La Experiencia Adquirida

Gael llevaba un par de días dándole vueltas al mismo asunto. Y es que no podía negarse a sí mismo que algo pasaba con él y Daniela. Aún estando consciente de la diferencia de edad, que ahora que lo pensaba no le parecía tanto, catorce años podían ser nada comparado con algunas otras parejas. Estaba también el problema de que Daniela era la hermana menor de su mejor amigo, cómo tomaría su familia el que él siendo un hombre mayor mantuviera una relación con la chica; Liam, su madre y también Daniela, le habían recibido en su casa y dado un lugar en su familia y no es que él no tuviera su propia familia pero el propio Liam había sido testigo de la mala relación que tenía con sus padres, tanto que pronto haría dos años que no los visitaba. 

Gael miró de nuevo a Daniela, la forma en que su piel parecía tener un brillo especial; sus ojos hermosos parecían sonreír cuando ella lo hacía y su cabello caí delicado sobre sus hombros y espalda, meciéndose de manera delicada con sus movimientos, no podía evitar sentirse atraído a ella como si ella fuera un imán y él un débil trozo de algún metal.  

—Excelente elección —sonrió Daniela al tiempo que le rascaba las orejas al cachorro que la señora había elegido para regalar a su hijo —,“duque” es muy cariñoso y muy bien portado. No es así muchacho. 

—Estoy segura que le va a encantar, mi hijo lleva tiempo suplicando tener un perro. Se pondrá loco de la alegría. 

—Así será, cualquier cosa no dude en llamarnos —dijo Daniela haciendo una última caricia al cachorro. 

—Muchas gracias, hasta luego. 

Gael no perdía de vista a Daniela que sonreía mientras veía a la mujer alejarse. Daniela era una chica dulce, tierna e inteligente, siempre la había visto así, como imaginar que tras esa imagen de ternura había una mujer tan apasionada. 

—Lo voy a extrañar —dijo Daniela acercándose a Gael sin percatarse que él llevaba rato mirándola —pero me da gusto que vaya a tener una familia que cuide de él. 

—Creo que él también te va a extrañar, sobre todo tus cuidados y tus mimos. 

—¿Eso crees?

Gael sonrió de lado y sin pensarlo dos veces puso su mano sobre la mejilla de la chica, ella cerró los ojos inclinándose contra ese toque, cuando Gael pudo reaccionar ambos estaban envueltos en un dulce beso, cargado de pasión, de deseo… de amor, así era como él lo sentía. Esa chica siempre lo había llenado de un sentimiento de ternura, de querer protegerla, cuidarla y hasta ese momento en que tenía permitido verla como mujer porque ella misma se lo había pedido, lo llenaba el deseo por poseerla, sus besos, sus caricias, su intimidad, su deseo y también su amor. 

—Dijiste que sin besos en la boca —dijo Daniela separándose un poco para recuperar el aliento. 

—Lo siento Dani—dijo Gael sin soltarla del todo y depositando cortos besos por su cuello —no pude resistirlo más. 

—Tampoco yo —respondió Daniela tomando la iniciativa en un nuevo beso. 

El tiempo parecía haberse detenido para ellos dos que disfrutaban del momento, rompiendo reglas e incluso dejando de lado que estaban trabajando y no solo debían guardar distancia separando lo laboral de lo personal sino que también alguien podría verlos. No fue hasta que un ruido en el interior de la bodega les hizo recordar que no estaban solos. 

—Todo bien por allá, Samuel —gritó Gael separándose de la chica y disimulando su agitación. 

—Si, doctor. Solo se me cayeron unas cajas —respondió un joven en el interior —ya las levantó. 

Gael volvió su vista a Daniela que aún tenía las mejillas rojas y su pecho subía y bajaba con su rápida respiración. 

—¿Ya te dijo Liam de la fiesta de cumpleaños para mi mamá? —preguntó Daniela buscando un tema para desviar la atención y las ganas que tenía de seguir envuelta en los brazos de ese hombre. Era eso o decirle que la llevará a su casa y le hiciera el amor. 

—Claro, me pidió que les ayudará a organizar la casa —respondió Gael con una amplía sonrisa —aunque aún no se que regalarle a tu mamá, ¿me ayudas? 

—Claro, yo también tengo que comprarle un regalo —dijo ella muy sonriente. 

—Entonces, vamos. 

—¡¿Ahorita!? Pero aún faltan dos horas para cerrar. 

—No te preocupes, le diré a los muchachos que cierren ellos solos. 

La sonrisa y la seguridad que le brindaba Gael era algo que le agradaba y la hacía sentir protegida, claro que siendo él el jefe nadie le podría impedir que saliera a la hora que quisiera. 

—Bueno, déjame ir por mis cosas y nos vamos. 

Gael se descubrió por tercera vez en el día, observando a Daniela; su movimiento al caminar, el recuerdo de su cuerpo desnudo debajo suyo y encima también hacía estragos en su propio cuerpo, deseaba estar con ella, además verla feliz sonriendo por salir a hacer unas compras le inflaba el pecho y lo hacía feliz de poder complacerla, quizás todo eso de ayudarle a experimentar se estaba volviendo en algo más, o quizás era algo que solo él sentía, aunque ese no era problema, él era un hombre con la suficiente capacidad para enamorar a una chica, si ella no sentía lo mismo que él, entonces se encargaría de que lo sintiera, al menos iba por el camino correcto.