Irina mata a su esposo, tras enterarse que tiene secuestrada a la hija de su jefe para violarla y golpearla.
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Bebé
Quería estar en sintonía con los demás, pero trabajar en ello me estaba costando más de lo que imaginaba. Mi inconsciente guardaba imágenes brutales, borrosas y desorganizadas. Solo recordaba eventos muy fuera de la versión original. Dejé de escuchar mi propia voz para intentar sobrevivir. Entre mis costillas se acomodó un grito, un dolor haciéndose dueña de mi cuerpo.
—¿Cómo te has sentido en estos días?— me preguntó Adriana Valdez, mi psicóloga.
Después de que Martina salió corriendo del infierno del que le tocó vivenciar, decidí retomar la terapia.
Antes de que me casara con Axel, solía hacer terapia, pero después de casarnos lo dejé. Muchos cables neuronales se volvieron a desenchufar y estaban desatando descontrol en mis pensamientos. Era necesario disfrazar todas las pesadillas que estaba viviendo con algo medianamente normal.
Antes de contestar tomé un vaso de agua, llegar al consultorio me costó más de lo normal; el tránsito de las calles colapsadas, el bocinazo de todas partes y el grito de la gente rompieron mi paciencia, alterando mis sentidos.
—Tuve miedo de tomar un cuchillo y clavárselo en el corazón.— respondí luego de recuperar un poco el aliento.
—¿Qué fue lo que te detuvo?
—El hecho de saber que no volvería a ver su bella sonrisa.
—¿De quién estamos hablando ahora?
—De André.
—¿Y quién es él?
—Mi vecino de a lado.
—¿Por qué quisiste clavarle en el corazón con un cuchillo?
—Porque hace varios días me está ignorando, y eso me duele.
—¿Por qué te duele?, si solo es un vecino.
—Odio que los hombres que me gustan me ignoren.
—¿Por qué crees que te está ignorando?
—Por qué tiene el presentimiento de que a mi lado no está seguro, cree que soy peligrosa y eso le asusta.
—¿Que tipo de relación tuviste con él?
—Cuando llegue al edificio, fue el primero en saludarme. Desde ese día, solo nos saludábamos, hasta que un día me vio acompañada de una amiga. Él se sintió atraído por ella, comenzó a hablarme un poco más porque estaba con ella.
— ¿Y después?
—Mi amiga dejo de venir y él sintió angustia, porque no la vería más.
—¿Te dio celos?
—Si. Porque se fijó en ella, y no en mí.
—¿Lo quieres?
—No, solo quiero sentir su desnudez y sacarme las ganas que le tengo.
—Si él deja que eso pase, y luego se va con otra. ¿Qué harás?
—No lo sé. Si me gusta el encuentro íntimo tal vez quiera repetirlo.
—¿Qué piensas del amor?—me preguntó mostrándome una ecografía de un bebé, y luego la depositó en mis manos.
Esa imagen revolvió mis emociones, mis ojos se cristalizaron y se humedecieron, y las lágrimas comenzaron a salir. Ya era muy tarde para detenerlas, Adriana me dio un pañuelo, intenté parar, pero el dolor me pesaba cada vez más.
No quería hacer ese viaje al pasado, no estaba preparada para hablar de ese día.
—¿Estás bien, Irina?— me preguntó al ver mi comportamiento.
—¡Quiero que dejemos aquí esta cesión!
—Si seguimos retrasando ese viaje no podremos avanzar. Cuéntame que paso ese día.
—Yo estaba acostada en la cama, esperando a mi esposo como todas las noches. De repente, escuché que alguien silenciosamente se acercaba hacia la cama. La luz de la habitación estaba apagada, y al principio no pude ver quién era. Pero la luz de la luna entraba por la ventana y pude ver que mi suegra, con un gran martillo, me golpeaba el vientre, matando a mi hijo que llevaba dentro— sequé mis lágrimas y luego continúe—. El dolor me impidió protegerlo. Quise escapar de ese terror, pero empecé a sentir cómo mi hijo salía de mi cuerpo por mi vagina, hecho pedazos. Su pequeña cabecita tenía los huesos rotos, y sus pequeñas manos estaban llenas de sangre. Lloré, grité, maldiciendo a esa muostrosa mujer.
