Melina siempre se sintió fuera de lugar en su manada. Mientras sus amigos se transformaban en lobos a los 10 años, ella permanecía humana, aislada y decidida a escapar para llevar una vida normal lejos de allí.
A los 19 años, escondida durante la intensa temporada de la bruma, su destino se cruza con Eron, el alfa viudo, quien juró hace años no volver a amar. El encuentro despierta un deseo avasallador en ambos, culminando en un vínculo irrompible.
Atrapados entre un amor prohibido y las tradiciones de la manada, Eron y Melina deben decidir si están dispuestos a desafiar al destino. ¿Podrá su amor superar las barreras impuestas o las obligaciones de la manada los separarán para siempre?
Descubre la pasión y los secretos de "La Elegida del Alfa Viudo".
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Capítulo 11
Eron
Después de toda esa locura con Melina, mi mente está hecha un caos. Ando olvidando cosas; esta vez dejé mi celular y mi billetera en casa y tuve que regresar a mitad del camino.
Al entrar en la cabaña noté su aroma tenue, que se intensificó conforme avanzaba hacia la parte trasera. Al llegar, la encuentro casi desnuda, nadando en el río. No pude contenerme: la contemplé, tan tranquila, hasta que percibió mi presencia.
Se cubrió al verme, y eso me incomodó. No tiene sentido que se cubra cuando ya he visto su hermoso y perfecto cuerpo desnudo… ya lo he tenido en mis manos. Frustrado por no poder entrar al agua y mostrarle que lo nuestro no es pasajero, me dirigí a mi coche.
De regreso en la sede de la manada, nada cambia en mi mente: verla nadar desnuda se transformó en una película en mi maldita cabeza. Argus quiere que lo deje todo e vuelva a casa, pero yo aún tengo mucho que hacer aquí.
—¿Muy ocupado, Eron? —entra Hannah en mi oficina sin avisar— Hoy estoy segura de que almorzaremos juntos; supe que tendrás que quedarte acá.
—Hay dos cosas que detesto: que entren en mi oficina sin permiso y que me obliguen a algo que no quiero… y tú estás haciendo ambas.
—Vamos, Eron, sabes que en unos meses estaremos caminando juntos tomados de la mano… ¿Por qué tan formal conmigo? —se sienta sin permiso.
—Para ti soy alfa. No me llames por mi nombre como si fuéramos íntimos. ¿Caminar de la mano? No sueñes con eso; solo te estás ilusionando.
—¿Por qué estás tan reacio a aceptar lo obvio?
Me río con rabia; esta mujer claramente está interrumpiendo mi trabajo y me vuelven loco de estrés. Vuelvo mis ojos a la pantalla del ordenador e ignoro su presencia.
—Sabes muy bien que las probabilidades de que estemos apareados dentro de un año son enormes. Acéptame de una vez, alfa. —su voz suena a ultimátum.
—Si consideras que cero es un número alto, entonces me siento obligado a darte la razón. Porque nuestras posibilidades son cero. Irreales. ¿Lo entiendes?
—Me gustan los hombres como tú: se hacen los difíciles para luego estar de rodillas lamiéndome los pies.
—Menuda ilusión la tuya. Sé que sentiste un aroma distinto en mí la última vez que nos vimos. ¿Eso no es suficiente para volver a tu manada?
—Ah, ese aroma… Sé que no es nada importante. Estamos en temporada de bruma y lo que estás experimentando es pasajero, así que no lo tomaré en serio.
Me inclino hacia adelante, la miro fijamente a los ojos y le esbozo una sonrisa nada amable mientras digo:
—No es pasajero. Encontré a mi Luna. Tú estás aquí como invitada de Omar y Lucius, no mía. ¿Quién te crees para decir qué es pasajero en mi vida? No nos conocemos, no somos amigos, y no eres parte de mi existencia. Te sugiero que dejes de suponer y regreses a tu hogar antes de salir profundamente lastimada.
Me levanto y abro la puerta de mi oficina para que se vaya. Tarda unos instantes en levantarse y antes de salir, sin mirarme, dice:
—Te tendré de rodillas ante mí, alfa. Quienquiera que esté en tu cama... haré que se arrepienta de tocar lo que es mío.
Ella se va, y Lucas entra, sin darme tiempo a responder. Vuelvo a mi escritorio y Lucas comienza a hablar sobre los trabajos de la semana.
—Alfa, ¿me escuchas? —pregunta Lucas.
—Lo intento, viejo amigo. Hoy mi mente está en casa.
—Entonces tómate el resto del día libre. Te ayudo con lo que necesites por aquí.
—Tentador, hermano… pero no será posible. Tengo reportes que revisar y una ronda contigo más tarde. Pero almorzaré en casa.
Seguimos con nuestra breve reunión hasta que veo la hora y puedo ir a almorzar. Paso junto a Omar, Lucius y Hannah en el salón principal.
