MADHOUSE

—Aerin... ¿Estás aquí?

Yacía en el despacho de mi área, escribiendo sobre la libreta mientras planeaba los informes que debería entregarle al señor Park dentro de una semana. Me había adaptado bien al entorno y a la rutina, también aprendí a medir mi paciencia gracias a los pacientes que jugaban con mis límites así cómo se estira una banda elástica sin dejar que se rompa.

Les divertía y lo sabía.

Noté cambios en ellos, leves, pero cambios al fin, tanto en la manera de comunicarse conmigo, cómo entre ellos.

El primer día de mi llegada apenas y hablaban, y ahora eran capaces de mantener una conversación —a su manera— e incluso de bromear y reír de manera genuina.

Salí de mi trance cuándo oí los tres golpes sobre la puerta y la voz de Han al otro lado preguntando por mi.

—Si, adelante Nelly.

Ante mi respuesta, la rubia entró y me sonrió.

—¿Trabajando incluso en tus descansos?

—Trato de no saturarlos con las terapias, es más descanso de ellos que mío —respondí — sólo completo los informes para Park.

—Y pensar que Jisu pasaba horas y horas en terapias sin sentido —dijo Nelly —. ¿Quieres ir por un café?

Miré el reloj sobre la pared, era media tarde, no había excusa para decir que no. Además desde la última charla con Han las cosas se habían alivianado, al menos ya no me miraba con asco.

—Claro —asentí.

Me puse de pie con mi libreta en mano y seguí a Han a través de los pasillos en dirección al comedor. Sentí un peso en el pecho al dejar atrás el nivel 3, pero ignoré el pensamiento porque no tenía nada de qué preocuparme.

Todo estaba en control.

Le pedí un café negro a la cocinera cuándo pisamos la cafetería. Había un par de enfermeros y médicos allí, supuse que también en sus momentos de descanso. Nos sentamos en unas de las mesas redondas junto a la ventana hacia el patio delantero.

La rubia sorbió de su cortado y mordió el croissant con ganas, poniendo los ojos en blanco cómo si acabara de engullir el alimento más delicioso de su vida.

—La comida de éste lugar podrá ser lo más parecido a los puré rancios y arroces quemados de un penal —dijo — pero joder, los croissant de Mery si que lo valen.

—Si... Los menú de hospital son todos iguales —suspiré — recuerdo lo que tuve que luchar en pediatría para que los niños comieran su comida, a base de sobornos con gelatina y gomitas de vitamina cómo postre.

Silencio absoluto, sólo la oí a Nelly masticar.

—Debió ser duro —dijo al cabo de los minutos.

—Si... Cuándo trabajas con niños encuentras aquel lado débil qué no creés tener —observé mi café — no son más que criaturas inocentes sufriendo lo que ni siquiera un adulto debería.

—¿Y por qué enfermería psiquiátrica? —ella frunció el ceño, con la boca llena de croissant — quiero decir ¿por qué no otra carrera?

—No lo sé, simplemente la escogí gracias a una beca —respondí — en parte siento que fué a partir del descubrimiento de la enfermedad de mi hermano, pero... Siento cómo si en otra vida hubiera sido enfermera. La psiquiatría siempre me pareció interesante.

—Si... Tienes pinta —asintió.

—¿Pinta de qué? —dije extrañada.

—De tragalibros.

...«Y tú de zorra tragaleche»...

—Admito que era bastante nerd en secundaria —me hubiese encantado decirle lo que pensaba, pero prefería evitar conflictos — ¿y tú por qué enfermería psiquiátrica?

Han se tomó su tiempo antes de responder.

—En realidad fué mi padre quién me obligó a estudiar, tenía muchos contactos que le debían "favores" dentro de la universidad de medicina y me consiguió una beca completamente paga —dijo — si hubiese sido por mí, habría trabajado en la empresa de mi padre o viviría de sus bienes.

...«Me retracto, pinta de típica hija de papi»...

—Aunque gracias a mi padre Eun salió de la prostitución —confesó.

—¿Prostitución? —frunciste el ceño.

—Si, ella no lo llamaba prostitución pero se acostaba con empresarios y famosos por miseria, claro que era prostituta —dijo — ahora se acuesta con los médicos de terapia en los cuartos de descanso.

...«Bueno... La tragaleche resultó ser Eun, aunque admito que tiene la cara»...

Nelly se calló la boca y siguió comiendo, mirando su celular con cierto interés.

Aproveché para abrir la libreta y escribir algunas ideas de terapias que tenía en mente, algo que quizás me ayudaría a descubrir más de mis pacientes y las razones de sus estadías allí, necesitaba sus pasados.