—¿Cuánto tiempo tenía tu bebé?— preguntó.
—Estaba por nacer en cualquier momento, tenia los nueve meses. Era una joven feliz, pero desde ese día no sé quién soy ni quien quiero ser. Solo quiero encontrar a esa mujer y hacerle pagar por mi dolor.
—¿Y dónde está tu esposo ahora?
—No lo sé. Salió de viaje y no volvió.
Esa era una mentira que le dije a Adriana. Sabía perfectamente dónde estaba el bastardo cerdo de mierda. No podía aún hablar de lo que le había hecho a Martina ni de las cosas que le estaba por hacer.
—¿Después de perder a tu hijo, que hiciste?
—Estaba en el suelo, bañada en sangre, con mi pequeño hijo en mis brazos. Con mis dientes, corté su pequeño ombligo. Creía que aún podía vivir, para mí estaba vivo, pero cargaba un cuerpito ya sin vida. Con una sábana, cubrí a mi hijo y salí corriendo de la habitación. Le dije al chófer que me llevara al hospital. Al ver mi apariencia, se llevó un gran susto y arrancó el auto. Cuando llegué, unos médicos me atendieron y les entregué a mi hijo. Les dije que me lo salvarán, les rogaba a gritos que hicieran algo por él, pero ellos solo me miraban, querían hacerme entender que mi hijo ya no tenía vida. Después de tanta pelea, me pusieron un tranquilizante y me llevaron a un quirófano.
—¿Qué te hicieron en el quirofano?
—Me quitaron los restos de mi hijo que aún habían quedado adentro.
—Volvemos a la pregunta. ¿Qué piensas del amor?
—Que es una conexión.
Ese día salí algo inestable del consultorio, no tenía ganas de volver a la empresa a trabajar. Martina, hasta el día de hoy, no había dado nombres de quién le había secuestrado ni de quien la había salvado. Con miedo, volví a la empresa, no sabía si sería acusada por cómplice o por muchas otras cosas más. Al saber que mi nombre no generaba mucho ruido, intente seguir con mi vida hasta aclarar bien mi situación. Tarde o temprano, las cosas saldrían a la luz, pero por el momento, estaba todo calmado. Así que simplemente tomé el volante y me fui a casa. Mi rostro triste era notorio, estaba envuelta en emociones desconsoladas.
Me puse a llorar en el ascensor. Puse mis manos en mi vientre y dije: " Me quedé con las ganas de conocer tu carita, con ganas de verte crecer pedacito de mi corazón. En otra vida, no te perdí. Te vi nacer, te tuve en mis brazos ahí si pude salvarte mi amor" le dije a mi angelito.
—¿Estás bien?—El verdadero André me preguntó al ver mis ojos con lágrimas cuando las puertas del ascensor se abrieron.
Vi con mucha atención su rostro y me di cuenta de que era más lindo de lo que creía. Por mucho tiempo había dibujado en su rostro la imagen de un esposo adorable. Pensaba que él sería el hombre con quien sueña cada mujer.
Fue horrible ver la realidad de cerca.
—No, no estoy bien.— respondí bajando del ascenso.
—¿Puedo hacer algo para ayudarte?
—¿Dime quien sos?, porque no te recuerdo.
—Soy André, vivo a lado de tu departamento.
—Pensé que eras Axel, perdón si te confundí y te asuste.
—¿Quién es Axel?
—Mi esposo.
—¿Qué pasó con él?
—André, disculpa, pero no quiero hablar de él.
De tanto llorar en el consultorio de mi psicóloga, parte de mi maquillaje se borró, descubriendo parte de mi rostro real, André había visto mi belleza al natural.
"Eres más hermosa sin todo ese maquillaje", pensó.