La llegada de la joven institutriz Elaiza al imponente castillo del Marqués del Robledo irrumpe en la severa atmósfera que lo envuelve. Viudo y respetado por su autoridad, el Marqués encuentra en la vitalidad y dulzura de Elaiza un inesperado contraste con su mundo. Será a través de sus tres hijos que Elaiza descubrirá una faceta más tierna del Marqués, mientras un sentimiento inesperado comienza a crecer en ellos. Sin embargo, la creciente atracción del marqués por su institutriz se verá ensombrecida por las barreras del estatus y las convenciones sociales. Para el Marqués, este amor se convierte en una lucha interna entre el deseo y el deber. ¿Podrá el Márquez derribar las murallas que protegen su corazón y atreverse a desafiar las normas que prohíben este amor naciente?
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impresiones y sonrisas forzadas
Mientras el eco de los cascos de los caballos de los cazadores se desvanecía en la distancia, dejando tras de sí un silencio inusual el Palacio Real bullía con una actividad contenida.
En los salones ricamente decorados, damas de la corte, vestidas con sus mejores galas, se congregaban con una mezcla de expectación y cautela ante la presencia de su Reina, Pari, una figura siempre observada con una mezcla de respeto protocolario y un distante escrutinio.
La Reina Pari, con su porte elegante y una sonrisa amable que no alcanzaba del todo sus ojos, conversaba con un grupo de nobles. Su acento extranjero, suave pero inconfundible, resonaba en el ambiente.
Lady Annelise, con su vestido lila de elaborados encajes, se mantenía cerca, esforzándose por mostrar sus impecables modales hacia la soberana, mientras sus ojos observaban con atención las reacciones de las demás damas.
"Espero que el Marqués tenga una cacería fructífera," comentó Lady Annelise con una sonrisa forzada, buscando la aprobación de la Condesa de Belfort, conocida por su influencia en la corte. "Su habilidad como cazador es bien conocida."
La Reina asintió con cortesía. "El Marqués es un hombre capaz en todo lo que emprende. Aunque confieso que mi preocupación principal reside en la seguridad de todos los que se han adentrado en el bosque, en especial los jóvenes." Su mirada se posó brevemente en el jardín donde algunos niños jugaban antes del té.
Mientras la Reina observaba el jardín, notó a Elaiza entre los niños que jugueteaban. La institutriz soportaba la mirada fría de algunos empleados del palacio que se clavaba furtivamente en su uniforme negruzco. Cumpliendo la orden de Lady Annelise, procuraba evitar el salón principal. Su mirada se posó brevemente en Rosalba, quien se encontraba cerca, observando la conversación con sus grandes ojos inquisitivos.
Rosalba, vestida con un pulcro vestido verde, se acercó a Lady Annelise con una admiración evidente en su rostro aún infantil.
"buenos dias" dijo la niña haciendo una reverencia casi perfecta " disculpe lady Anelise, ¿Cree que mi padre cazará un gran oso?"
Annelise le dedicó una sonrisa condescendiente, sin dejar de prestar atención a la conversación con la Reina Pariy el resto de las damas.
"Querida. Tu padre es un hombre muy valiente y hábil, pero un oso es un animal muy grande y peligroso," dijo con una risita suave "preferiría llegue con un zorro, me encantaría tener una estola suave." Después, volteando a ver a la jovencita continuó: "Y tú, Rosalba, estás creciendo para ser una señorita muy educada. Tus modales son impecables." Dirigió una mirada a la Reina, esperando su aprobación.
La Reina Pari asintió lentamente, observando a Rosalba con una sonrisa suave. "Es cierto. La señorita Medina tiene un talento especial con los niños. He notado lo bien que se porta la princesa últimamente, y sus consejos con el pequeño príncipe Jason han sido muy valiosos."
Lady Annelise sonrió, aunque con un ligero matiz de tensión en su expresión.
"Por supuesto, Majestad. La señorita Medina es eficiente en su labor. Sin embargo, creo que una figura como la mía, con mi experiencia en la sociedad, puede complementar su educación, especialmente ahora que Rosalba está a punto de aprender las costumbres de la corte."
La Condesa de Belfort intervino con su tono característico, ligeramente condescendiente. "Sin duda, Lady Annelise. Es importante que los niños del Marqués tengan una guía apropiada para su rango. Una institutriz, por competente que sea, no siempre posee la visión del mundo que una dama de su posición puede ofrecer, al menos no en este reino." Observó por un instante de reojo a la Reina con un aire de suficiencia.
