ADICTOS A MENORES

RAVENNA

Mi hermano y Helena se van mientras yo me quedo sola, me levanto de la silla para entrar a la tienda y buscar mi yogurt de fresa «mi favorito»

me bajo descansando en mis talones y estoy a punto de poner mis manos en el último yogurt que queda pero una manos pequeñas posan sobre el yogurt al mismo tiempo que yo hago lo mismo con la mía.

Sigo la mano con mi mirada hasta llegar a ver el rostro de su dueño…Es el. El niño hijo de la dueña, tiene 9 años, es muy lindo y es mi enemigo. Cada vez que viene me deja sin yogurt.

—Entonces ¿Cómo resolveremos esto? —pregunto con una sonrisa desafiante.

—Como siempre lo hacemos—me devuelve la sonrisa.

—¡Piedra, papel o tijeras! —entonamos en una sola voz, ambos sacamos papel—¡Piedra, papel o —alcanzo a ver que va a sacar tijeras.

—¡Tu madre! —voltea a ver y rápidamente cambió mi papel por piedra con una sonrisa. Si, lo sé, soy una tramposa.

—¡Tijeras! —entonamos de nuevo pero fue más astuto que yo y cambió su tijeras por papel rápidamente venciendo me.

—Siempre haces lo mismo—dice emitiendo una carcajada burlona mientras lo miro con el ceño fruncido.

—¡Ravenna aquí estás! —ashh mateo, alto, rubio ojos verdes, muy guapo pero su personalidad de mierda lo arruina todo. Aparece con su estúpida sonrisa y sus tres amigos detrás del están de papas, me levanto de golpe y el niño frunce el ceño—deberás te gusta competir, hasta por un yogurt.

—¿Qué quieres? —digo caminando hacia ellos.

—Solo queremos hablar, hermosa—me dice lamiendo sus labios y mirándome de pies a cabeza al igual que sus amigos.

El niño los sigues viendo con desagrado y Mateo se empieza a molestar.

—¿Qué me ves niño? Somos amigos, ¿No lo crees?—trata de acercarse a él pero le impido el paso.

—¿Nos vamos? —digo y se adelanta, me vuelvo al niño—Esta vez te deje ganar.

—Siempre lo haces—me dice con sarcasmo, le hago una mueca y me volteo para irme pero me toma por la esquina de mi blusa—¿De verdad son tus amigos?.

—¿Por que? ¿Te preocupas por mi? —sonrio.

—¡Claro que no! —dice cruzándose de brazos y volteando la cabeza a medio lado pero vuelve a voltear la lentamente .

—Nos vemos niño—me volteo para irme.

Salgo y los imbéciles aún me esperan.

—Al fin sales, hermosa—me dice extendiendo su manos esperando que la tome, no podría ganarles así que solo pienso en correr.

Corro lo más que puedo pero son mas rápidos que yo y antes de que pueda pasar el túnel me alcanzan, el miedo se apodera de mí y al parecer es muy fuerte por que lo siento. Mateo me toma del pelo y me tira al suelo haciéndome lastimar la cabeza.

—Te dije que serías mía—inmoviliza mis manos con las suya y mi corazón se acelera demasiado al igual que mi respiración.

—¡Amigo dijistes que compartirias! —replican sus amigos.

—Cierto, serás de nosotros, saca la cuerda—dice y trago grueso pataleando para poder librarme pero su fuerza sobrepasa la mía, no puedo hacer nada más que rogar por que alguien me salve aunque se que no será así—Yo seré el primero después van ustedes—habla después de atarme las manos.

Se quita el pantalón desesperadamente, al terminar saca una navaja y rompe mi pantalón al igual que la blusa.

—¡No!. ¡Por favor, te lo ruego! —trato de suplicar pero no sirve de nada cuando siento un inmenso dolor cuando entra a la fuerza en mi—¡¡Ahh!! —Así no es como imaginé mi primera vez, siento el frío del suelo acariciar mi rostro mientras mis lágrimas se deslizan por mis mejillas, me rindo y dejo de patalear pues hacerlo solo hace que me duela más. Sus jadeos se pierden con las risas de sus amigos.

—Creo que es mi turno—y así uno por uno entraron en mi, el último me tiró del pelo fuerte sacando el último aliento que tenía, cuando me soltó dejé caer mi cabeza contra el suelo frío provocando un corte en mi labio.

—¡¡Suelte la!! —escucho la voz del niño, tonto no debió venir aqui. —¡¡Malditos!! —no puedo ver bien pero parece que tiene un palo en la mano.

—¿Qué planeas hacer con ese niño? —le dice quitándole el palo y le hace señas a los amigos para que lo cogan.

—Nos vemos mañana y por favor. No nos evites—me susurra al oído.

—Dejalo ir—hablo con dificultad.

—Dejen al niño, nuestra chica se molestara si le hacemos daño—dice y se van..

—¿Estás bien? —me dice después de acercarse a mí sobre sus rodillas y no tarda en llorar.

Mis piernas tiemblan y me arde el entre pierna, tengo tanto asco de mi cuerpo ahora que no puedo levantarme para darme cuenta que en verdad todo esto pasó.

—Deja de lloriquear—digo sin aliento.

Se levanta y se va corriendo, no tarda en regresar con una manta suave que deja caer en mis piernas tapando mis nalgas.

Me levanto como puedo tapando la mitad de mi cuerpo. Mientras caminamos me tambaleo un poco por el dolor y siento su pequeña mano tomar la mía sin quitar la vista del frente y solloza.

—Ahora ya conoces mis nalgas—bromeo con una risita forzada.

—¡¿Cómo puedes bromear cuando estas así?! —grita llorando.

Camino a paso lento con la mirada perdida pensando en lo que paso y en que no quiero llorar por suerte llegamos a la tienda de su madre y nos sentamos en una de las mesas. El se levanta un momento y vuelve con un yogurt en la mano que me da.

—Creí que solo quedaba uno. –digo y siento la respiración agitada. ¿Por que?

—Lo guarde para ti —dice desviando la mirada y entonces..

—¡¡Ravenna!! —escucho la voz de helena quien viene corriendo con mi hermano. Eso lo explica.

Corren hacía a mi.

—¿Quien fue? —susurra mi hermana cuando se acerca a mi con la mirada baja.

—¿De qué hablas?.

—¡Sabes de lo que hablo! —grita y sus lágrimas se empiezan a deslizar por sus mejillas y las mías no tardan en salir. Alza la mirada y se queda perplejo ante mi condición. Helena me abraza y todos al igual que el niño rompemos en un llanto ruidoso.

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