Rebeca Giordano es una joven de familia adinerada completamente enamorada de Leonardo Ferrari quien siente odio y aversión por ella. Está enamorado de la joven Fiorella Moretti y hace todo lo que la mujer quiere sin saber quién es realmente. En su vida pasada, Rebeca hizo todo por Leonardo, todos en su círculo social sabían lo mucho que lo adoraba y hacía todo por él mientras que a él ni siquiera le importaba ella. Se casarían por voluntad de su abuela y por negocios comunes. En su vida anterior, él la descuidó y terminó muriendo. Sin embargo, en esta nueva vida, ella renace y hace todo diferente, incluso poner a su ex en su lugar, sorprendiendo a todos, incluido Leonardo.
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Capítulo 20
Rebeca narrando...
La noche era perfecta, muchas risas y un ambiente agradable. Mauricio sabía cómo complacer a alguien; era lo opuesto a Leonardo, quien cuando salíamos pasaba más tiempo al teléfono que hablando conmigo, ni siquiera prestaba mucha atención a mis conversaciones. La verdad es que a él no le importaba yo. Era diferente estar con alguien que me escuchaba y hablaba conmigo; yo estaba suelta, feliz y muy satisfecha.
Mauricio:_¿Bailamos?
Rebeca:_Claro.
En cuanto llegamos a la pista de baile, empieza a sonar un tango.
Mauricio me mira y sonríe.
Bailamos como si no hubiera un mañana. Adoraba bailar y había tomado muchas clases de baile, y Mauricio era un compañero de baile maravilloso.
Cuando la música terminó, los dos permanecimos cerca, jadeantes, como si el tiempo se hubiera detenido. Los aplausos estallaron por el salón, but nosotros solo teníamos ojos el uno para el otro.
Cuando finalmente nos dimos cuenta de los demás, nos sonreímos, miramos a nuestro alrededor y vimos que todos se habían detenido para vernos.
Rebeca:_Qué vergüenza, paralizamos el restaurante.
Mauricio:_Señal de que somos excelentes bailarines.
Aquella mirada intensa de nuevo. Este hombre era fascinante; apenas lo conocía y ya estaba encantada. ¿Qué me está pasando?
Después de nuestro baile, él paga la cuenta y nos vamos. Salimos del restaurante hablando de todo y de nada al mismo tiempo, y riendo mucho.
Momentos después llegamos a mi casa.
Mauricio:_Me gustó mucho.
Rebeca:_A mí también, hacía tiempo que no me sentía tan bien. Gracias, Mauricio.
Mauricio:_¿Y cuándo me concederás el honor de tener tu compañía de nuevo?
Rebeca:_Cuando quieras.
Mauricio:_¿Mañana entonces?
Le sonrío.
Rebeca:_Llámame y vemos, ¿de acuerdo?
Mauricio sonríe.
Se acerca a mí y me da un beso en la mejilla.
Mauricio:_Buenas noches, Rebeca.
Rebeca:_Buenas noches, Mauricio.
Se aleja para entrar en el coche, lo observo abrir la puerta.
Rebeca:_¿Mauricio?
Se vuelve hacia mí, parece una escena de telenovela. Corro hacia él y le doy un beso que pondría celosa a cualquier protagonista.
Se sorprende el primer segundo, pero enseguida corresponde, sujetando firme mi cintura, profundizando el beso como si el mundo entero hubiera desaparecido. Mi corazón se dispara, mis manos tocan su rostro y, por un instante, me olvido de todo: de los problemas, del pasado, de Leonardo… solo existimos nosotros dos.
Cuando nos separamos, jadeantes, él sonríe de esa manera ladeada e irresistible.
Mauricio:_Si esto fuera una telenovela… querría repetir esta escena todos los días.
Esbozo una media sonrisa, aún sintiendo su sabor.
Rebeca:_Pues prepárate, Mauricio… porque esta telenovela apenas ha comenzado.
Dios mío, ¿de verdad dije eso?
Él ríe, pasa el pulgar por mis labios como si quisiera grabar aquel momento y, antes de irse, se inclina una vez más.
Mauricio:_Buenas noches, señorita Giordano.
Y se va, dejándome allí, con una sonrisa tonta en el rostro y el corazón acelerado.
Me quedo parada allí unos segundos, viendo su coche desaparecer por la calle. Aún siento el sabor de aquel beso, el calor de sus manos en mi cintura y la forma en que me miró… como si yo fuera lo único importante en aquel instante.
Entro en casa con el corazón desbocado, una sonrisa que intento ocultar, pero no puedo. Subo las escaleras casi flotando, me tiro en la cama y miro al techo, recordando cada detalle. No podía creer que yo hubiera tenido la iniciativa de besarlo; nunca fui así, siempre fui tímida y recatada, y ahora simplemente tomo la iniciativa de besar a Mauricio Santoro en nuestra primera cita.