Jamás imaginé que la pantalla de mi móvil pudiera cambiar mi vida y mucho menos destruirla.
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Advertencias sordas
Había pasado tan sólo un mes desde la última vez que vi a Mariana. Me limitaba a responderle mensajes con un emoji o un “luego te escribo”. No era porque ya no quisiera verla, sino porque Elías se había encargado de sembrarme esa idea de que ella no era una buena influencia para mí, tenía razón pero lo único que hacía era cuidarla cuando ella se pasaba de alcohol, para que no abusaran de ella. Y aunque en el fondo sabía que no era cierto, porque ella jamás me obligó a hacer cosas que yo no quisiera, prefería evitar problemas.
Una tarde de domingo, mientras estaba haciendo mis últimos pendientes de clases, recibí una llamada de Mariana. Dudé en contestar, porque sabía que Elías me llamaría en cualquier momento. Mi dedo se quedó suspendido unos segundos sobre la pantalla hasta que, sin pensarlo demasiado, me deslicé para responder.
—¡Al fin, contestas que estás muy desaparecida! —dijo Mariana, sonriendo, pero con un dejo de reproche en la voz—. ¿Alguien te secuestra o qué onda?
Solté una risa nerviosa.
—Nada, he estado ocupada haciendo tareas de la prepa, ya sabes que los maestros dejan mucha tarea porque las clases son en línea.
—¿Ocupada? Si ni has bajado al centro Isabella. Te lo juro, te extraño mucho.
Sentí un nudo en la garganta. Yo también la extrañaba, más de lo que estaba dispuesta a admitir.
—Perdón, es que… ya sabes cómo es Elías.
Mariana hizo una mueca y suspiró.
—Justo de eso quería hablar contigo, nenita. Mira… no quiero que te enojes ni que pienses que quiero meterte ideas, pero no me gusta cómo te está tratando ese tipo. Tienes que estar siempre en casa porque en cualquier momento te va a llamar y sino contestas se enoja, si te veo en otro lado también, es un inmaduro solo quiere controlarte y tú no lo vez. El está poco a poco te está poniendo cadenas
Me quedé en silencio. Era la primera vez que alguien lo decía en voz alta cadenas. Yo lo había pensado en momentos de soledad, pero siempre encontraba la manera de justificarlo.
—Es que tú no lo conoces —dije al fin—. Él me cuida, es porque me ama.
—¿Amor? Isabella, amor no es aislarte de tus amigos ni decirte cómo vestirte. Amor no es impedirte estudiar ni hacerte sentir mal por querer salir conmigo. Siempre fuimos tú y yo. Y ahora no puedo ni invitarte a un café sin que te sientas culpable. Y también pobre Max le contestas cada vez que quieres por Elías.
Su voz sonaba herida. Me dolía escucharla así, pero una parte de mí seguía defendiéndolo.
—No lo hace por mal —insistí—. Es que… me dice que aquí hay mucha gente mala, aparte estamos en México y es peligroso, que no quiere que me pase nada. Que no confía en Max porque según él, los hombres siempre buscan algo más.
Mariana rodó los ojos.
—Eso es puro cuento, Isabella. Max te ha cuidado más que cualquier otro, han sido amigos desde hace años. Y si de verdad te quisiera, Elías confiaría en ti, no tendría que andar diciéndote con quién sí y con quién no. Ni mucho menos seguir a mujeres en redes que se visten como dice que tú no puedes. Crees que no me di cuenta porque el empezó a seguirme
Me mordí el labio. Claro que lo había notado. Cada día me aparecían sugerencias de las cuentas que él seguía. Cuerpos perfectos en bikini, chicas subiendo videos bailando, mostrando todo lo que él me pedía que yo ocultara.
—Es diferente —susurré, sin convicción.
—¿Diferente cómo? —insistió Maria ¿Por que ellas no son su novia? ¿Ellas jamás andarían con Elías? Pues justo por eso, nenita. Te está midiendo con una vara que ni él usa. ¿Y lo de tus estudios? ¿Qué? ¿También vas a dejar tus sueños por él? ¿Ya no vas a estudiar enfermería? ¿No vas a correr en competencias? ¿No vas a querer entrar al curso de repostería?
Sentí los ojos arder.
—Él dice que algún día me voy a ir a vivir con él, que no vale la pena gastar dinero en eso, que yo solo tengo que ser su mujer.
—¿Y si algún día no funciona? ¿Y si cuando lo conozcas de verdad no es como tú crees? ¿Y si ni siquiera quiere que vayas? ¿Y si está conociendo a otra por allá? ¿Y si te engaña cuando estés con él? Porque siempre te pone pretextos, nenita.
Eso era cierto. Cada vez que mencionaba mi deseo de viajar a Panamá, Elías encontraba una excusa.
“No es buen momento”, “acá no es tan bonito como crees”, “te pueden robar”, "apenas secuestraron a una niña y aun no se sabe de su paradero", "y si te enamoras de alguien más, cuando viajes para acá y te quieras ir con él".
Pero yo me aferraba a pensar que era porque me protegía, porque me amaba demasiado.
—No lo entiendes —dije, sintiendo cómo me dolía defenderlo y al mismo tiempo hacerlo—. No todos los amores son iguales. Elías me cuida a su manera, porque nuestro romance es a distancia y es totalmente diferente a los de aquí.
Mariana negó con la cabeza.
—Te está controlando, nenita. Y lo peor es que ni cuenta te das. Solo quiero que abras los ojos. No voy a dejar de hablarte, ni de estar aquí cuando lo necesites, aunque me sigas ignorando.
Me quedé callada. Un silencio largo, incómodo.
—Gracias —logré decir con la voz quebrada.
—Piensa en lo que te dije —fue lo último que respondió antes de colgar.
Me quedé viendo la pantalla negra. Mi reflejo se veía triste, cansado, confundido. En ese momento quise llorar, pero me obligué a sonreír. Tomé el teléfono y abrí nuestro chat. Le escribí a Elías:
“Te amo. Gracias por cuidarme tanto.”
Porque así había aprendido a sobrevivir: llamando amor a lo que me estaba dejando sola, jamás pensé estar en esta situación estar en una relación pero empezar a sentirme soltera.