—Te quise cuando no te entendía, te ame incluso cuando no debía—
«•»
NovelToon tiene autorización de Muculu para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
/Los Amigos De Erick/
El camino hacia la cabaña parecía interminable. El silencio del bosque, entrecortado por el murmullo de los neumáticos sobre la carretera, me sumía en una especie de letargo. Erick, en cambio, parecía más animado con cada kilómetro que pasaba, como si estuviera regresando a un lugar que le traía cierta paz.
—Ya falta poco —dijo con una sonrisa mientras giraba el volante.
El auto empezó a ascender por un camino angosto de tierra, apenas iluminado por los faros. Los árboles se alzaban como gigantes oscuros a ambos lados, y las ramas parecían querer atraparnos con sus sombras. Yo, en silencio, no podía dejar de pensar en lo extraño que era todo. Hace apenas unas horas huía de él, y ahora estaba confiando en que realmente me protegiera.
Finalmente, después de un par de curvas cerradas, la cabaña apareció frente a nosotros. Era más grande de lo que había imaginado: hecha de troncos gruesos, con un techo inclinado cubierto de tejas oscuras y un par de chimeneas que soltaba humo. Había un par de luces cálidas en la entrada, lo que la hacía lucir acogedora en medio del frío de la noche.
—Bienvenido a mi refugio —dijo Erick con un aire de orgullo.
El auto se detuvo frente al porche, donde un hombre alto y fornido ya nos esperaba. Vestía una chaqueta negra y tenía una barba espesa. Su postura era rígida, como la de un soldado.
—Señor Erick —dijo el hombre inclinando ligeramente la cabeza. Luego su mirada se posó en mí, examinándome de arriba abajo—. ¿Este es Jacob?
Erick asintió.
—Sí. Es él.—dijo
El hombre me observó unos segundos más, como intentando evaluar si yo representaba un problema o no. Luego me tendió la mano.
—Soy Marco. Puedes confiar en mí.
Apreté su mano, aunque con cierta inseguridad. Sus dedos eran duros, ásperos, como si hubieran pasado toda la vida trabajando con armas o entrenando.
—Vamos adentro —dijo Erick, dándome un leve empujón hacia el porche.
Cuando entramos a la cabaña, el calor me envolvió de inmediato. La chimenea crepitaba en la sala principal, llenando el lugar con un olor a madera quemada. Había sofás de cuero, alfombras gruesas y estanterías repletas de libros. Parecía una mezcla entre una guarida y un hogar.
En la mesa del comedor, otro hombre estaba limpiando un rifle con calma. Era más bajo que Marco, delgado, pero con una mirada penetrante. Cuando nos vio, dejó el arma a un lado y se levantó.
—Erick —dijo con voz grave—. Llegaron más tarde de lo esperado.
—Hubo algunos problemas en el camino, Luis —respondió Erick. Luego me presentó—. Jacob, él es Luis, uno de mis hombres de mayor confianza.
Luis me dio un apretón de manos breve, casi mecánico, pero sus ojos me transmitieron algo distinto: una alerta constante, como si siempre esperara que alguien entrara por la puerta para atacarnos.
—¿Dónde está Sam? —preguntó Erick.
—En la parte trasera, revisando las cámaras de seguridad —respondió Luis.
No tardó mucho en aparecer. Sam era más joven que los otros dos, quizá unos veinticinco años, con cabello castaño y desordenado, y una sonrisa relajada que contrastaba con la seriedad de los demás.
—Así que tú eres Jacob —dijo, acercándose con un gesto amistoso—. No te preocupes, aquí estarás seguro.
Por primera vez desde que salimos del bosque, sentí un poco de alivio.
Erick puso una mano en mi hombro.
—Ellos son los únicos tres hombres en los que confío plenamente. Marco, Luis y Sam. Han estado conmigo desde hace años, y harían lo que fuera por mantenernos a salvo.
—Demasiado idealista de tu parte, jefe —dijo Sam riendo—. Pero sí, más o menos es cierto.
Todos se rieron un poco, incluso Erick, y el ambiente se volvió menos tenso.
Nos sentamos en la mesa, y Sam trajo una bandeja con café y pan recién horneado. El calor de la bebida me reconfortó, y por un momento casi olvidé todo lo que había pasado.
—Así que… —dijo Marco rompiendo el silencio—, ¿qué hiciste para que ese tipo te esté persiguiendo?
Erick me miró de reojo, como advirtiéndome que no dijera demasiado. Yo dudé unos segundos antes de responder.
—Es complicado… —murmuré.
Luis frunció el ceño, pero no insistió.
—Lo importante ahora —intervino Erick— es que Jacob estará bajo nuestra protección. Nadie lo tocará mientras yo esté aquí.
Las palabras de Erick resonaron en mi cabeza. ¿Realmente podía confiar en él? Me había hecho daño antes, me había perseguido como si yo fuera su presa. Pero ahora parecía dispuesto a arriesgarlo todo por mí.
—Jacob —dijo Sam mientras se recostaba en la silla—, sé que probablemente no quieras estar aquí, pero te aseguro que es mejor que estar allá afuera. Ese hombre que te busca… no es alguien contra quien quieras estar solo.
Yo bajé la mirada y jugué con la taza entre mis manos.
—No sé si pueda seguir huyendo —dije en voz baja.
Erick se acercó a mí, inclinándose un poco.
—No estás huyendo. Estás sobreviviendo. Y yo voy a asegurarme de que sobrevivas.
Por un instante, sentí que hablaba en serio. Sus ojos tenían esa determinación que no había visto antes, como si realmente estuviera dispuesto a cualquier cosa.
Después de comer, Erick me mostró la habitación donde me quedaría. Era sencilla: una cama grande con sábanas limpias, una mesa de noche y una lámpara. La ventana daba al bosque, y aunque la oscuridad me daba algo de miedo, la calidez de la habitación lo compensaba.
—Descansa —me dijo Erick antes de salir—. Mañana hablaremos más.
Asentí y me dejé caer en la cama, sintiendo el peso del día arrastrarme hacia el sueño. Pero antes de quedarme dormido, escuché voces apagadas en la sala.
—¿Estás seguro de que fue buena idea traerlo aquí? —preguntó Luis.
—Sí —respondió Erick con firmeza—. Haré lo que sea necesario para protegerlo.
—Ese "lo que sea necesario" puede costarnos la vida —dijo Marco.
Hubo un silencio largo, y luego la voz de Erick, suave pero firme:
—Entonces moriré antes que permitir que le hagan daño.
Mis ojos se abrieron de golpe. Sentí un nudo en la garganta. Me giré en la cama, mirando hacia la ventana. La oscuridad del bosque parecía menos aterradora en comparación con lo que acababa de escuchar.
¿De verdad Erick estaba dispuesto a morir por mí?
No lo sabía. Pero esa noche, en medio de la incertidumbre, me dejé llevar por el cansancio y me quedé dormido con esa pregunta en la mente.
...****************...