Yo antes era una espía y asesina respetada por todos, temida por todos, la más importante y reconocida por todos aquellos que oían mi nombre temblaban del terror y la desesperación que sentían al oír de mí. Creía que lo tenía todo, incluso creía que tenía a mi lado a un hombre que me amaba y respetaba como mujer y compañera de equipo. Desgraciadamente estaba muy equivocada y terminé por ser traicionada por él y por la gente que creía que me era leal, pero ni siquiera eso.
Ese día perdí todo y terminé por ser arrestada, humillada, maltratada, casi violada por uno de los custodios que me llevaba a ser finalmente encarcelada, sin juicio alguno en cual pudiera defenderme; era frustrante dado que yo fui una de las personas que propuso que todo criminal, sin importar su rango no tendría un juicio sino que en cambio iría directamente a "Azgaard" la más cruel y sanguinaria cárcel clandestina que el mismo maldito Hitler autorizó sin haber consultado a sus generales y consejeros.
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Capítulo 23.
MAXWELL
Ver a mi mujer cada mañana al despertar era la mejor sensación de todas. Ella era mía, mi mujer, la madre de mis hijos, mi mundo, mi vida entera. Sus hermosos ojos azules se abrieron mirándome aun somnolienta, sonrió y acercó su mano acariciando mi mejilla. Tomé su mano atrayendo su cuerpo desnudo hacia mí. La abracé y ella correspondió el abrazo.
Podía sentir las patadas de mis hijos que crecían en el vientre de su madre.
—Faltan cuatro meses para que lleguen—. Dijo Sofía tocando su panza con algo de preocupación.
—Lo sé, cuatro meses y ni siquiera hemos sido capaces de lograr que no sigas más en peligro.
Sofía suspiró pesadamente acurrucándose en mis brazos sin romper el abrazo.
—Me pregunto cómo hubiesen sido las cosas si no estuviéramos en medio de una guerra que aún prevalece desde hace tantos años. ¿Crees que nos hubiésemos conocido sin una guerra de por medio?—Me preguntó mi bella prisionera.
—No lo sé, —Fui honesto—pero de ser así te juro que nunca te dejaría ir. Y mucho menos ahora que estás en mis brazos, como tanto había soñado desde el momento en que te conocí— Sofía sonrió.
—Yo tampoco te dejaría ir, aun si no hubiera una guerra de por medio. Jamás te dejaré ir...—Declaró mirándome mientras jugaba con mi cabello con sus dedos—Te amo...
Nuestros labios se juntaron en un profundo beso lleno de promesas y amor, busqué con mi mano su clítoris y pronto lo encontré, metí dos de mis dedos lo cual la hizo gemir en mi boca.
Seguí con mi mano dentro de ella cuando tuvimos que parar. Mi teléfono sonó y me levanté de la cama disgustado y enojado. Lo tomé y contesté.
—¿Qué pasa?—Apenas dije y uno de los Celadores me habló para avisar que una de las reas se había suicidado tras haber tenido sexo con un oficial de alto rango—. Maldita sea, busca a otra y por favor dile que es la última que le mando. Las mujeres no se sacan de una fábrica para que lo sepa—. Colgué y volví a la cama con Sofía.
—¿Pasa algo?—Me preguntó.
—Una de las reas se suicidó tras haber tenido sexo con un oficial de alto rango. Es la cuarta mujer que no tolera el toque de ese cerdo.
—¿Por qué le sigues enviando mujeres?—Dijo ella con indignación.
—No puedo negarme, además es parte de mi trabajo. Lo cual prefiero no hacer, sin embargo, no tengo opción.
—Lo sé, es solo que odio ver cómo tratan a esas pobres mujeres. Por lo menos permite que les den atención médica.
Negué, no podía hacer eso.
—No puedo hacer eso, los recursos del hospital se designaron únicamente para investigación y para realizar abortos a las reas. Darles atención médica es desperdiciar dinero y recursos...
Además de que me sancionarán por incumplimiento. Y caeré bajo investigación militar, eso te pondría a ti y los bebés en una situación aún más complicada, empezando en por qué tengo de amante a una prisionera y también el por qué está embarazada, pero eso poco me importa. Me importas tú y los bebés—Me senté a su lado. Puse mi mano sobre su vientre y puso su mano sobre la mía mirándome con resignación ante la situación.
—Lo entiendo, pero no me parece justo que ni siquiera esas pobres mujeres tengan por lo menos una atención médica justa y digna. Como desearía que esta guerra se terminara ya y para siempre...—Exclamó indignada y a la vez molesta.
—Sofía... son órdenes de los altos mandos y por más que trate de atrasar lo inevitable, no podré hacerlo por mucho tiempo.
Dejamos de hablar del tema y continuamos hablando sobre los posibles nombres para nuestros hijos.
—Sí son ambos varones... ¿Qué tal Adler y Vidar?—Le dije y ella negó rotundamente.—¿Por qué?—Pregunté sin entender nada—Son buenos nombres.
—No me gusta Maxwell...—Declaró—¿Qué tal Mateo y Daven?—Mi mujer tenía mejores ideas que yo, eso era verdad. Acepté y ella sonrió.
—Sí son niñas, ¿qué te parece Anna y Elisa?—Aceptó sin dudar.
—¿Si ambos son niño y niña?—Preguntó como última instancia y posibilidad.—¿Qué tal...? ¿Alexandra y David?
—Me gustan.—Estaba decidido. Nuestros hijos tenían nombres para tres posibles escenarios.
Solo rezaba porque yo estuviera vivo para verlos nacer al menos, antes de enviar a Sofía lejos con los bebés.
