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Mi Mafioso Posesivo

Mi Mafioso Posesivo

Status: Terminada
Genre:Yaoi / Mafia
Popularitas:664
Nilai: 5
nombre de autor: Raylla Mary

Dimitri Volkov creció rodeado por la violencia de la mafia rusa — y por un odio que solo aumentaba con los años. Juró venganza cuando su hermana fue obligada a casarse con un mafioso brutal. Pero lo que Dimitri no esperaba era la mirada fría e hipnotizante de Piotr Sokolov, heredero de la Bratva... y su mayor enemigo.

Piotr no quiere alianzas. Quiere a Dimitri. Y está dispuesto a destruir el mundo entero para tenerlo.

Armas. Mentiras. Deseo prohibido.
¿Huir de un mafioso obsesionado y posesivo?
Demasiado tarde.

NovelToon tiene autorización de Raylla Mary para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 20

Finalmente Suyo

Después del beso, Alexei sujetó el rostro de Demitre por unos segundos más.

Sus ojos todavía estaban oscuros, pero ahora había algo más allí…

hambre.

Deseo bruto, primitivo.

— Necesitas descansar — dijo, intentando contener el instinto que gritaba por más.

Sin dejar espacio para la discusión, Alexei lo llevó de vuelta al cuarto, guiándolo con la mano firme en su nuca, como si todavía lo estuviera marcando.

— Mañana conversamos sobre todo eso.

Pero de lo que pasó esa noche, Demitre no conseguiría conversar.

Ni explicar.

Ni olvidar.

Se acostó. Intentó dormir. Pero el cuerpo estaba en llamas.

Las imágenes del beso.

Las palabras posesivas.

La forma como Alexei lo empujó contra la pared.

Aquella mirada.

Aquel maldito bóxer negro que él usaba.

Demitre cayó en un sueño inquieto y caliente.

Y entonces vino el sueño.

Alexei lo sujetaba contra la pared de nuevo, pero esta vez… el beso era más profundo, más salvaje, más indecente.

Las ropas desaparecían entre caricias y gemidos roncos.

La boca de Alexei exploraba cada pedazo de su piel, y él susurraba en ruso, promesas sucias y posesivas.

Demitre gritaba su nombre… y se entregaba.

Él despertó.

Mojado de sudor. Jadeante. Erecto.

La respiración venía en ondas. La sábana pegada al cuerpo.

La excitación dolía.

El deseo gritaba.

Él no dudó.

Salió del cuarto. La madrugada fría de la mansión contrastaba con el calor que quemaba dentro de él.

Paró en frente de la puerta de Alexei.

Golpeó una vez.

Nada.

Giró el pomo.

La puerta estaba abierta.

Entró.

Alexei dormía de lado, solo en bóxer, los músculos definidos iluminados apenas por la luz baja de la lámpara.

La sábana descendía hasta la mitad del muslo.

La respiración era lenta, aunque pesada.

Un rey adormecido. Peligroso hasta en los sueños.

— Alexei… — Demitre susurró.

Alexei abrió los ojos despacio.

Y cuando vio el estado de él — el sudor, los ojos dilatados, el miembro erecto bajo el pijama fino — el Dom se sentó lentamente en la cama.

— ¿Demitre…?

— Yo… no consigo más esconder. — la voz salió trémula. — Yo soñé contigo. Con la forma como me tocas. Con la forma que me posees hasta en mis pensamientos.

Alexei se levantó.

Y allí, frente a frente, los dos estaban desnudos de armaduras.

— Di lo que quieres, Demitre.

Demitre anduvo hasta él, parando a centímetros.

— Me posees.

Me haces tuyo.

Ahora.

Los ojos de Alexei oscurecieron una vez más.

Pero esta vez no por furia.

Por deseo.

Él no necesitó de más palabras.

Sus labios tomaron los de Demitre con hambre y reverencia.

Las manos corrieron por el cuerpo de él, explorando cada curva, cada estremecimiento.

El toque era caliente, pero firme.

Respetuoso y dominador.

Allí, en aquella madrugada,

no hubo miedo.

Solo entrega.

Y fuego.