La Reina mantuvo su compostura, aunque su mirada se endureció ligeramente. Sabía que la dinámica en el palacio, durante la ausencia de los hombres, estaría marcada por las interacciones, a veces veladas, entre quienes se sentían en diferentes escalafones de poder.
"Cada persona aporta valor de diferentes maneras, Condesa. La dedicación y la inteligencia no siempre están ligadas al rango social."
En un breve intervalo de la conversación, sus ojos recorrieron el jardín y se detuvieron en la figura discreta de Elaiza. Una leve sonrisa iluminó el rostro de la Reina Pari, y con una excusa cortés, se despidió del grupo de nobles y se dirigió hacia la institutriz.
"Señorita Medina," dijo la Reina Pari con su tono cálido y familiar, deteniéndose frente a Elaiza. "¿Cómo ha estado? Me alegra mucho verla de nuevo en palacio."
Elaiza se detuvo, sorprendida por la atención de la Reina Pari. Hizo una reverencia con respeto, a pesar del incómodo uniforme. "Su Majestad, el viaje ha sido tranquilo, gracias. Es un honor estar de vuelta y verla llena de salud."
La Reina Pari observó el "He estado hablando con Rosalba hace un momento. Es una niña encantadora y muy educada. Se nota su influencia, señorita Medina."
Elaiza sintió un cálido agradecimiento ante las palabras de la Reina Pari. La sinceridad en su voz contrastaba fuertemente con la frialdad de Lady Annelise y las miradas curiosas del personal del palacio.
"Gracias, Su Majestad," respondió Elaiza con una pequeña sonrisa, sus ojos encontrándose con los de la Reina. "Sus palabras significan mucho para mí."
Luego, con una mirada que recorrió el sencillo uniforme, observó el atuendo de Elaiza con una ceja ligeramente alzada, recordando las prendas más elegantes que la institutriz había vestido durante su visita anterior y comentó con suavidad. "He notado... el cambio en su vestimenta este año. ¿Hay alguna razón en particular para ello?" Su tono era suave, pero la pregunta directa
Elaiza le devolvió la sonrisa con dulzura, manteniendo la compostura, dudó por un instante, sopesando cuánto debía revelar. Finalmente, decidió responder con sinceridad, aunque con cautela. . "Sí, Su Majestad, es diferente, este año, llevo un uniforme." respondió con su habitual tranquilidad
" se consideró que este uniforme era más apropiado para mi papel durante nuestra estancia en el palacio, lo cual me parece correcto, Su Majestad." su sonrisa apenas mostraba su molestia, sin embargo no quería dejar en mal sus empleadores.
La Reina Pari asintió con una suave inclinación de cabeza. "Ya veo. A veces, las convenciones... pueden ser limitantes." Hizo una breve pausa antes de añadir con una firmeza suave: "Pero recuerde, señorita Medina, la verdadera valía de una persona reside mucho más allá de las telas que vista. La apariencia puede ser importante en este mundo, señorita, pero la integridad y la bondad del corazón lo son mucho más. No permita que las imposiciones externas disminuyan su espíritu." Hizo una breve pausa, como sopesando sus siguientes palabras. "He observado su interacción con los hijos del Márques. Su paciencia y su afecto son evidentes. Mis propios hijos... bueno, la princesa está en una edad difícil, y el príncipe aún es muy pequeño. Valoro mucho su perspectiva y sus consejos que me ha dado."
Elaiza se sintió halagada por la confianza de la Reina. "Siempre estaré dispuesta a ayudar en lo que necesite, Su Majestad. Los niños son importantes para mí."
La Reina Pari sonrió con una tristeza fugaz en sus ojos. "A veces desearía tener más tiempo para dedicarles, pero las responsabilidades de mi posición... ya lo sabe." Su mirada se dirigió brevemente hacia donde se encontraban las damas de sociedad y vio como las observan detrás de sus abanicos. Volvió a mirar a Elaiza con una determinación renovada. "Por eso valoro tanto a personas como usted, señorita Medina, que les brindan una guía constante y un afecto sincero."
Un silencio cómodo se extendió entre ellas, uniendo a la Reina y a la institutriz en un entendimiento tácito que trascendía las barreras del rango y la nacionalidad.
Finalmente, la Reina Pari suspiró suavemente. "Debo reunirme con algunas damas para discutir los detalles del baile de esta noche. Pero quería agradecerle personalmente su dedicación a los hijos del Marqués... y también... por ser usted misma, señorita Medina."
