Una mujer despierta en una playa sin recuerdos, aparece un hombre que asegura ser su esposo y que su nombre es Olga. Pronto es llevada a una casa ajena donde dos niños, extrañamente distantes, también la llaman "mamá". A medida que intenta encajar en esta nueva vida, comienza a percibir que no pertenece a ese lugar: su forma de sentir, de hablar y de recordar no corresponden con la mujer que todos dicen que es.
En medio del control por parte de su supuesto esposo, ella empieza a descubrir verdades aterradoras. Además, su cuñado que empieza a residir en la casa, se convierte en un vínculo perturbador, pero familiar, despertando emociones que parecen venir de otra vida.
Mientras la casa se llena de presencias inquietantes, dibujos siniestros y comportamientos que rozan lo sobrenatural, ella y su cuñado reconstruyen, paso a paso, una historia de amor prohibido, que trata de hacerle frente a la traición y busca una venganza ante la injusticia.
Ella ya no es quien solía ser, ¿te atreves?
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18. El silencio del verdugo
Las horas pasaron lentamente, y a la vez sin sentirlo, una contradicción, pero una realidad. Aroma a crayones y humedad llenaba la casa. Facundo seguía dibujando en el suelo del salón, con la lengua ligeramente asomada por la comisura de los labios, concentrado. Emma dormía profundamente en el sofá, envuelta en una manta de colores.
En la cocina, Olga hervía agua para un té que no pensaba tomar. El crujido de la puerta principal la hizo tensarse. Felipe había regresado.
Entró sin saludar, dejó el abrigo goteando en el perchero y se quedó unos segundos quieto en el umbral del salón. Luego cruzó con pasadas calmadas hacia la cocina.
- "Ya oscureció", comentó Felipe sin mirarla.
- "Sí", afirmó Olga.
Felipe la observó en silencio. Había algo distinto en su mirada: ya no había sospecha, sino algo más oscuro. Conocimiento. Y una quietud peligrosa.
- "¿Fuiste al hospital?", preguntó ella, fingiendo naturalidad.
- "Sí. Todo está bien. El médico dice que necesito descanso. Que debo bajar el nivel de estrés", respondió Felipe.
Asintió, aunque sabía que no era lo que Felipe realmente quería decir.
- "¿Daniel sigue aquí?", preguntó Felipe, como al pasar.
- "Está en el patio trasero. Recibiendo una llamada del trabajo", mintió Olga. En realidad, Daniel estaba en la cochera, buscando respuestas, debían buscar en cada espacio de la casa, para encontrarlas.
- "Últimamente viene mucho por aquí", añadió Felipe, acercándose a la ventana.
Olga apretó los dientes, midiendo cada palabra.
- "Es tu hermano. Y su esposa desapareció. Está buscando respuestas", dijo Olga.
Felipe rió suavemente, sin humor.
- "¿Karina dejó una nota y se fue con un amante? No parece su estilo. Ella siempre fue, (en silencio) leal", comentó Olga, con toda la convicción de que hablaba de sí misma; Daniel le dijo del vínculo que unía a Olga con Karina, esa fuerza que siempre obligó a su esposa a protegerla; y que Felipe no le había dicho.
Felipe giró para mirarla. Olga sintió un escalofrío.
- "Pero hay algo curioso", dijo Felipe con voz baja. "Desde que tú volviste, empiezo a soñar cosas raras. Lugares donde nunca he estado. Voces. A veces escucho a alguien decir mi nombre cuando estoy solo", manifestó Felipe.
Olga se quedó inmóvil; tan quieta y en silencio, que se podía escuchar su respiración.
- "Hoy, soñé con ella. Con Karina. No como antes, no con su cuerpo sino con su mirada. Y esa mirada, (se acercó a ella, deteniéndose a pocos centímetros) era la tuya", expresó Felipe mirándola fijamente.
Olga contuvo la respiración.
- "¿Estás bien, Felipe?", preguntó Olga, volviendo en sí.
- "Lo estoy. ¿Y tú, Karina?", respondió Felipe.
El nombre cayó como un martillo en medio del silencio. Ella no reaccionó de inmediato. Por dentro, el corazón le golpeaba las costillas. Pero no retrocedió.
Felipe sonrió, apenas.
- "Tranquila. No pienso decir nada. Todavía", expresó Felipe, se apartó y fue hacia el salón.
Cuando llegó al salón, levantó en brazos a Emma, con una dulzura mecánica. Besó a la niña en la frente y le acarició el cabello a Facundo.
- "Vamos a cenar pronto", dijo Felipe, como si todo fuera normal.
Olga se quedó sola en la cocina, temblando.
Más tarde, cuando los niños durmieron y la casa se sumió en una falsa calma, Daniel entró en la habitación de huéspedes. Olga lo esperaba, sentada en el borde de la cama, los ojos encendidos de absoluta tensión.
- "¿Qué pasó?", preguntó él al verla tan pálida.
- "Felipe lo sabe", dijo ella. "Me llamó Karina. Dice que no lo dirá… por ahora", agregó.
Daniel se quedó de pie, sin hablar.
- "¿Estás segura de que no te está manipulando?", preguntó Daniel finalmente.
- "Siempre lo hace", dijo Olga, con la voz tensa. "Pero ahora tiene miedo, por eso creo que te invitó a quedarte. Si lo dijera, tendría que explicar cómo lo sabe. Qué hizo. A quién mató", agregó.
Daniel se acercó.
- "Entonces hay que aprovecharlo. Si no se atreve a hablar, podemos buscar pruebas. Algo que lo obligue a callar para siempre. Karina tenemos que terminar lo que empezaste", comentó Daniel.
Ella lo miró. Su nombre en sus labios sonaba a su destino.Y, sin embargo, también a la pérdida.
- "¿Aún me amas?", susurró ella.
- "Nunca dejé de hacerlo", respondió él.
Ella cerró los ojos. Y lo besó.
La lluvia golpeaba los cristales. En el piso de arriba, Felipe escuchaba, pero no se movía, solo sonreía, en la oscuridad.