Demitre gimió su nombre más de una vez.

Y Alexei hizo de él lo que prometió desde la primera mirada:

suyo.

Por completo.

Y cuando los cuerpos se calmaron y el silencio volvió, Alexei lo jaló para acostarse en su pecho.

— Tú eres mío. Ahora y siempre.

Demitre cerró los ojos y, por primera vez, no luchó contra eso.

Porque él también era de Alexei.

Y amaba pertenecer a él.

La luz de la mañana filtraba suavemente por las cortinas pesadas del cuarto.

Demitre abrió los ojos despacio. El cuerpo todavía dolorido por las marcas del placer de la noche anterior. Sentía el pecho desnudo y caliente de Alexei bajo su rostro, y los brazos de él envueltos en su cintura, como si el mundo entero estuviera del lado de afuera y allí fuera su refugio.

Ellos estaban completamente desnudos, entrelazados en las sábanas arrugadas por el deseo.

Demitre sonrió leve.

Por primera vez, él se sentía entero.

Perteneciente.

Pero entonces…

La puerta se abrió.

Sin anuncio. Sin permiso.

Uno de los seguridades de Alexei entró con una tablet en la mano, apresurado, como si tuviera informaciones urgentes.

Pero se congeló al ver la escena.

Demitre todavía medio adormecido, desnudo, envuelto en el cuerpo del Dom.

Alexei acostado, sin cubrir nada además de la pierna.

La visión era clara. Intensa. Íntima.

Silencio.

El mundo pareció parar por un segundo.

Alexei abrió los ojos.

Y en aquel instante…

ellos oscurecieron.

La calma dio lugar a la tormenta.

El aura del Dom prellenó el cuarto como una fuerza invisible y sofocante.

El seguridad intentó desviar la mirada, tragando seco.

Pero era tarde.

La muerte ya estaba allí.

Y ella venía por los ojos de Alexei.

Demitre se sentó, jalando la sábana para cubrirse rápidamente, pero Alexei ni se movió.

— Tú viste. — la voz de él cortó el aire como una lámina fría. —

Tú viste lo que nadie jamás debería ver.

— P-perdone, señor… yo… — el seguridad comenzó a retroceder.

Alexei se levantó de la cama, desnudo, como un rey que no necesitaba de armadura para imponer miedo.

Cada paso era lento. Controlado.

Pero la mirada…

aquello no era más un hombre.

Era la sentencia.

— Yo avisé… — su voz era baja, pero cargada de furia silenciosa — que nadie podría ver lo que es mío.

Demitre, todavía sorprendido, colocó la mano en el pecho de él.

— Alexei… no es culpa de él. Él no sabía…

Alexei sujetó la barbilla de Demitre con firmeza, pero sin agresividad, y lo miró a los ojos.

— Tú eres mío, Demitre.

Y quien te ve…

me hiere.

Quien te desea…

me provoca.

Y quien osa invadir lo que es mío…

muere.

El seguridad retrocedió más un paso, sudando frío.

— Sáquenlo de mi frente. — Alexei dijo, ahora volteándose para uno de los hombres en la puerta.

— Alexei, por favor… — Demitre sujetó su brazo. — Yo te imploro… no haga eso. Él no sabía. Él no tocó. Solo vio. Nada más.

Alexei paró.

Su mandíbula rechinaba. Los ojos todavía oscuros.

Pero entonces… él respiró hondo.

Hizo lo impensable. Cedió.

— Que él sea transferido. Ahora. Para la base de Siberia.

Quiero él fuera de mi casa en veinte minutos.

— Sí, señor. — respondieron al unísono.

Cuando la puerta se cerró, Alexei volvió a acostarse, jalando a Demitre para sus brazos con fuerza.

— Yo no quiero dividirte ni con el viento. — murmuró, con la voz ronca.

— Entonces no me sueltes. Nunca. — respondió Demitre, acostando la cabeza en el pecho de él.

Y allí, en el silencio poscaos, ambos sabían:

A partir de aquel día, no había más vuelta.

Ellos pertenecían uno al otro.

En la piel, en la sangre… y en la locura.

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