Con una última sonrisa amable, la Reina se despidió de Elaiza y regreso a dónde algunas damas de sociedad la espersban, dejando a la institutriz con sus pensamientos y el eco reconfortante de sus palabras. Elaiza continuó con su tarea observando de lejos el juego de los niños en específico el de emanuel quien jugaba con un caballo de madera entre las hierbas del jardín. sin embargo la aprobación de la Reina Pari era un bálsamo en medio de la sutil hostilidad que percibía en otros rincones del palacio.
después de un rato Lady Annelise se acercó a Elaiza con una sonrisa que pretendía ser amable.
"Señorita Medina," comenzó Annelise con un tono suave, casi confidencial, "parece que Su Majestad la tiene en alta estima. Es encomiable que haya sabido ganarse su confianza." Hizo una pausa breve, observando la reacción de Elaiza con una mirada que no llegaba a ser cálida pero tampoco de desprecio, más bien de una mezcla entre intriga y envidia apenas disimuladas, sin embargo Elaiza no permitió que aquellas palabras la sacarán de su compostura y solo se limito a asentir. "Sin embargo, debemos recordar nuestras respectivas posiciones aquí en el palacio. Su cercanía con la Reina, aunque beneficiosa para los niños, no altera el hecho de que usted está aquí como su institutriz. Espero que comprenda la delicadeza de esta situación." La sonrisa de Annelise se mantuvo, pero sus ojos transmitían una advertencia sutil.
Elaiza respondió con su habitual compostura, manteniendo la calma. "Por supuesto, Lady Annelise. Soy consciente de mi papel y siempre actuaré de manera apropiada y beneficiosa tanto para los niños como para la familia del Marqués."
Annelise asintió, aparentemente satisfecha con la respuesta. Su tono se volvió ligeramente más práctico. "Ahora, con respecto a los niños. Como estamos en el palacio, debemos tener especial cuidado con su comportamiento y su apariencia. Me gustaría que vigilara de cerca a Emanuel durante el almuerzo. A veces es un poco... descuidado con su comida, y no queremos causar una mala impresión a la servidumbre real." Hizo una breve pausa, como si reconsiderara algo. "Y Rosalba estará jugando en los jardines antes del té. Le agradecería que se asegurara de que no se ensucie demasiado su vestido. Ya sabe lo delicados que son los tejidos y no quiero darle trabajo extra a las doncellas o tener que descontar de su paga algo que podríamos evitar." Su preocupación parecía genuina, aunque también servía para mantener a Elaiza ocupada y fuera de los salones principales dónde las damas podrían fijarse en ella.
Finalmente, Annelise añadió con una ligereza estudiada: "Y ya que tiene un momento libre antes de ocuparse de los niños, quizás podría ayudarme con el regalo de mi habitación, sabe la mucama ha dejado algunos centros de mesa que necesitan ser colocados con un poco más de... gusto. Sé que usted tiene ojo para esas cosas, y así todo estará perfecto para cuando yo regrese a descansar." Aunque la tarea en sí no era degradante, el tono sugería que era una ocupación menor, adecuada para alguien de la posición de Elaiza mientras las damas de la nobleza se dedicaban a actividades más elevadas.
Elaiza asintió con una sonrisa disimulada, con una última sonrisa que no alcanzaba sus ojos, Lady Annelise se despidió de Elaiza, dejándola con sus indicaciones. La institutriz observó cómo se alejaba, comprendiendo perfectamente el sutil juego de poder que se estaba desarrollando en la formalidad del palacio.
La suave luz de la tarde doraba el patio del palacio mientras Elaiza observaba con una sonrisa paciente los intentos de Emanuel por alcanzar a los escurridizos niños de su misma edad, con su energía inagotable, corría con torpeza encantadora, sus pequeñas carcajadas resonando en el aire.
A poca distancia, en el campo de críquet improvisado, Rosalba seguía con atención el lanzamiento de una de las damas, su rostro mostrando una mezcla de concentración y el deseo de impresionar a Lady Annelise, quien jugaba con entusiasmo en el mismo equipo.
De repente, el sonido de cascos de caballos acercándose a un ritmo inusual rompió la placidez de la escena. El grupo de damas detuvo su juego, y los niños dejaron de corretear, volviéndose con curiosidad hacia la entrada del patio.
El teniente Jorge apareció montado en su caballo, pero la figura que sostenía frente a él llamó la atención de todos de inmediato. Lucas, el hijo del Duque, yacía apartemente inerte en sus brazos, su rostro pálido y cubierto de una sangre, su nariz, visiblemente desviada, la mancha obscura que comenzaba a formarse en su ojo, y sus quejidos exagerados crearon una atmósfera de incomodidad e incluso repulsión entre las delicadas invitadas.
