En un mundo donde las mujeres están infravaloradas, Una Ceo que se aferra con todas las fuerzas a permanecer y ser la mejor en el ambiente llenos de hombres.
Lara Parisi lo tiene todo:juventud, belleza,una fortuna heredada y un imperio empresarial a sus pies. Pero detrás del lujo, hay una presión silenciosa que no la deja respirar: la obligación de tener un heredero para mantener su legado y complacer las expectativas de una familia que no perdona desvíos del plan.
Cuando un viaje de negocios la lleva a Italia, una noche de pasión con un desconocido lo cambia todo. Lo que parecía ser un escape sin consecuencias se convierte en el inicio de un torbellino emocional, cuando descubre que está embarazada.. de gemelos.
Y como si no fuera suficiente, Owen Bracco, el misterioso hombre que creyó haber dejado en el pasado, reaparece como asistente de su mayor rival.
NovelToon tiene autorización de Genesis Argentina Martínez Ramírez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
"El Beso que No Planeé"
Narrado por Lara
Justo ahora me encuentro recogiendo todas mis cosas. Mi madre entra a la habitación y comienza a ayudarme a sacar la ropa del clóset. Pensé que vendría a detenerme... pero no, al contrario, me está ayudando. Yo hago todo en silencio, sin decir una sola palabra.
—Lamento tanto lo que tu padre acaba de hacer… no sé qué le pasa, hija. El hecho de que los bebés sean de quien sean, eso no debería importarnos. Son tus hijos, y con eso basta —dijo con voz suave mientras doblaba una blusa.
—Gracias, madre… por tu apoyo y por entenderme. Sinceramente, aún no sé qué siento por el padre de los bebés… pero sí puedo decirte que él ha estado, que ha sido muy atento conmigo. Cuando pasó lo de la empresa… cuando casi los pierdo, él estuvo ahí. Me defendió. Es una persona sencilla, nada que ver con lo idiota de Aiden. Y sí, me gusta, madre… me gusta que esté cerca de mí.
—Hija, creo que te estás enamorando. Y créeme, solo quiero que seas feliz… que tengas una familia como tú quieras, que la formes a tu manera. Olvídate de los demás y enfócate en ti.
—Así lo haré, madre. Gracias —le dije mientras me abrazaba fuerte. Ella colocó su mano sobre mi barriga y en ese mismo instante, los bebés patearon. Solo me miró y sonrió, con esa felicidad que solo una abuela puede sentir.
Horas más tarde…
Ya estoy en mi departamento. Le marco a Owen para avisarle que no estoy más en casa de mis padres.
Son alrededor de las diez de la noche cuando escucho el timbre. Me había quedado dormida en el sofá, sin darme cuenta… ni siquiera preparé cena, y sé que mis bebés deben tener bastante hambre.
Me levanto, voy hacia la puerta y al abrirla, ahí está él. Owen. No lo esperaba. No me dijo que vendría.
—Ven, entra… pasa —le digo con una sonrisa dormida.
—¿Estabas dormida? Te desperté —pregunta con tono suave.
—Sí… me quedé en el sofá sin darme cuenta. Pero gracias por venir… no he cenado y estos bebés tienen mucha hambre.
—Pues que no se diga más. ¿Quieres que pidamos algo? ¿Salimos? ¿O prefieres que te cocine?
—Tranquilo… ya es tarde para cocinar. Mejor pidamos algo.
—Bien. ¿Qué se te antoja?
—Pizza… y helado. Preferiblemente yogurt de fresa con Oreo. Es mi favorito.
—Entonces eso será. Mientras llega, ¿quieres hacer algo?
—Quiero darme un baño. Llegué directo desde la casa de mis padres, te llamé y luego… simplemente me quedé dormida.
—Bien, dúchate tranquila. Yo me quedo esperando la cena y busco una película para ver mientras comemos.
Ya en la ducha, los pensamientos me invaden sin permiso. Me encantaría que Owen entrara… que se duchara conmigo… que me hiciera sentir otra vez todo lo que pasó en Italia. Pero sacudo la cabeza. No. No debo pensar en eso ahora.
Me quedo bajo el agua, dejando que la tibieza relaje mis músculos… no sé cuántos minutos paso ahí, hasta que escucho que tocan la puerta.
—¿Lara? ¿Estás bien?
—Sí, estoy bien. Ya salgo.
—Solo que llevas mucho rato… te llamé desde fuera de la habitación y no me respondías.
—No te escuché… ya salgo.
Extiendo la mano para tomar la toalla que dejé cerca, pero como Owen se quedó allí, ve mi mano y me pasa la toalla enseguida. Quiero decirle que se vaya… pero hay algo en mí que quiere que se quede.
Salgo con la toalla puesta. Nuestros ojos se encuentran. Él da un paso hacia mí, coloca sus manos en mi vientre y se agacha. Comienza a hablarles a los bebés.
Me siento decepcionada. Pensé que se acercaría para besarme. Pero no… fue solo para tocar mi barriga. Estoy molesta, pero me obligo a mantener el control. No quiero mostrarle lo que realmente deseaba.
Lo dejo tocar mi vientre, aunque el simple roce activa todo mi cuerpo. Estas hormonas me tienen mal… así que, sin pensarlo más, le tomo la barbilla, lo hago ponerse de pie y lo beso.
Nuestros labios se unen en un beso que arde, como si el mundo fuera a terminar. Un beso lleno de deseo, uno que no quiero que acabe. Él me toma de la cintura y camina hasta la cama conmigo. Me recuesta con cuidado, sin colocarse encima… supongo que por los bebés. Se acuesta a mi lado y comienza a dejar besos por mi cuello.
Sé que para este momento la toalla ya ha desaparecido. Y yo solo quiero que siga, que no se detenga.
Vuelve a besarme… pero justo en ese instante suena el timbre.
—Mierda, llegó el de la pizza —dice entre risas.
Yo simplemente suspiro.
—Ve y recibe la pizza, por favor. Cuando me vista, salgo —respondo.
Me pongo una pijama. La panza se nota, obviamente… no me cerré todos los botones. Tengo que ir a la tienda a comprar ropa de maternidad, porque aún no lo he hecho y ya mi barriga está grande. Apenas entraré al cuarto mes, pero con dos bebés parezco de cinco o seis.
Salgo al salón y Owen me mira como si me viera por primera vez. Si mi intención era provocarlo, lo he conseguido. Deseo volver a sentir sus labios. Deseo estar entre sus brazos. Lo deseo a él.
Me siento en el sofá. Él me lleva la cena. Comemos en silencio, viendo la película 365 Días. Excelente elección… aunque, con la calentura que yo tengo, no sé si fue buena idea.
Cuando termino de comer, llevo el plato y busco mi yogurt helado en la nevera.
—Estoy algo cansada y quiero recostar la espalda. Vamos a la habitación. Si quieres, puedes terminar de ver la película allá —le digo.
—Claro, te sigo —responde.
Ya en la habitación, busco un aceite de masajes. Se lo entrego y le hago una seña.
—Ponte cómoda —dice él.
Me siento en la cama. Owen se coloca detrás de mí y comienza a masajearme la espalda. Sus manos, el aroma del aceite, su cercanía… todo eso me hace sentir que esta noche, ese masaje irá por un camino que no estaba en el plan…
Y esta vez, no pienso detenerlo
La verdad, no me importa.