Antonella Bernal creyó en las fábulas románticas cuando contrajo matrimonio con Dreiner Ballesteros, su pareja de la universidad. Provenía de una familia humilde de clase media, mientras que él, aunque de antecedentes similares, tenía un ansia desmedida por el éxito. Esta ansia lo impulsó a trabajar sin cesar, lo que permitió que su pequeño negocio floreciera hasta transformarse en una empresa de renombre.
Todo empeoró el día que Paloma Valencia llegó a sus vidas. Heredera de un consorcio hotelero, Paloma era joven, hermosa y llena de confianza. Durante una reunión para firmar un contrato millonario, Dreiner dedicó la velada a elogiarla, dejando a Antonella en un plano secundario. La humillación la atravesó como un cuchillo.
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CAPITULO 19
CAPITULO 19.
DÍAS DESPUÉS.
El titular apareció en la pantalla de Antonella mientras saboreaba su café de la mañana.
“¡Boda inesperada! Dreiner Ballesteros y Paloma Valencia anuncian su compromiso,” proclamaba en letras grandes sobre una imagen de ambos sonriendo hacia las cámaras. Más abajo, con un tono más especulativo, el portal digital agregaba: “Rumores sobre un posible embarazo: la adinerada heredera fue vista saliendo de una clínica de maternidad acompañada por el empresario.”
Antonella levantó una ceja. Era uno de esos sitios de noticias que mezclaban verdades a medias con falsedades, pero esta vez, todo parecía encajar. El casamiento imprevisto. La conexión con una familia poderosa. La protección legal. Y ahora, la posibilidad de que esa mujer estuviera esperando un bebé…
Sintió cómo el miedo la invadía. Si Paloma estaba en estado, fue porque ella —Antonella— había cambiado el destino cuando regresó a la vida. Y ahora, lo que en su momento fue su lugar, lo ocupaba otra persona.
Sostuvo la taza con tanta firmeza que escuchó un leve crujido de la cerámica.
—Así es como se deshizo de todo —murmuró—. Los Valencia… por supuesto.
Sin embargo, eso no era lo único que la perturbaba. Deslizó su dedo por la pantalla y se topó con otra noticia que le causó un nudo en el estómago.
“Accidente desafortunado. El empresario Mauricio R. muere quemado tras caer de un acantilado con su coche.” El artículo era breve. Pocas líneas. Demasiado sospechoso.
El vehículo había sido encontrado destrozado, el cuerpo no se podía reconocer, pero había documentos que confirmaban su identidad. Su familia estaba de luto, la policía indagaba sobre un posible suicidio.
Antonella no lo creyó ni por un instante.
—Fuiste tú… —murmuró, su voz llena de veneno.
Dreiner lo asesinó. Mauricio había sido su compañero. También fue quien, haciéndole caso, presentó las pruebas falsas en su contra, fue parte de su desgracia. . . Y ahora estaba muerto, se sentía culpable de aquella muerte, pues fue ella quien lo inculpo del robo a la cuenta de suiza.
Se levantó con determinación y tomó su teléfono. Llamó a Clara, su asistente.
—Necesito que me consigas la dirección de la funeraria donde están velando a Mauricio. Conozco a su esposa… tengo que ir.
—¿Estás segura?
—Sí.
Horas más tarde, vestida de negro con un atuendo sencillo, llegó al lugar. Había pocas personas allí. La sala era oscura, el ambiente impregnado de un olor a flores marchitas y tristeza. En el centro, un ataúd cerrado. Frente a él, una mujer sola, llorando en silencio.
—Fabiola… —dijo Antonella con suavidad al acercarse.
La mujer levantó la vista lentamente.
—Antonella… no creí que vinieras.
—Después de todo lo que ha pasado entre nuestras familias… somos comadres. Naturalmente iba a venir. ¿Cómo estás? ¿Y los niños?
—Con mis padres. Están destrozados… esto fue tan inesperado. No lo vimos venir.
Antonella tomó su mano con ternura. Lamento profundamente lo que has perdido. Si necesitas algo… puedes apoyarte en mí.
Fabiola asintió con lágrimas en los ojos.
—Gracias… no puedes imaginar lo complicado que ha sido. Mauricio nos dejó sin casa y sin dinero. Si Dreiner no hubiera ofrecido su ayuda, estaríamos completamente perdidas. Él… nos ayudó a recuperar la casa. Su bondad fue impresionante, a pesar de todo lo que sucedió.
Antonella sintió que algo se rompía en su interior.
—¿Cómo es posible? Ustedes tenían finanzas estables, inversiones. . .
—Eso pensaba. Pero parece que Mauricio lo perdió todo. No nos lo comunicó. Se dice que se sentía culpable… y que por eso… —se detuvo, sobrecogida por las emociones—. Que por eso tomó la decisión de acabar con su vida.
Mentiras. Todo era una farsa, pensó Antonella. Dreiner no solo le había quitado la vida a Mauricio. Ahora se presentaba como un salvador ante la viuda y los huérfanos. El torturador disfrazado de héroe.
Antonella abrazó a Fabiola una vez más, después se dio la vuelta y se fue sin mirar atrás.
Cuando salió, la luz del sol le llegó a la cara. Se detuvo, sacó su teléfono y marcó con firmeza.
—Camilo. Estoy en camino a tu oficina. En este momento.
—¿Qué ha sucedido?
—Mucho. Demasiadas cosas. Y necesitamos actuar antes de que sea demasiado tarde.
Colgó sin esperar respuesta.
La oficina de Camilo estaba en penumbras, como si la densa nube gris que cubría la ciudad hubiera entrado por las ventanas. Antonella permanecía callada. Tenía el móvil en las manos con la noticia sobre el presunto suicidio de Mauricio. La luz de la pantalla reflejaba su rostro abatido.
