JUEGOS PICANTES "Volver A La Soltería"

POV Leticia

El aire dentro del auto es espeso, aunque no sé si por el calor o por la presencia de él.

Las muy desgraciadas se acomodaron atrás y me dejaron al frente con este bombón asesino de bombero.

—¡Dios mío! ¿Por qué me siento tan caliente? Y no tiene nada que ver con los tragos que me tomé…

Intento mantener mis manos quietas sobre mi regazo, pero cada giro del volante hace que sus músculos se marquen bajo la camisa, y mis ojos, traicioneros, van directos a ellos.

Finjo que no miro… pero lo hago. ¡Pero claro que lo hago!

Lola, con su descaro habitual, le dio la dirección y él solo asintió... sin apartar la mirada de mí... ¡DE MÍ! O sea... Ni a Lola, ni a Monic ni a Marilyn...

Y aquí está él, tan tranquilo y sensual... como si no estuviera manejando un auto lleno de mujeres medio ebrias y demasiado conscientes de su atractivo.

—¿Seguro que quieren que las deje ahí? —pregunta con una voz tan profunda que siento una corriente eléctrica bajando por mi espalda e instalándose en mi centro.

Me humedezco los labios, no es lo único que se me humedece... y asiento.

—Sí, aquí está bien.

Pero cuando alzo la vista, mis ojos se agrandan.

El auto se detiene frente a un edificio que parece haber sobrevivido a un apocalipsis.

Mi mandíbula se tensa mientras lo observo.

Las paredes tienen grietas visibles, algunas ventanas están rotas y la entrada principal tiene un par de tablones clavados de forma sospechosa.

Un letrero medio arrancado cuelga torcido de la puerta, con letras apenas legibles que dicen:

"Propiedad en reparación".

—No puede ser… —murmura Monic desde el asiento trasero.

Marilyn se acerca un poco más, examinando el lugar con una mezcla de horror y diversión. Sus labios se curvan en una sonrisa temblorosa.

—Leticia… dime que esto es una broma.

Yo sigo en shock, con la mirada fija en el desastre que supuestamente es nuestro nuevo hogar.

—Monic, ¿esto es una broma o es el Día de los Inocentes? —murmuro, esperando que alguien me saque de esta pesadilla.

Monic se remueve incómoda.

—Bueno… es lo único que tenemos. No se veía tan… —dice Lola y hace un gesto vago con la mano— así hace unos años.

—¡Esto no es un edificio, es un set de película de terror! —exclamo.

Dubán suspira y apaga el motor.

—Préstame las llaves.

Lola inmediatamente las saca de su bolso y se las pasa.

—Esperen aquí. Voy a revisar si por lo menos pueden entrar sin que el techo se les caiga encima.

Desciende del auto con la seguridad de alguien que ha visto cosas peores.

Nosotras nos quedamos dentro, observándolo mientras camina hacia la entrada. Con un movimiento firme, retira el candado y empuja la puerta.

La madera rechina de manera escalofriante al moverse, como si estuviera a punto de desmoronarse.

—Dime que no vamos a morir allí adentro —susurra Marilyn, abrazándose a sí misma.

Lola resopla y se cruza de brazos.

—Si muero, quiero que en mi lápida diga: murió en la pobreza, pero con buen sexø.

—Cállate, Lola… —murmuro, sin despegar la vista del sexy bombero que desaparece dentro del edificio.

El silencio se alarga.

—¿Y si no sale? —pregunta Marilyn, inquieta.

—Entonces sabremos que definitivamente no es seguro —responde Monic.

Nos quedamos en silencio, esperando a que nuestro héroe de músculos marcados vuelva con un veredicto.

O con un pedazo de techo encima.

Dubán sale con las manos llenas de polvo y una expresión entre incredulidad y preocupación.

Nos apresuramos a descender del auto.

—¿De verdad se van a quedar ahí? —pregunta, mirándonos como si estuviéramos a punto de cometer el peor error de nuestras vidas.

