Rómulo Carmona Jr. es hijo del hombre más poderoso y temido del país y ante el mundo, es el heredero devoto, y la sombra perfecta de su padre. Pero en su interior, lo odia con cada fibra de su ser, porque Carmelo Carmona, es un tirano que lo controla todo, y ha decidido su destino sin dejarle opción: un matrimonio por conveniencia con Katherine León.
Para Rómulo, casarse con ella es la única manera de proteger a la mujer que realmente ama, sin embargo, lo que comienza como una obligación, pronto se convierte en un viaje inesperado y en el camino, descubre que los sentimientos pueden surgir cuando menos te lo esperas.
¿Podrán Rómulo y Katherine encontrar la felicidad en un matrimonio marcado por el deber?, o, por el contrario, estarán condenados a vivir en las sombras de un destino que ellos nunca eligieron (Historia paralela de la saga Romance y Crisis)
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Capítulo XXII: Luna de miel parte 3
Rómulo la observó, pero esta vez con una mirada distinta, no con la frialdad habitual ni con la distancia autoimpuesta, sino con una atención genuina, y con un interés que parecía haber surgido de una revelación silenciosa.
Su cabello caía sobre su hombro con una despreocupación elegante, enmarcando la curva de su cuello de un modo que hizo que su propia respiración se volviera consciente y sus labios, apenas entreabiertos antes de tomar un sorbo de vino, provocaron en él un pensamiento involuntario, un deseo fugaz que no se atrevía a formular. La tenue luz resaltaba el brillo de su piel, bañándola en un resplandor que la hacía parecer irreal, como si el momento existiera únicamente para enmarcarla.
Katherine giró levemente hacia él, sus ojos encontrando los suyos con una curiosidad casi imperceptible, pero suficiente para hacer que Rómulo contuviera el aliento, fue un instante breve, casi insignificante, sin embargo, en ese diminuto espacio de tiempo, algo se había cambiado entre ellos, y a pesar de que ninguno dijo nada, ambos lo sintieron.
Rómulo deseoso se preguntaba si tal vez, pero luego negó con la cabeza, tratando de disipar ese pensamiento antes de que tomara raíces, aunque era inútil porque la idea ya estaba en su mente, volviéndose un eco persistente en su mente y pensaba en qué pasaría si se atreviera a hacer algo más.
El impulso fue tan inesperado como imposible de ignorar, aunque no tenía sentido porque no era lo que había imaginado sentir hacia ella, así que hizo lo único que le pareció sensato: bajó la mirada a su copa, bebió un poco más de vino y dejó que la conversación siguiera su curso como si nada hubiera ocurrido y todo lo que sentía era solo producto del alcohol y no de la forma en que ella se movía con una gracia inconsciente, de la manera en que su sonrisa fugaz parecía iluminar la mesa, y de la sutil cadencia en su voz cuando hablaba.
Pero por mucho que intentara enterrarlo bajo muchas capas de razonamiento lógico, el hecho era simple y era que, por primera vez, había mirado a su esposa como algo más que una obligación.
Y por más que quisiera ignorarlo, ese pensamiento ya no podía desaparecer por completo.
Katherine lo notó, no porque Rómulo hiciera algo evidente, sino porque había algo en su mirada que antes no estaba allí lo cual la hizo preguntarse si acaso algo había cambiado entre ellos.
Durante la cena, cuando Rómulo la observó con más atención de la habitual, Katherine sintió un escalofrío recorrer su piel no porque la incomodara, sino porque su mirada se quedó en ella solo un segundo más de lo que debía y fue en ese momento cuando sintió el primer indicio del descontrol.
El vino había relajado la barrera que con tanto esfuerzo mantenía erguida, y la atmósfera había suavizado la rigidez de su postura y la conversación fluía con una naturalidad peligrosa, Katherine por un momento, casi se permitió olvidar la distancia entre ellos, aunque luego pensó en que no podía involucrarse.
La copa en su mano tembló apenas cuando sus dedos rozaron los de él de manera accidental y fue tan leve que cualquiera lo habría pasado por alto a excepción de ellos.
Rómulo respiró hondo, como si esa fracción de segundo lo hubiera desarmado por completo.
—Tienes algo en el cuello —dijo de pronto, su voz más grave de lo usual.
Katherine parpadeó, con su pulso acelerado.
—¿Ah? —Su voz sonó más suave de lo que quería.
Él extendió la mano, con sus dedos casi rozando su piel.
—Una sombra… por la luz —murmuró, aunque parecía más para sí mismo que para ella.
Katherine sintió el aire volverse más denso solo por estar sentada frente a él, su reacción fue instintiva: desvió la mirada, tomó otro sorbo de vino con calma calculada y fingió que nada estaba sucediendo, porque si reconocía aquel momento como real, no habría marcha atrás y eso era algo que ninguno de los dos estaba listo para enfrentar.
Pero, aunque quisiera negarlo, e intentara convencerse de que esto no la afectaba, en el fondo ya sabía la verdad, y por más que luchara contra ello, y mantuviera el control, la verdad es que lo estaba perdiendo y el silencio entre ellos se hizo más denso.
—¿Te pasa algo? —preguntó Rómulo, rompiendo la quietud.
Katherine se obligó a sonreír.
