Me preguntó si hay en el mundo una mujer que no me de dolores de cabeza. Una mujer que nunca desarrolle sentimientos por mi, una mujer que entienda la diferencia entre sexo y amor. Si la hay me encantaría conocerla. Hacerla mi amante y disfrutar la compañía sin compromisos.
¿Dónde encuentro una mujer así?
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No es su hija
Diego.
Vine junto con Nathan a recoger los resultados del ADN, abrí los míos y mi sonrisa se borro. Negativo, salió negativo. ¿Cómo es posible?
Nathan abrió sus resultados con una sonrisa. Me los mostró y presumió.
— La bebé es mía. Por tanto, la madre también.
— Esther nunca será tuya. — Sentencie. No importa si la niña es de él. La madre no lo será.
Cecilia me debe una maldita explicación. Salí del hospital y fui directo a su casa, pregunté a su madre por ella, me dijo que ella se fue de viaje. Esto no es casualidad. Ella lo hizo a propósito, ¿pero por qué? ¿qué ganaba ella embarazando a Esther de Nathan?
Nathan.
Ahora sí, Esther no podrá escaparse de mis brazos. Y podré visitar a mi hija. Mi bebé es preciosa, Pero todavía no he podido cargarla, ni besarla. Ni darle un regalo.
Tengo que hacerlo. Llamé a mi secretaria.
— ¿En qué lo puedo ayudar señor?
— Llama a mi joyero personal, dile que quiero una joya de nacimiento. Es para una niña. Tiene que ser algo único.
— Si señor. Cómo ordene.
— ¿A dónde lo llevo señor?
— A la casa de Esther. — Mi chófer asintió.
Esther.
Mamá salió de compras con papá. Estaba sola en casa. En realidad ya jamás estaré sola. Ahora tengo a mi bebé. Mi preciosa hija.
Ella tomó mi dedo con su manita y sonrió. Amo su sonrisa.
— Te amo. — Es cómo si entendiera lo que digo, me sonrie, tiene unos bellos hoyuelos. Estoy embobada con ellos. — Eres hermosa. Y no lo digo por qué te pareces a mi. Tu eres aún más hermosa.
Alguien tocó la puerta, me levanté con mi bebé en brazos y abrí. Mi sonrisa desapareció en el momento que vi a ese hombre.
— ¿Qué hace aquí? — El fijo la mirada en mi bebé. Sonrió y noté ¿hoyuelos? maldita sea, el tiene hoyuelos. No puedo negarme algunas facciones que comparten. No, es mi momento esquizofrénico, el no puede ser su padre. No lo es. No lo es.
— Nuestra hija es hermosa.
— No es su hija. — El me enseñó la prueba de ADN, ahora no existía la menor duda. Mi hija es hija suya. Lo único bueno que saqué de esta situación es que ahora se que no fui violada. Todo fue un error del hospital.
— Es hermosa. Tiene mis ojos. — Mi bebé sonrió con el contacto. — ¿Puedo cargarla?
— ¿Sabe cargar a un bebé?
— No creó que sea difícil. — La acomode en sus brazos. El estaba siendo muy cuidadoso con ella. — Eres la primera y única mujer que amo. — Susurro en su oído. Sonreí al escuchar eso, aunque es algo que no buscamos, mi bebé es amada por su padre, tal cómo lo fuí yo. — No te ilusiones. — Su mirada se fijó en mi. — Podrás ser la madre de mi hija, pero nunca te amare.
— Es un alivio saberlo. — Respondí. — Su amor no me interesa. — Mis padres entraron, ambos no vieron con buenos ojos a mi ex jefe.
— ¿Qué hace esté tipo aquí? — Pregunto mi padre.
— Visitó a mi hija.
— Ya la vio. Debería irse. — Quise quitarla de sus brazos. Pero el no me lo permitió.
— Quiero pasar más tiempo con mi hija. Vamos a tener que acordar días de visitas. O podrías venir a vivir conmigo.