—¿Qué escribes? —preguntó una curiosa Han.

—Sólo algunos métodos que pueden ayudar —respondí con desinterés — ¿de casualidad sabes cómo eran las terapias de Jisu?

La rubia asintió y se limpió las migas de croissant de la boca.

—Se pasaba horas y horas sentada individualmente con cada paciente, yo estuve ahí un par de sesiones —respondió — jamás ninguno de los pacientes habló una palabra, se mantenían completamente callados y realmente me sorprendió el hecho de que te hayan hablado el primer día.

—¿De verdad? Porque tanto Ethan cómo Jake son bastante charlatanes —me crucé de brazos.

—Ni siquiera ellos —negó — evitaban tomar sus medicamentos, seguridad tenía que controlarlos al menos tres veces al día. Jisu quedaba realmente agotada al final de la jornada.

—Bueno, al menos es un indicador de que algo estoy haciendo bien... ¿No?

Han no respondió de inmediato, sorbió de su café con una actitud demasiado desesperante.

—Bueno... Ciertamente es algo nuevo...

...«Qué respuesta tan extraña...»...

Continué escribiendo, por el rabillo del ojo percibí a Han inclinarse hacia adelante sobre la mesa para husmear mi libreta y le eché una mirada a través de mis cejas.

—¿Éso está permitido? —habló al fin, refiriéndose a uno de los puntos escritos.

—Hyun me hizo la misma pregunta cuándo saqué a Adrian al jardín para una terapia —suspiré.

—¿¡Siquiera está permitido sacar del hospital los pacientes del Área Roja!? —ella pareció sorprendida.

—Si está permitido o no, no lo sé —respondí con sinceridad, cerrando la libreta — pero sí sé que tengo el permiso de Park para implementar mis métodos a las terapias. Ya lo dijiste, el trabajo de Jisu no fué eficiente... El mío sí lo será, y lo está siendo.

Observé el reloj de mi celular cómo si realmente me interesara la hora, en realidad ya quería irme de allí.

Hice una mueca cómo si se me hubiese ido el tiempo y me pusiste de pié.

—Perdona Nelly, tengo que volver —sonreí con cierta falsedad — gracias por el café y la charla, es entretenido tener una amiga aquí adentro.

...«Tampoco tan amigas...»...

Y me fui.

...~~ ⋆ ⭒✧⭒ ⋆ ~~...

El hospital parecía más callado de lo normal, pero sabía que el silencio aquí nunca era verdadero. Siempre había algo flotando en el aire, algo que se escondía en los rincones oscuros de los pasillos, en las miradas de los pacientes, en los susurros que a veces creía escuchar cuando nadie hablaba.

Cuando entré a la sala común, todos ya estaban ahí. Era extraño cómo la dinámica entre ellos había cambiado con el tiempo, pasando de ser un grupo de individuos aislados a algo más... Cohesivo.

No eran amigos, no todavía, pero ya no eran simples desconocidos atrapados en el mismo lugar. Había algo en la manera en que se miraban, en cómo se sentaban más cerca unos de otros, en cómo sus cuerpos parecían menos tensos, como si estuvieran comenzando a tolerarse.

—¿Hoy también vamos a diseccionarnos el uno al otro con preguntas incómodas? —preguntó Jay, con su usual tono seco, cruzándose de brazos.

Me siento con calma.

—No exactamente, hoy jugaremos otro juego, diferente.

Las cejas de Jake se arquearon con interés.

Ethan apoya el codo en la mesa, observándome con una media sonrisa.

—¿Otro juego? —murmuró Nathaniel, sin sonar particularmente convencido.

—¿Y qué clase de trampa tiene esta vez? —intervino Adrian, con la mirada fija en el cuaderno.

—No hay trampa —respondí con suavidad — solo observación.

Dejo que mis palabras floten en el aire antes de continuar.

—Este juego se llama "Sombras y Colores".

Los ojos de Ash se entrecerraron con leve desconfianza.

—Eso suena demasiado simbólico.

—Porque lo es —sonreí con paciencia, recorriendo los rostros frente a mi —, cada uno debe elegir a alguien en esta habitación y describirlo con dos palabras: una sombra, su peor cualidad, y un color, su mejor cualidad.

Noah ladeó la cabeza, evaluando las instrucciones con aparente desinterés.

—¿Y no podemos elegirnos a nosotros mismos?

—No, la idea es que vean cómo los perciben los demás y cómo ustedes perciben a los demás.