—No, solo estoy disfrutando la cena.
Él sostuvo su copa con una expresión pensativa.
—Mientes mal.
Katherine mantuvo su mirada fija en el plato.
—No estoy mintiendo.
Rómulo ladeó la cabeza, estudiándola.
—No lo entiendo.
—¿Qué cosa? —preguntó ella sin levantar la vista.
Él giró ligeramente la copa en su mano antes de responder.
—Por qué actúas como si nada estuviera pasando.
Katherine apretó los labios por un breve instante, luego dejó escapar una risa que sonó más forzada de lo que hubiera querido.
—¿Qué se supone que está pasando, Rómulo?
Él tardó en responder.
—No lo sé… pero algo es diferente.
Katherine sintió un escalofrío recorrerle la espalda, pero mantuvo la expresión serena.
—Tal vez es solo el vino.
Rómulo la observó por unos segundos más, y luego dejó escapar una sonrisa breve, casi imperceptible.
—Tal vez.
Pero ninguno de los dos creyó esas palabras, la cena había terminado, pero la sensación que había quedado entre ellos seguía en el aire.
Caminaban hacia su habitación, en silencio, como si las palabras ya no fueran necesarias, como si ambos entendieran que algo estaba a punto de pasar, pero ninguno de los dos supo cómo enfrentarlo.
Cuando llegaron a la puerta, Rómulo buscó la llave en su bolsillo y, en un movimiento casual pero inevitable, se acercó demasiado a Katherine y ninguno retrocedió porque esta vez, no había ninguna excusa para mantener la distancia.
No había cámaras ni expectativas familiares y ninguna razón externa que los obligara a hacer algo que no querían solo estaban ellos dos, en un pasillo donde la única barrera que quedaba era la que habían construido por miedo.
Pero en ese momento, cuando se encontraron tan cerca que el aire entre ellos dejó de existir, esa barrera se rompió sola, Rómulo exhaló lentamente, consciente de lo cerca que estaban.
—Katherine…
Ella parpadeó, su mirada atrapada en la de él.
—Sí…
Pero su voz apenas fue un susurro, no hubo intención de alejarse, ni resistencia fue un beso contenido, pero cargado de todo el anhelo que ni siquiera sabían que tenían, no fue mecánico, forzado ni apasionado en el sentido urgente, sino que fue algo más, algo completamente distinto a lo que habían experimentado antes en sus vidas, porque por primera vez, no hubo resistencia y ellos se permitieron sentir.
Cuando se separaron, y los segundos del beso finalmente quedaron atrás, ambos se miraron con la misma expresión de sorpresa.
Katherine tocó sus labios con la punta de los dedos, como si todavía pudiera sentir el peso del momento.
—No debimos hacer eso —dijo, pero su voz no tenía convicción.
Rómulo la miró, su respiración aún irregular.
—Pero lo hicimos.
Se hizo el silencio y Katherine bajó la mirada, como si quisiera evadir lo inevitable.
—Esto complica las cosas.
Rómulo dejó escapar una leve sonrisa.
—Creo que ya estaban complicadas.
Katherine soltó una risa breve, casi nerviosa.
—¿Ahora qué?
Rómulo no tenía una respuesta, porque no había marcha atrás, algo se había encendido, y aunque aún no supieran qué hacer con ello, ya no podían ignorar que existía.
Entraron a la habitación, y el silencio se instaló entre ellos, cargado de la tensión que ya no podían ignorar.
Rómulo se sentó en el borde de la cama, con la mirada fija en el suelo y durante unos segundos, solo hubo quietud, como si las palabras fueran demasiado pesadas para romperla, luego, con una calma medida, le hizo un gesto a Katherine para que se sentara a su lado.
Ella lo hizo, aunque su postura seguía contenida, y su corazón latía más rápido de lo que quería admitir, entonces, él soltó el peso de la pregunta que había estado evitando todo este tiempo.
—Creo que es necesario que hablemos.
Katherine frunció apenas el ceño, como si supiera hacia dónde iba la conversación, pero aun así se aferrara a la incertidumbre.
—¿Sobre qué?
Rómulo exhaló con cierta incomodidad, pero no desvió la mirada.
—Sobre qué esperamos de este matrimonio.
Se detuvo un segundo, y luego añadió, con más dificultad:
—Y en especial… cuáles son los límites.
Katherine lo miró con una mezcla de curiosidad y anticipación.
—¿Qué límites?
Rómulo tardó unos segundos en responder, como si estuviera peleando consigo mismo para encontrar las palabras correctas, tosió ligeramente, intentando disfrazar el nerviosismo que lo traicionaba y finalmente, lo dijo.
—Si solo vas a ser mi esposa en el papel… o si el tiempo que estemos juntos vas a ser realmente mi esposa.
Katherine se sonrojó al instante porque sabía exactamente a qué se refería.
Porque desde el principio, había sabido que este momento llegaría, pero ahora que la pregunta estaba frente a ella, se sentía completamente diferente.
Su respiración se volvió más controlada, como si quisiera elegir sus palabras con precisión y finalmente, con la certeza de que no podía evadirlo, respondió en voz baja, pero con convicción.
—Supongo que, mientras dure nuestro matrimonio, seré tu esposa en todos los sentidos.