Nosotras nos miramos entre sí. Nadie quiere decirlo en voz alta, pero no tenemos otra opción.

Marylin traga saliva y da un paso adelante, con la esperanza pintada en la cara.

—Dígame que no hay ratas…

Dubán suspira y se rasca la nuca antes de responder:

—Lamento decirte que, muy probablemente, sí las haya.

—¡Ay, no! —grito, dando un paso atrás instintivamente. Pero mis tacones deciden traicionarme y, antes de que pueda reaccionar, pierdo el equilibrio.

Todo pasa en un segundo. Me tambaleo, siento el vacío bajo mis pies, pero de repente, unos brazos fuertes me atrapan con facilidad.

Como en una maldita película romántica.

¡Santo cielo!

Me aferro a la dureza de sus brazos, y lo primero que pienso es que este hombre está hecho de piedra.

Sus manos me sostienen con firmeza, su pecho es como una pared de ladrillos calientes contra la mía. Sin duda, él debe tener el…

"¡No, Leti, concéntrate!"

Sacudo la cabeza y me separo bruscamente, alisando mi ropa como si eso pudiera devolverme la dignidad.

—Gracias. Nos haremos cargo —digo con frialdad, tratando de ignorar la mirada divertida de Dubán.

Él suelta una pequeña risa y señala el local al otro lado de la calle.

—Mañana vengo al gimnasio —dice—. Las ayudo un poco…

—Sí… —comienza a decir Lola, con una sonrisa maliciosa en los labios, pero la corto de inmediato.

—No, gracias. No es necesario.

Me doy la vuelta y entro al edificio sin esperar respuesta.

No puedo pensar en otro hombre ahora.

No cuando acabo de salir de un matrimonio desastroso.

No cuando ni siquiera tengo dónde caerme muerta.

Necesitamos pensar. Necesito decirles mi plan de negocios y que no crean que es una puta locura y me dejen sola en esto.

Pero primero…

Tenemos que limpiar.

—¡Dios santo, esto es un asco! —exclamo, arrugando la nariz mientras entro al apartamento.

El aire huele a humedad y abandono. Cada respiro arrastra un rastro de moho y polvo acumulado con los años.

El suelo, cubierto por una fina capa gris, cruje suavemente bajo mis pasos, mientras cajas esparcidas y aglomeradas al azar añaden más caos al lugar.

Telarañas gruesas cuelgan de las esquinas y se aferran a la mayor parte del techo, como si fueran las verdaderas dueñas de este espacio olvidado.

Me pregunto cuántos años han pasado sin que nadie se moleste en darle una limpieza decente.

Las chicas entran detrás de mí, cada una con su propio gesto de horror.

—Bueno, esto es… acogedor —dice Monic con una mueca, mirando alrededor.

—Si por acogedor te refieres a que parece un escenario de crimen, entonces sí, totalmente —murmura Marilyn, sujetando su bolso contra su pecho como si algo fuera a saltar de la nada.

Lola, en cambio, parece más entretenida con otra cosa.

—La verdad, yo lo hubiera besado —dice con una sonrisa pícara, dándome un codazo en el brazo.

Suelto un resoplido y le doy un empujón suave.

—Sí, ya… Tú te besas con todo lo que tenga dos piernas.

Lola se lleva una mano al pecho, fingiendo indignación.

—Te aseguro, querida Leti, que ese tipo tiene tres piernas… —se ríe y comienza a levantar un par de cajas del suelo.

Monic rueda los ojos y sacude la cabeza.

—Concéntrense, por favor. Primero limpiamos, luego discutimos las desgracias sentimentales de Leticia.

Marilyn suspira y se remanga la blusa.

—Si alguien encuentra una rata, que grite.

—Si yo encuentro una, no voy a gritar —respondo, agarrando una escoba que estaba tirada en un rincón—. Voy a incendiar este lugar.

Nos ponemos manos a la obra. Porque si vamos a empezar desde cero, al menos que sea en un sitio donde no temamos morir intoxicadas o comidas por ratas.

—¡Ahhh…!

DUBÁN MACCINNI