Ella una divorciada de 40 años...
Él un rock star de 26... una pareja que no debía formarse, pero aun así... ambos luchan por su amor y la crítica publica.
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capítulo 5
Dos días después.
Los empleados de del restaurante de Rous no dejaban de hablar de la visita del cantante. Tanto así que Letty, la mejor amiga de Rous y socia del restaurante, se entero por las habladuría de los empleados y sin esperar se dirigió hasta allí, ya que ella solo iba unas cuantas veces a la semana.
Al llegar entró al restaurante justo antes de que Rous cerrara por la noche. Llevaba una botella de vino y una sonrisa cómplice en el rostro.
—Necesitamos hablar —dijo sin rodeos, levantando la botella como estandarte.
—¿Sobre qué? —respondió Rous con una mezcla de inocencia y sospecha mientras cerraba la caja registradora.
—No te hagas la loca. Sobre cierto rockero que te tiene flotando por la cocina desde hace dos días. No me mientas, Rous. Desde que lo viste, te brillan los ojos más que las luces de Navidad del centro.
Rous soltó una carcajada mientras colocaba dos copas sobre la barra.
—Letty, estás exagerando.
—¿Estoy? ¿En serio? ¡Amiga! ¡Estamos hablando de Liam Reed! El mismísimo dios de los escenarios, el vocalista que hace que hasta los pantalones más apretados se vean como una elección lógica de moda. ¿Y tú me dices que no hay nada que hablar?
Rous negó con la cabeza, entre risas y un leve rubor.
—No es tan simple. Fue un beso... y una conversación. Eso es todo.
Letty la miró con escepticismo mientras servía el vino.
—"Un beso", dice. Sí, claro. Y yo soy virgen de convento. ¿Por qué lo piensas tanto, Rous? ¿Has visto el cuerpo de ese chico?
—Letty…
—¿Qué? ¡Cariño! Si tú no lo haces, ¡yo me ofrezco como tributo!
Rous casi escupió el vino de la risa.
—¡Letty, por favor!
—Mira, no te estoy diciendo que te cases con él, pero si no te animas a conocer a alguien nuevo, vas a terminar rodeada de gatos viendo series románticas y comiendo helado los viernes por la noche. Y tú no eres esa mujer. Tú eres fuego, amiga, pero llevas años apagándote.
Rous suspiró, dejando la copa a un lado.
—No quiero hacer algo impulsivo. No soy una adolescente.
—Justamente por eso deberías hacerlo. Porque sabes lo que quieres, sabes lo que no quieres, y porque nadie debería decirte cuándo puedes volver a vivir. Además... —hizo una pausa dramática— ya quisiera ver la cara de Dereck cuando se entere que te estás dando una oportunidad con Liam Reed...
—Letty… no sería para que Dereck vea que ya lo superé.
—Lo sé. Pero aún así, sería delicioso. ¿Y qué si es más joven? Si los papeles estuvieran invertidos, nadie diría nada. Es más, lo aplaudirían por andar con una mujer mayor.
—No sé… ¿No te parece esto una locura?
—Por supuesto que sí. Pero las mejores cosas de la vida empiezan así. Una pizca de locura, una cucharada de atrevimiento... y una buena dosis de colágeno —dijo guiñando un ojo—. Además, tú sigues viéndote en tus treinta. ¡Estás increíble! ¿Sabes cuántas mujeres darían lo que fuera por que un hombre así las mirara como te mira él?
—Cuando supimos que Dereck estaba con una chica diez años menor, dijiste que eso era asqueroso…
—Sí, bueno, pero Dereck nunca me cayó bien. Tú sí me agradas. Y tú no estás abandonando a tu familia ni mintiendo. Además, un poco de colágeno natural no te vendría mal.
—Ay, amiga… ¿Qué haré contigo?
—Quererme. Y agradecerme cuando estés teniendo el mejor sexo de tu vida.
—¡Letty!
—¡Estoy bromeando! Bueno… en parte. Pero hablando en serio… ¿De verdad piensas cerrar esa puerta?
Rous bajó la mirada, jugando con el borde de su copa.
—No lo sé.
Letty apoyó su mano sobre la de ella, en un gesto más suave y sincero.
—Solo date la oportunidad. De vivir. De sentir. No tienes que prometerle nada a nadie. Solo… dejar que algo bonito pase. Y si no funciona, pues aprendiste algo. Pero si no lo intentas, siempre vas a quedarte con la duda.
Rous asintió con un nudo en el estómago. Sabía que su amiga tenía razón, pero las inseguridades eran viejas conocidas que no se callaban tan fácilmente.
***
Dos días después, mientras Rous revisaba los pedidos en la cocina, una de las meseras entró emocionada con una enorme caja de flores.
—Rous, esto es para ti.
—¿Para mí?
Rous se secó las manos y abrió la caja. Una hermosa mezcla de tulipanes blancos y rosas adornaba el interior. Había una pequeña tarjeta firmada con una caligrafía elegante y masculina. Al leerla, su corazón se aceleró.
> “No he dejado de pensar en ese beso.
Me gustaría volver a verte.
Esta vez sin que me eches de la azotea.
—Liam.”
Debajo del mensaje, estaba escrito su número de teléfono.
Rous se quedó en silencio, leyendo la nota una y otra vez como si no pudiera creer que era real. Letty entró justo en ese momento y al ver la escena, se cruzó de brazos con una sonrisa triunfal.
—¿Y bien?
—Él me escribió...
—¡Y tú me lo estás contando así como si nada! ¡Dame esa nota!
—Letty, por favor…
—“No he dejado de pensar en ese beso”, ¿ves? ¡Si eso no es una declaración en toda regla, no sé qué lo sea!
—No sé si debería escribirle.
—Ay, Rous… —Letty suspiró con fingida desesperación—. A veces me dan ganas de sacudirte. ¡Escríbele! O al menos contéstale con un emoji. ¡Algo!
—Es que no quiero apresurarme…
—¿Y si esperas demasiado y se rinde?
Rous no respondió. Guardó la tarjeta en el bolsillo de su delantal y continuó con su trabajo, pero todo el día tuvo una nube en la cabeza con forma de Liam Reed.
Esa noche, ya en casa, después de una ducha caliente y una taza de té, se sentó en su cama con el celular en la mano. Lo desbloqueó y volvió a leer el mensaje de la tarjeta. De fondo sonaba un viejo playlist de jazz que usaba para relajarse, pero ni las melodías suaves ni la lavanda del difusor podían calmar los latidos acelerados de su pecho.
Las palabras de Letty volvían una y otra vez a su mente: *“Date una oportunidad de vivir”*.
Rous apretó los labios y, con el pulso tembloroso, abrió la aplicación de mensajes. Escribió y borró varias veces. “Hola” le parecía muy poco. “Gracias por las flores” demasiado distante. “Yo también he pensado en ese beso” le sonaba demasiado atrevido.
Al final, se rindió a lo más simple y lo más sincero:
> Hola, Liam. Gracias por las flores. Me sorprendiste… en el buen sentido.
No había pasado un minuto cuando el celular vibró con la respuesta:
> Sabía que no te resistirías a los tulipanes. ¿Puedo invitarte a cenar? Esta vez yo cocino… o al menos intento no envenenarte.
Rous no pudo evitar reír. Sintió el calor subirle a las mejillas y, por primera vez en mucho tiempo, ese vértigo en el estómago que se había convertido en una especie de recuerdo lejano… volvió.
Y con una sonrisa que nacía desde lo más profundo de su alma, escribió:
> Acepto. Pero me encargaré de llevar el postre.