— Nunca. — Respondió mi padre, madre y yo.
— Mi hija no se irá a vivir con usted. — Papá fue firme. — Tienen una hija por un error del hospital. Ella no lo quiere.
— Se embarazo a propósito para atraparme. — Papá casi le da un golpe. Mamá intervino a tiempo para evitarlo.
— Mi hija sufrió mucho cuando supo que estaba embarazada de un extraño. No sé atreva a difamarla. Y menos en mi presencia. Ella tiene quien la defienda. No voy a permitir que usted se meta en su vida. Por muy padre de mi nieta. Podrá tener derechos sobre la bebé, pero sobre mi hija no. ¿Me ha entendido?
— Ella fue la que se metió en mi vida. Su hija es más astuta de lo que piensa. Primero llegó a mi empresa, ella mintió, dijo que era soltera cuando llevaba cinco años de relación, fingió ser una mujer decente por meses, y después me pidió un préstamo, ofreció su cuerpo a cambio.
— ¡Jamás le ofrecí mi cuerpo! — Grite molesta. ¿Cómo puede mentir asi? — Usted lo sabe muy bien. Se lo deje bastante claro cuándo me hizo su asquerosa propuesta.
— Yo conozco perfectamente bien a mi hija. La he conocido desde que nació, y jamás voy a permitir que alguien la dañe. Fuera de mi casa. Le prohíbo que entre.
— No me interesa entrar a esta mugrosa casa. Pero mi hija es diferente. La quiero conmigo. Si me niegan verla, voy a llevarlos a juicio. ¿Cómo prefieren que sean las cosas? — No era pregunta, era una clara amenaza. El es rico, muy rico, y en el mundo de los ricos las leyes funcionan diferente.
— Lo dejaré verla. — Es su padre. No lo planee, tampoco lo quería, pero sucedió, es otra víctima de esta equivocación. Y me está amenazando, no quiero problemas en los que tengo más posibilidades de perder que de ganar.
— Perfecto. Te avisaré de antemano, así puedes llevarla a mi casa.
— No la llevaré a su casa. Si quiere verla vendrá aquí. A menos que odie mucho mi mugrosa casa. — Esa es mi única condición. Tiene que respetarla.
Nathan.
¿Qué tengo que hacer para que ya deje su maldito teatro? Me cansa lidiar con esa personalidad.
— Bien. Te avisaré cada visita. Así no me topare con ellos. — Señale a sus padres. — Tengo que irme. Bebé, papá vendrá otro día. — Besé las preciosas mejillas de mi hija. Mis hoyuelos le quedan perfectos.
La dejé en brazos de su madre y me fuí a mi empresa.
— ¿Cuándo pensabas decírmelo? — Papá entro furioso. Apuesto mi auto favorito a qué se enteró de mi hija.
— No lo sabía hasta hace unos días.
— ¿Cómo podías no saber? La mujer trabaja contigo. La viste todo el embarazo.
— No la embarace cómo me hubiera gustado. Ella le pago al doctor para que la inseminarán.
— ¿Estás seguro?
— El doctor desapareció sin dejar rastro. La situación es bastante clara.
— Hijo, siempre has sigo muy perspicaz, pero creo que, en este asunto te estás equivocando.
— Padre date cuenta, ella siempre mostró indiferencia hacia mi, pero mintió, mintió en muchas cosas, y...
— Hijo. Nadie más que tú, yo y los doctores sabíamos sobre esto. Eso pasó hace dos años. Ella no trabajaba aquí en ese momento. Llámame ingenuo, pero te puedo asegurar que Esther no tiene maldad en su corazón. En su mirada sólo puedo ver dulzura, compasión, bondad.
— Si estás siendo ingenuo. Las mujer que se ven como ella son las peores.
— Creo que debes investigar el asunto a fondo. Encuentra a ese doctor y pregúntale quién le pago. Hazlo, es una orden.
con que necesidad meter al primo loco, patético este capítulo, nada que ver