ceño fruncido. Al abrir la puerta, notó que el retrato seguía intacto. no tenía ningún cambio.

“Fastidió tanto con las pinturas… y no hizo nada.”

Escuchó ruidos en el baño y esperó a que ella saliera.

Cuando la vio, se percató de que tenía los ojos abultados. A pesar de haberse lavado la cara, no pudo disimular que había estado llorando.

—Diana…

Dante percibió su disgusto, quizá por la mirada que ella le lanzó.

—¡Eres un patán! —dijo ella con voz tosca.

—Diana, ¿estás enojada? ¿Hice algo que te molestó? A decir verdad, él no esperaba ese recibimiento.

—¿Cómo puedes mirarme a la cara, Dante? Declaraste que era tu enemiga… y a mí sinceramente me valió.

—¡Diana! ¿Entonces por qué estás así? Si ya te dije todo…

—¿Todo? ¿Estás seguro de eso? ¡Eres amigo de Cristóbal! Por eso estás haciendo esto… por eso me encierras todo el día.

—Diana, por favor, cálmate —pidió el joven.

Pero ella lo empujó y continuó:

—¡Eres igual o peor que Cristóbal! Los dos son tal para cual.

“Cristóbal…”

Dante creyó haber escuchado ese nombre en el juicio, pero no recordaba exactamente.

En aquel entonces, todavía no se encontraba bien de sus heridas; de hecho, terminó su recuperación en prisión.

—¡Diana! —gritó Dante con fuerza, su voz retumbó en la habitación.

Ella lo estaba juzgando por algo que ni él mismo sabía. Así sucedió en el juicio: lo señalaron… y pagó un año de cárcel.

—Escúchame bien. No sé quién sea ese maldito que, al parecer, te hizo tanto daño.

Pero no lo conozco. Y no me gusta que me señales ni me culpes por algo que no he hecho.

—No voy a tolerar tus reproches ni tus berrinches. Creo que he sido muy paciente contigo… me he pasado de buena gente.

En ese instante, se escuchó el golpe de la puerta al cerrarse.

Dante se marchó… y la dejó sola.

Otra brecha. Otro malentendido que los separa.

Ese día, Dante volvió al edificio y se sentó en su escritorio.

Hizo algo que quizás debió haber hecho antes.

Tecleó el nombre de su esposa.

La información sobre Diana apareció poco a poco, y en fragmentos:

"Diana Quintana, una reconocida figura en el ámbito empresarial. A los veinte años logró ser la primera mujer que representa al Grupo Quintana, asumiendo la presidencia por encima de su hermano Lauro."

"Un año después de asumir el cargo, se convirtió en madre."

“Ese es su hijo…”

Dante observó una fotografía de Diana junto al pequeño.

Era muy chico… pensó, mientras continuaba bajando.

Otra nota decía:

"La prestigiosa representante del Grupo Quintana decidió contraer matrimonio con el padre de su hijo: Cristóbal Balmaseda. Tras dos años juntos, finalmente darán el 'sí' en el altar."

La noticia incluía una fotografía de la pequeña familia.

Dante fijó sus ojos en Cristóbal.

—Así que tú eres el desgraciado… Pero… ¿qué fue lo que hiciste? ¿Por qué te guarda tanto rencor?

Siguió buscando. La siguiente nota en aparecer fue la del accidente.

—Esto me pone los pelos de punta…

Pero en ese momento, Dante comprendió algo importante:

Cristóbal había estado en ese accidente.