—No puede ser… —susurró—. No puede haberse quitado la vida. No Mauricio.
Camilo cerró la puerta y se acercó con calma.
—No fue él —dijo con seguridad—. Todo indica que es Dreiner.
—Y nadie actúa. Nadie se atreve a enfrentarlo. ¡Ahora es un maldito príncipe apoyado por los Valencia! —gritó de repente, su voz temblando por la frustración—. ¿Cuántas vidas más tiene que arruinar para que alguien lo detenga?
Sus ojos brillaban, no por ira, sino por las lágrimas que intentaba contener. Se dejó caer en el sofá y cubrió su rostro con las manos. No era fácil verla así. Ella, tan fuerte, tan decidida… estaba destrozada.
Camilo se colocó de rodillas frente a ella.
—Antonella… —le habló con dulzura, sorprendiéndola—. Has hecho más que suficiente. Tal vez ya es tiempo de pensar en ti, no en él.
Ella lo miró, sus ojos rojos y llenos de dolor.
—¿Crees que debería darme por vencida?
—Creo que mereces paz —susurró—. Podrías marcharte. Empezar de nuevo lejos de todo este sufrimiento. Dejar atrás lo que fue.
Ella movió la cabeza con rabia.
—¿Y dejar que él triunfe? ¿Podría dormir tranquila mientras él celebra? ¿Mientras vive como una familia feliz con la maldita que me lo quitó todo? ¡No! No puedo, Camilo. No podría soportar saber que él sigue libre.
Camilo bajó la vista, conteniendo su frustración. Luego levantó la cabeza y la miró fijamente.
—Los hombres como Dreiner se autodestruyen. No tardará en engañar a esa mujer también… —hizo una pausa—. Y cuando eso suceda, caerá.
Los ojos de Antonella se abrieron. Algo encajó en su mente.
—Eres un genio… —susurró, incorporándose.
—¿Por qué dices eso?
Ella no respondió. Simplemente empezó a moverse por la oficina, considerando la idea.
—Tengo un plan… uno que no fallará.
Camilo se levantó, observándola intensamente.
—No solo quiero ayudarte, Antonella. No es solo por el caso.
Ella se volteó hacia él, confundida.
—¿Entonces por qué?
—Porque me importas. Porque me gustas. Y si me das la oportunidad, podría demostrarlo.
Antonella contuvo el aliento. No esperaba eso. Lo miró con una mezcla de sorpresa y ternura.
—Camilo… eres increíble. Guapo, astuto, leal. Pero… no puedo confiar. No después de lo que he vivido. Para mí, el amor es imposible, yo ya no puedo sentirlo.
Él se acercó un poco más, con tranquilidad.
—No deseo que me ames. Solo quiero estar a tu lado. No te voy a pedir nada… solo que no me alejes de tu vida ahora que conoces mis sentimientos.
La tomó de las manos suavemente. Ella no se movió.
—Puedo ser paciente, Antonella. Pero no puedo engañarte… desde el primer día he querido besarte.
Sin pensarlo, acercó sus labios a las manos de ella. Un beso tranquilo, lleno de respeto. Ella cerró los ojos, sintiendo su corazón latir fuertemente, como si quisiera liberarse.
Cuando los volvió a abrir, Camilo estaba muy cerca. Sus respiraciones se mezclaban. Sus cuerpos decían más que las palabras.
Él la agarró firmemente por la cintura. Ella permaneció inmóvil.
—Dime que me detenga —le dijo él en voz baja.
Pero ella no hizo eso. Se inclinó hacia él para besarlo. Con deseo. Con pasión. Con anhelos acumulados en un solo momento. Camilo respondió con la misma intensidad, abrazándola fuertemente, y el resto del mundo desapareció.
No había nada más que ese instante.
Las manos se exploraban, los labios seguían juntos. Se entregaban el uno al otro, consumiéndose.
Hasta que…
toc-toc.
Un golpe brusco en la puerta los sacó de su ensoñación.
Ambos estaban sin aliento. Antonella se apartó de repente, como si despertara de un sueño. Se arregló el cabello y retrocedió, sonrojada.
—¿Quién es por el amor de dios…? —murmuró Camilo, molesto.
Abrió la puerta de repente.
—¿Qué pasa, Marta?
—Lo siento, señor… pero tiene una reunión en cinco minutos.
—¡Que espere!
—El cliente ya llegó.
Antonella vio su oportunidad y tomó su bolso, dirigiéndose hacia la puerta.
—Nos veremos más tarde, Camilo —dijo, sin atreverse a mirarlo a los ojos.
Y salió casi corriendo, con el corazón acelerado.
Camilo al cerrar la puerta tras ella, se apoyó contra la pared y exhaló un suspiro tembloroso.
¿Qué había hecho?
Sintió un escalofrío recorrer su piel. Aún recordaba sus labios, sus manos y su fragancia. Pero lo que más le inquietaba era esa pequeña voz dentro que le decía:
"No fue solo deseo. Fue algo más profundo. "
BUENO MIS QUERIDAS LO PROMETIDO ES DEUDA, AQUI LES DEJE SU PEQUEÑO MARATON, ESPERO QUE LO DISFRUTEN, LA HISTORIA SE ESTA PONIENDO CADA VES MEJOR, QUE PIENSAN DE CAMILO, SERA CAPAZ DE SANAR EL CORAZON HERIDO DE ANTONELLA O ELLA SE NEGARA A TENER OTRA OPORTUNIDAD. ESPERO SUS COMENTARIOS.......
BESOS A TODAS