Safira, una joven de veinte años que no tiene más esperanzas en la vida. Tras un trauma en su infancia, su psicológico se vio afectado y como siempre mal tratada por quien le amaba y protegía, su capacidad de lucha se vio afectada.
Con una hermana mayor que es la preferida de su madre, pero vendida por su padre, a un hombre temido por todos, conocido por ser implacable y cruel. Samira acabará casada con Alejandro Torreto, que tampoco está nada contento con esta unión.
Ahora Safira tiene que descubrir qué hacer y confirmar por sí misma si la fama de los Torreto es un hecho o sólo una leyenda...
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21 capítulo
Alejandro
Alejandro: ¿Coelhinha?
Voy hasta la habitación. Está teniendo otra pesadilla, y parece incluso peor que la anterior, porque se revuelca mucho y llora, diciendo que no.
Alejandro: Coelhinha, hey, despierta.
Me golpea intentando liberarse de mis brazos, pero la abrazo con fuerza.
Alejandro: Soy yo, Alejandro. Soy yo. Abre los ojos, mírame.
Entonces abre los ojos, me ve y me abraza con fuerza.
Alejandro: Todo está bien. Estoy aquí. Estás a salvo.
Acaricio su cabello mientras ella sigue llorando, aferrada a mi camisa.
Alejandro: Solo fue una pesadilla, ya pasó.
Se queda agarrada a mí hasta que se calma.
Alejandro: ¿Ya estás mejor? Voy a volver a dormir.
Cuando me levanto, me mira y me sujeta del brazo.
Alejandro: ¿Todo bien, Coelhinha?
Entonces ella me suelta y asiente con la cabeza.
Salgo de la habitación cerrando la puerta. Su grito fue tan fuerte, el desespero tan real… No quiero pensar en eso ahora, lo dejo para mañana. Apenas despertemos, voy a aclararlo todo de una vez.
Me acuesto y, al poco rato, me duermo.
Safira
Después de buscar en Internet, me asusté aún más. Un tema llevó a otro.
No sé cómo, pero el celular entró en una página… ¡Dios mío, qué horror! Solo de recordarlo, que Dios me libre de algo así.
Lo apagué. Alejandro no ha regresado, ¿será que me va a dejar sola después de todo? Voy a la cocina, hago palomitas y me pongo a ver una película romántica en la TV: Yo antes de ti. Es hermosa, lloré mucho. Me gustaría tanto vivir un amor así… pero no tuve esa suerte, y creo que voy a morir sin saber lo que es el amor. Un amor capaz de todo. Solo quería que alguien me cuidara, me abrazara y nunca me soltara.
Miro la hora. Ya es tarde. Estoy asustada. Verifico que la puerta esté cerrada y corro las cortinas. Voy al cuarto, me cepillo los dientes y me meto en la cama. Me cubro por completo con las cobijas, como una niña con miedo al coco.
Safira, de verdad que no existes, pienso. Me siento sofocada y destapo mi cabeza. Veo la almohada que usó Ale, la tomo, huelo su aroma, la abrazo y pienso: Al menos la almohada me queda, y con su olor, me quedo dormida.
No sé cómo, pero regreso a la habitación de mi madre, y lo veo a él… ese hombre. Ya no soy una niña. Soy yo, ahora.
Entonces él se baja de encima de mi madre y viene hacia mí. Intento correr, pero me alcanza, me tira al suelo, rasga mi ropa y dice que volvió para terminar el trabajo. Grito desesperada, intento quitármelo de encima mientras lloro, le digo que no… hasta que escucho una voz lejana llamándome y siento unos brazos fuertes. Reconozco su olor, me pide que abra los ojos. Esa voz me guía fuera de la pesadilla. Veo a Ale ahí. Me aferro a él. Me dice que todo está bien, que solo fue una pesadilla. Escuchar los latidos de su corazón me calma.
Él dice que volverá a dormir, pero no quiero que se vaya. No quiero estar sola. Lo agarro del brazo. Me pregunta si estoy bien. ¿Con qué derecho puedo pedirle algo?
Lo suelto y asiento con la cabeza. Él se va.
Me quedo encogida en la cama. ¿Y si ese hombre regresa algún día? ¿Y si quiere terminar lo que no logró? No.
Después de todo lo que me hizo… es asqueroso. Corro al baño y vomito en el inodoro. No quiero recordar. No quiero.
Decido tomar una ducha para calmarme. Me cepillo los dientes y me siento en la cama. Sé que no podré dormir. Abro la puerta lentamente para ver dónde está Ale. Lo veo durmiendo, sobre un colchón en la alfombra. Regreso al cuarto, tomo una almohada y una cobija, y me acuesto a su lado, mirándolo hasta que logro dormir.
Alejandro
Me despierta la luz del día que se cuela por la cortina. Veo a Samira dormida a mi lado, sobre la alfombra, por encima de la cobija. Lleva puesta una camisa mía y un pantalón de buzo. ¿Por qué vino a dormir aquí? ¿Tuvo otra pesadilla?
¿Tuvo miedo? ¿O será otra táctica para atarme más a ella?
Se despierta y al ver que la estoy mirando, se pone incómoda, se levanta y empieza a recoger las cobijas. Le sujeto las manos.
Alejandro: Samira, ¿qué quieres de mí?
Ella hace una cara que no entiendo. Me levanto.
Alejandro: Háblame. Sé que hablas, te escuché anoche.
Ella se muestra sorprendida.
Alejandro: Deja de mentirme.
La veo tomar las cobijas y alejarse. Voy tras ella.
Alejandro: Sé que estás mintiendo.
Ella niega con la cabeza.
Alejandro: Sé todo. Sé lo de tu madre.
Sus ojos se llenan de lágrimas.
Alejandro: Entonces, es verdad.
La sujeto por los brazos.
Alejandro: Todo fue un engaño. Me mentiste todo el tiempo.
La suelto. Ella intenta tomarme del brazo.
Alejandro: No me toques. No me gustas. Esa cara tuya de inocente… Pensaste que soy estúpido, pero no lo soy. No
te quiero más aquí. Voy a hacer tus maletas y te llevaré lejos.
Ella llora e intenta explicarme con gestos, en vano.
Alejandro: No entiendo. Háblame como una persona normal.
Se acerca, me toma del brazo.
Alejandro: Quita esas manos sucias de mí.
Entonces se aleja, mirándome con tristeza.
Abre la puerta y sale corriendo.
Alejandro: ¡Vuelve aquí, Samira!
Tomo una camisa, me la pongo y salgo. Pero no la veo.
Mierda… Me paso las manos por la cara y camino de un lado a otro. Me mintió. Mi padre tenía razón. Pero no puedo dejarla ir sin que me explique todo. Podría lastimarse en el bosque. ¡Y encima salió descalza!
Alejandro: ¡Samira!
Salgo a buscarla, gritando su nombre.