"¡Por el cielo! ¿Qué ha ocurrido? Ese muchacho parece... terrible." dijo una dama y se abanicó con más vigor, como si le faltara de pronto el aire para respirar.
Al ayudar a Lucas a desmontar, Jorge lo depositó con cuidado en el suelo, donde el joven comenzó a gemir con teatralidad, llevándose las manos a su rostro. Las damas se abanicaban con nerviosismo, murmurando entre ellas sobre el espectáculo desagradable.
"teniente, ¿qué ha pasado? ¿Ha habido un accidente en la cacería?" dijo una de las mujeres que se acercaban a ver lo ocurrido, su tono denotaba preocupación, pero también curiosidad morbosa.
Lady Annelise, que hasta hacía un momento había estado animando a Rosalba, frunció el ceño con disgusto ante la interrupción.
Detrás de Jorge, el resto de los jóvenes cazadores entraron al patio con una mezcla de alivio y excitación, seguidos por un par de lacayos que mostraban con orgullo un conejo y una hermosa zorra, los frutos modestos de su cacería. La atención, sin embargo, seguía centrada en el lastimero Lucas.
Lady Annelise se acercó con el ceño fruncido, apartando con un gesto a Rosalba, que miraba la escena con los ojos muy abiertos.
Lady Annelise: "Teniente Jorge, ¿qué significa este espectáculo? Este... percance." Su tono era de preocupación, aunque denotaba su clara molestia.
Casi al final de la pequeña comitiva, una figura solitaria y cabizbaja llamó la atención de Elaiza. Tomás, con los hombros encogidos, avanzaba lentamente, sosteniendo algo envuelto en su jubón. Su paso lento y su expresión de culpa contrastaban fuertemente con las expresiones de los demás jóvenes.
Elaiza, que había dejado de observar a Emanuel, se acercó con una expresión de preocupación genuina, aunque manteniendo una distancia prudente.
Elaiza pregunto en voz baja casi un susurro, acercándose a Jorge "Teniente, ¿qué ha sucedido? ¿Están todos bien en la cacería?"
Antes de que Jorge pudiera responder, Lucas, aún gimiendo y con la voz entrecortada, señaló con un dedo tembloroso hacia Tomás, que seguía acercándose lentamente. "¡Fue él! ¡Ese salvaje me atacó!"
Su voz era exageradamente lastimera.
En ese instante, la Reina Pari apareció en el umbral que daba al jardín, su rostro mostrando alarma ante el alboroto. "¿Qué sucede aquí? ¿Por qué tanto alboroto?" Su mirada recorrió la escena, deteniéndose en Lucas y luego en el cabizbajo Tomás.
Jorge, acercándose a la Reina le dijo intentando mantener la calma "Majestad, ha habido un pequeño altercado durante la cacería. Prefiero explicarle los detalles en el interior."
Pero Lucas interrumpió con su voz quejumbrosa "¡No! ¡Que todos sepan lo que hizo! ¡Ese mocoso de Tomás... él me atacó sin provocación!"
La Reina Pari observó a Tomás, que se había detenido a unos metros de distancia, sin levantar la cabeza. Elaiza se acercó lentamente al niño, su preocupación creciendo al ver su angustia.
Elaiza, poniendo una mano suavemente en el hombro de Tomás y bajándose casi a su altura le pregunto "Tomás, ¿qué ha pasado? ¿Estás bien?"
El niño no respondió, manteniendo la mirada fija en el suelo. Elaiza notó el bulto que sostenía con tanto cuidado entre sus brazos. Con suavidad, intentó ver qué ocultaba, y sus ojos se abrieron ligeramente al distinguir un pequeño y tembloroso cachorro de zorro.
La Reina Pari, observando la tensión y la confusión, tomó una decisión. "Creo que será mejor que pasemos al salón contiguo, donde estaremos más cómodos. Teniente Jorge, le agradecería que me explicara lo sucedido allí. Y por favor," añadió, mirando a uno de los lacayos, "envíen a buscar al médico de palacio de inmediato para que examine al joven Lucas."
Con un gesto suave, la Reina indicó a todos que la siguieran en sus actividades, intentando calmar el ambiente cargado de preguntas sin respuesta y la silenciosa angustia de un niño que ocultaba un pequeño secreto.
La escena en el patio, que minutos antes había sido un remanso de juegos y risas, se había transformado en un cuadro de sorpresa, incomodidad y un misterio silencioso que emanaba de la figura de Tomás y el bulto que ocultaba entre sus brazos.