Adrian chasqueó la lengua y se acomodó en su asiento, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Bien, veamos qué tan honestos podemos ser.

Los observé en silencio por un momento antes de asentir.

—Entonces, comencemos.

La sala se sumió en una expectante quietud, rota solo por la voz de Ash cuando, tras unos segundos de reflexión, sus ojos se dirigieron a Jay.

—Irritable —dijo con un aire de resignación — pero leal.

Jay entrecerró los ojos y no habló al instante. Se limitó a estudiar al rubio con una expresión difícil de leer, antes de exhalar lentamente.

—Al menos no dijiste idiota.

—Pensé en eso también —respondió Vane con una ligera inclinación de hombros.

El comentario pasó desapercibido, sin generar más reacciones que un breve silencio antes de que Adrian tomara la palabra. Sus ojos se deslizaron hacia Jake con precisión quirúrgica, como si ya hubiera estado esperando su turno.

—Manipulador —sentenció sin dudar — pero inteligente.

Jake no pareció ni remotamente ofendido. Su sonrisa se amplió con diversión, apoyando la barbilla en su mano con un gesto despreocupado.

—Ambas cosas son ciertas, así que no me quejaré.

Adrian lo miró con una mezcla de irritación y frustración contenida.

—Ese es el problema.

Jake simplemente sonrió más.

El siguiente en hablar fue Noah, quien giró la cabeza lentamente en dirección a Ethan, observándolo con una expresión neutra.

—Mentiroso —dijo sin emoción alguna — pero encantador.

El pelirrojo reaccionó con un falso dramatismo, llevándose una mano al pecho.

—¡Qué cruel! Y justo cuando pensaba que éramos amigos.

Noah ni siquiera parpadeó.

—No lo somos.

Un breve silencio cayó sobre la sala antes de que Nathaniel, con su tono inexpresivo, se dirigiera a Noah.

—Extraño —susurró — pero creativo.

Lux no pareció afectado en lo más mínimo. En su lugar, dejó que una lenta sonrisa se dibujara en su rostro y ladeó la cabeza con un aire animal.

—Todos los genios son extraños.

Grey mantuvo su expresión impasible.

—Supongo.

El ambiente cambió sutilmente cuando llegó el momento de que los pacientes hablaran de mi.

Fue Ash quien rompió el silencio primero, su voz más baja que de costumbre.

—Demasiado buena.

Parpadee.

—Eso no es una sombra.

Ash bajó la mirada.

—Lo es si la gente se aprovecha de ti.

La tensión en la habitación se hizo palpable.

Adrian fue el siguiente en hablar.

—Obstinada —murmuró observándome con intensidad — pero persistente.

Exhalo suavemente.

—Eso no es necesariamente malo.

Él ladeó la cabeza.

—Lo es si algún día no puedes escapar.

Jake no tardó en tomar la palabra después de él.

—Inconsciente de su impacto —se inclinó hacia adelante con una sonrisa lenta y afilada — pero agradable de ver.

Frunzo el ceño.

—¿Agradable de ver?

Jake no respondió, pero su sonrisa lo dijo todo.

Y entonces, la última mirada recayó en Ethan, todos esperaban su respuesta.

El silencio se hizo más denso mientras él se tomaba su tiempo, apoyando el codo en la mesa y dejando que su sonrisa tranquila flotara en el aire antes de finalmente hablar.

—Demasiado tentadora.

Ash se removió en su asiento.

Adrian frunció el ceño con una mirada calculadora.

Jay chasqueó la lengua, molesto.

Jake sonrió como si la situación fuera un entretenimiento inesperado.

Noah inclinó la cabeza, pensativo.

Nathaniel apretó los puños.

Hice una mueca, confundida.

—¿Eso es una sombra y un color?

Ethan se encogió de hombros.

—Para mí, sí. Es un problema y al mismo tiempo... Algo bueno.

El eco de sus palabras pareció quedarse en la habitación mucho después de haber sido dichas. Algo en la atmósfera había cambiado, algo que no logré identificar del todo, pero que, sin embargo, tomó forma en los pensamientos de cada uno de ellos.

Cuando la sesión terminó, los pacientes se veían diferentes. No en sus expresiones ni en sus movimientos, sino en algo más profundo. En la forma en que sus miradas se encontraban con más intención. En la manera en que sus cuerpos parecían ocupar el mismo espacio sin la urgencia de alejarse.

Ya no eran sólo individuos aislados.

Sin necesidad de decirlo en voz alta, todos habían llegado a un acuerdo silencioso.

Kang ya era parte de ellos y ninguno estaba dispuesto a perderla.