Pia es vendida por sus padres al clan enemigo para salvar sus vidas. Podrá ser felíz en su nuevo hogar?
NovelToon tiene autorización de Giise Flor para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capítulo 12
Leonardo estaba sentado en su despacho, con los codos apoyados en el escritorio de madera oscura y la mirada fija en el vaso de whisky que giraba lentamente entre sus dedos. La habitación estaba en penumbra, iluminada apenas por la lámpara de escritorio y la luz tenue que entraba por las ventanas entornadas. No era común verlo así. Silencioso, ausente, con el ceño fruncido no por la tensión de negocios, sino por algo que él mismo no terminaba de comprender.
Francesco entró sin tocar, como solía hacer. Era el único con esa libertad. Se detuvo frente a la enorme biblioteca empotrada, con las manos en los bolsillos, observando a su primo en silencio.
—¿Desde cuándo tomás a esta hora? —preguntó finalmente.
Leonardo levantó la mirada y sonrió con desgano.
—Desde que tengo pensamientos que no me gustan.
Francesco alzó una ceja y caminó hacia él.
—¿Pensamientos que tienen nombre?
Leonardo no respondió de inmediato. Se llevó el vaso a los labios y bebió un trago corto. Luego se inclinó hacia atrás, dejando el cristal sobre el escritorio, y clavó la mirada en su primo.
—Pia.
Francesco no disimuló la sorpresa. Abrió la boca como si fuera a decir algo, pero la cerró enseguida. Caminó hasta la silla frente al escritorio y se sentó, cruzando las piernas.
—¿Y desde cuándo estás... pensando en ella?
Leonardo se frotó la nuca con fuerza, incómodo.
—Desde que la vi con ese guardaespaldas. Vittorio.
—¿Estás celoso?
Leonardo rió sin humor.
—No. No lo sé. Tal vez sí. Me molesta verla con él. Me molesta verla feliz con él.
—¿Y por qué te molesta eso si vos nunca hiciste nada para que sea feliz con vos?
Leonardo bajó la mirada, apretando los labios. No tenía una respuesta clara. Desde que Pia había llegado a su casa, lo había visto como el enemigo. Y con razón. Había sido cruel con ella. Había ejercido poder solo porque podía. Pero algo dentro de él había empezado a cambiar. Poco a poco. Sin quererlo.
—No puedo sacármela de la cabeza, Francesco —confesó, en voz baja—. Es diferente. No es como las otras. No tiene miedo de mí, me enfrenta. Me desafía. Y eso... me atrae. Pero también me enoja. Me confunde.
Francesco lo miró serio. No se burló. No hizo comentarios. Solo se inclinó hacia adelante.
—Si te importa, entonces cuidala. No la destruyas. Porque si seguís actuando como hasta ahora, vas a perderla. Y no estoy hablando solo del guardaespaldas.
---
Pia caminaba por el pasillo en silencio, descalza, con el corazón latiendo rápido. Se había acostumbrado a moverse como una sombra, a esquivar a los demás, a caminar por donde nadie pudiera verla. Era tarde. La mayoría del personal ya estaba en sus habitaciones. Solo algunos guardias custodiaban las entradas principales. Pero ella sabía por dónde pasar. Lo había aprendido con el tiempo.
Golpeó apenas una vez la puerta del cuarto de Vittorio. Él la abrió enseguida. Ya estaba vestido, como si supiera que ella vendría.
—Pia —susurró, tomándola de la mano para hacerla entrar—. Te estaba esperando.
Cerró la puerta con suavidad tras ella. La habitación era sobria, con muebles simples, la cama tendida y una ventana abierta por donde entraba el aire fresco de la noche. Vittorio tenía el cabello ligeramente desordenado y llevaba una camiseta gris que marcaba su torso atlético. Pia se quedó mirándolo unos segundos, con una mezcla de nervios y deseo que la incomodaba.
—No sabía si venir —confesó ella, apoyándose contra la puerta.
—Pero viniste.
Ella asintió. Caminó lentamente hacia él. Vittorio no se movió, la dejó acercarse. Cuando estuvo a pocos centímetros, Pia le rozó el rostro con los dedos, con una delicadeza que a él le erizó la piel.
—No quiero seguir escondiéndome —dijo ella—. Pero tampoco quiero perder lo poco de libertad que tengo.
—No vas a perder nada —respondió él, acercando su rostro al de ella—. Nadie tiene que saberlo. Es nuestro.
Pia cerró los ojos cuando él la besó. Fue un beso más intenso, más largo, con la urgencia acumulada de los días. Sus cuerpos se buscaron con desesperación. Vittorio la abrazó con fuerza, hundiendo el rostro en su cuello. Ella gimió apenas, dejando caer su peso contra él. Las manos de ambos se encontraron debajo de la camiseta, en los botones del pantalón, en el vaivén de dos personas que se desean con todo el cuerpo.
Pero de pronto, Pia se congeló.
La imagen de Leonardo apareció en su mente sin aviso. Su rostro, sus ojos celestes clavados en los suyos, esa forma de dominarlo todo… y al mismo tiempo, la forma en que la miró días atrás, con una preocupación que parecía real. Recordó lo que le había dicho: “No salgas sola otra vez”. Y el tono en su voz. No había sido una orden. Había sido... casi un ruego.
—No puedo —susurró, apartándose de golpe.
Vittorio se quedó quieto, respirando agitado. La miró, confundido.
—¿Qué pasa?
Pia se alejó un paso más, arreglándose la ropa con manos temblorosas. Evitaba mirarlo.
—Lo siento —dijo—. No sé qué me pasa. Me siento culpable.
—¿Culpable? —Vittorio se acercó, intentando tocarle el brazo, pero ella se apartó suavemente.
—Pensé que quería esto. Pero no estoy segura. No es por vos. Es que... —se interrumpió, apretando los labios—. A veces odio a Leonardo. Pero otras veces… lo entiendo. Y eso me asusta.
Vittorio la miró en silencio, con una tristeza que le tensó la mandíbula.
—¿Estás enamorada de él?
Pia lo miró por fin. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero negó con la cabeza.
—No lo sé. Creo que no. Pero hay algo… que no me deja alejarme.
Vittorio bajó la mirada, dolido, pero asintió.
—Está bien. No voy a presionarte.
Ella se acercó y lo abrazó con fuerza. Él la rodeó con sus brazos, acariciándole el cabello. Estuvieron así un largo rato, en silencio. Después, Pia se separó.
—Me tengo que ir —murmuró.
—Tené cuidado.
Ella asintió y salió de la habitación sin mirar atrás. Caminó por los pasillos oscuros de la mansión sintiendo que algo dentro de ella se quebraba. No sabía qué quería, ni qué sentía. Solo sabía que estaba atrapada entre dos hombres completamente distintos. Uno la protegía. El otro, la confundía.
Y por primera vez, temió enamorarse del hombre equivocado.
Autora te felicito eres una persona elocuente en tus escritos cada frase bien formulada y sutil al narrar estos capitulos