—Miren, nuestro alfa se va a almorzar. —comenta Lucius— Hannah, ¿vas a acompañarlo? Nuestro alfa conoce lugares excelentes para comer.
—No voy a almorzar con ella.
—Pero alfa, ella es una invitada. Debe ser bien recibida —dice Omar.
—Es invitada de ustedes, no mía. Tengo prisa, me voy. Que tengan una buena comida.
Sigo mi camino fuera de la sede. No se lo pondré fácil, ellos no lo hicieron conmigo. Llego a la cabaña antes de lo habitual; al entrar, su aroma mezclado con el de la comida me guía hasta la cocina.
Ella canta suavemente mientras mezcla una ensalada. Se detiene al verme, me mira con sorpresa y su voz flaquea.
—¿Alfa? —lanza su cabello mojado hacia atrás sin dejar de mirarme— Pensé que regresarías de noche.
Me acerco y le quito el cuenco de las manos. La tomo en brazos, la siento abrazar mi cintura con las piernas. El beso surge cuando la apoyo en la mesa y me inclino sobre ella.
Todo entre nosotros ocurre en automático: sus manos tiemblan al desabotonar mi camisa, yo deslizo mi mano por debajo de su vestido para sentir su piel en el camino. Empujo mi polla dura contra su braga mientras ella se frota contra mí.
Pero como todo lo nuestro, esto también termina rápido cuando escucho la voz de mi tío llamarme desde el salón. Melina me rechaza suavemente y se aleja, abrazándose a sí misma.
—Vuelvo enseguida, quédate en la cocina.
Al llegar al salón, mi tío parece preocupado. Va de un lado a otro, pasándose la mano por la nuca con nerviosismo. Me ve y corre hacia mí.
—Huelo a alguien más aquí… ¿Es seguro hablar de los asuntos de la sede ahora? —pregunta angustiado.
—Habla, tío. No te preocupes.
—Omar y Lucius preparan otra jugada contigo.
—¿Cómo?
—Los escuché decirle a Hannah, después de que te fuiste, que sería buena idea invitar también al padre de ella a pasar unos días en la sede. Solo así dejarias de rechazarla tanto.
—Esos hijos de puta... Tío, espera afuera. Solo voy a resolver algo rápido.
Él sale y vuelvo a la cocina. Melina está apoyada en la mesa, con una mano en el cuello y distraída. La levanto con suavidad y la vuelvo a sentar en la mesa.
—Alfa, ¿qué...— intenta decir, pero quedo encima suyo deslizo su braga y mi lengua encuentra su delicioso clítoris.
Sujeto fuerte sus muslos mientras Melina se arquea sobre la mesa, intentando controlar su cuerpo que se estremece con cada lamida que hago. Solo me calmo cuando la siento venirse sobre mi lengua. La atraigo contra mí y la beso con tanta pasión que ella se estremece en mi abrazo.
—Espérame despierta. —susurro apoyando mi frente en la suya ella asiente.
Regreso con mi tío a la sede y descubro que los tres están en el comedor. Me sirvo y, prácticamente lanzándola sobre la mesa, me siento a almorzar.
—Veo que cambiaste de idea, alfa. Me alegra que esta vez hayas hecho lo más inteligente. —dice Hannah, mientras lame una albóndiga con el tenedor.
—¿Lo más inteligente? No. Solo vine a ver el espectáculo del payaso de cerca igual y encuentro gracia.
—¡Alfa! —exclaman Omar y Lucius juntos.
—¿No querían que almorzara? Aquí estoy. Vamos, solo por hoy seré la atracción principal.
Los dejé incómodos todo el almuerzo. Fue muy divertido. Nadie se atrevió a molestarme el resto del día. Al caer la noche, salgo a hacer la ronda con Lucas; corríamos por el bosque, nuestras cuatro patas golpeando el suelo en un sonido que me gusta.
Le digo a Lucas que continúe hacia el norte y yo me dirijo al sur. Pero a mitad del recorrido siento todo mi cuerpo prenderse al rojo vivo. Un deseo incontrolable me domina… la bruma. Argus no lo piensa dos veces: cambia nuestra ruta y acelera el paso.
Al llegar frente a la cabaña siento una fuerza que nos atrae a ambos en la misma dirección. Argus no permite que vuelva a mi forma humana; él quiere volver a sentirla.
Cuando entramos en la sala veo a Melina tendida en el sofá, con las piernas cerradas, sus manos retuercen el dobladillo de su vestido. Subo al sofá de tres plazas y la obligo a abrir las piernas para mí.
Sus ojos no se apartan de los míos mientras mi hocico se hunde entre sus piernas. Saboreamos aquello deleitoso y adictivo que viene de ella. Las lamidas traen el sabor de su dulce orgasmo directo a mi lengua… Argus está feliz.
La trama se hizo excitante, sin darle tanta larga a la intriga.
💯 recomendada 😉👌🏼
hay vacío desde que sale a comer con la mamá hasta que llega con el papá de Hanna.??
o yo no leí bien.?
😠😠😠😠😠😠😠