Camila tiene una regla: no mezclar negocios con emociones. Pero Gael no es fácil de ignorar. Es arrogante, brillante y está decidido a ganarle. En los proyectos, en las reuniones… y también en el juego de miradas que ninguno de los dos admite estar jugando.
Lo que empezó como una guerra silenciosa de egos pronto se convierte en una batalla más peligrosa: la de resistirse a lo prohibido.
¿Hasta dónde están dispuestos a llegar por ser los mejores… sin perderse el uno al otro?
NovelToon tiene autorización de Yazz García para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Sin etiquetas
*⚠️Advertencia de contenido⚠️*:
Este capítulo contiene temáticas sensibles que pueden resultar incómodas para algunos lectores, incluyendo escenas subidas de tono, lenguaje obsceno, salud mental, autolesiones y violencia. Se recomienda discreción. 🔞
...****************...
No sabía si reírme o darme contra la pared. El universo tenía un sentido del humor cruel.
Después de salir del apartamento de Gael, todavía con el cuerpo caliente y la cabeza hecha un caos, me tiré sobre el sofá, abrí una cerveza, y puse el celular en modo silencio. No duró mucho. Vibró al rato, y cuando vi el nombre en la pantalla, solté un suspiro que no supe descifrar.
Bastian Moretti.
Bastian. El puto ex que no me dijo que era hermano de Gael.
Abrí el mensaje. No era largo. Pero sí lo suficientemente raro para generarme más preguntas.
—Hola, Cami. ¿Puedo preguntarte algo?
—Depende. ¿Tienes otra cosa que no me hayas contado?
—Lo siento por lo de hoy. No fue mi intención que fuera incómodo.
—¿Y qué era entonces? ¿Una prueba social? ¿A ver si sobrevivíamos los tres en la misma habitación?
—Solo venía a quedarme con mi hermano. No sabía que ibas a estar medio desnuda montada sobre mi hermano.
—Touché.
Hubo una pausa larga. Él escribe, borra, escribe de nuevo.
—En serio, te ves bien. Me alegra verte… viva. Más libre.
—Estoy bien. Pero no me has hecho la pregunta: ¿Qué querías preguntarme?
Se demoró minutos en responder. Yo ya pensaba que me había dejado en visto.
—Quería saber si te gustaría venir conmigo a Italia.
—¿Qué?
—Es el cumpleaños de nuestra madre. Voy con Gael. Me gustaría que vinieras.
Me quedé mirando la pantalla como si estuviera bromeando.
—¿Esto es en serio?
—Sí. Como amiga.
—No somos amigos, Bastian.
—Podríamos serlo. O al menos intentarlo.
—¿Y Gael qué opina?
—Lo discutimos. Él está… procesando. Pero no es una invitación de su parte. Es mía.
Otra pausa. Larga. Me fui hasta la ventana con el celular en la mano. El cielo se veía nublado.
—Déjame pensarlo.
—Está bien. Solo quería ofrecerlo. Sin presión.
—¿Esto tiene segundas intenciones?
—Si las tuviera, ya lo sabrías.
Rodé los ojos. Como siempre, directo y misterioso al mismo tiempo. Lo odiaba. Lo odiaba porque, maldita sea, una parte de mí también quería ir.
Por Gael.
...****************...
No dormí. Bueno, dormí... pero no descansé. Gael estaba a mi lado, respirando suave, como si nada en el universo pudiera alterarlo. Mientras tanto, mi cabeza parecía un desfile de pensamientos caóticos, todos marchando al ritmo de mi ansiedad.
Me acababa de desnudar emocionalmente como nunca en mi vida, le conté cosas que ni siquiera mi mejor amiga sabía y sin embargo... ahí estaba él. Como si no hubiera cambiado nada.
Suspiré. Me senté en la cama y me tapé la cara con las manos.
—¿Estás bien? —murmuró Gael, con la voz adormilada.
—Sí, solo estoy... pensando.
—¿Otra vez? —Se rió entre dientes—. Vas a fundir el cerebro.
—Muy gracioso. ¿No te vas a ir? —pregunté con el tono más neutro que logré.
Gael me miró, medio dormido.
—¿Quieres que me vaya?
Silencio.
—No —admití—. Pero siento que si te quedas, me voy a acostumbrar.
—¿Y eso es malo?
—No lo sé.
La verdad era que sí. O al menos debería serlo. Porque si me acostumbraba a Gael, también podía perderlo y si lo perdía, iba a doler. porque creo que me estoy encariñando con él.
Nos levantamos entre alguna que otra broma estúpida. Tomamos café. Hablamos de algunas cosas triviales y él se fue cerca del mediodía, porque iba a salir con Bastian, después de darme un beso en la mejilla que duró unos segundos más de lo políticamente correcto.
Pero no podía sacudirme esa sensación.
Como si me molestara todo esto, y que mis sentimientos me hicieran sentir idiota por querer algo más con Gael. Cómo el simple hecho de que no acepte que Anika me fastidiaba.
Como si Anika fuera más que una amenaza laboral.
Como si mis emociones estuvieran al borde de un colapso que ni siquiera la versión más fuerte de mí podía disimular.
Y así llegamos al lunes. Y con él, ella.
—¡Hola, chicos! —La voz de Anika Morel era suave, melosa, como esa canción pegajosa que no quieres escuchar pero igual te taladra el cerebro.
Llevaba un conjunto beige entallado que parecía gritar “corporativa sexy pero inalcanzable”. Claro, ese tipo de outfit que Gael notaba. Porque lo vi. Lo juro por lo más sagrado: la escaneó con la mirada, de arriba a abajo.
—Anika —dije con mi mejor sonrisa falsa—. Qué gusto verte otra vez.
—¡Ay, igualmente! Aunque puedes decirme Ani, todos lo hacen —soltó, guiñándome un ojo como si fuésemos amigas.
Sí, claro. Ani.
Nos acomodamos en la sala de reuniones. Todo estaba tan cuidadosamente decorado que parecía un set de Pinterest: sillones grises, una planta falsa que da lástima, y una cafetera que nadie sabe usar. Gael se sentó a mi derecha. Anika enfrente y todo el ambiente se volvió pesado.
—Revisé el material que me mandaron y estoy gratamente sorprendida —dijo Anika, sonriéndole a Gael—. Sigues teniendo esa chispa creativa que me encanta.
Me mordí la lengua. No por celos. No. Era por el tono. Por esa forma de mirar. Como si su pasado con él fuera más relevante que mi presente.
—Gracias —dijo Gael, incómodo, rascándose la nuca como si eso lo hiciera menos culpable.
Y entonces llegó el momento en que todo se fue al carajo.
—¿Te acuerdas, Gael, del pitch que tuvimos en París? —dijo Anika, entre risas—. ¡Por Dios! No sabías pronunciar “développement” y lo dijiste como “devil moment” frente a los franceses. ¡Casi me muero!
Ella se empezó a reír. Él, medio soltaba risas forzadas.
Yo estaba como una piedra.
—Qué gracioso —dije, sin despegar los labios de la sonrisa más diplomática que me salió.
Y después, como si no fuera suficiente:
—Ah, y por cierto —siguió—. El sábado, estaba en Italia por una fiesta de una amiga y tu mamá se enteró que estaba allá y me invitó a salir con ella a una galería de arte. ¡Tan encantadora como siempre! Me preguntó si íbamos a volver a trabajar juntos y si yo estaba “cuidándote bien”.
Mi cuerpo entero se tensó. ¿La madre de Gael? ¿Siguen en contacto?
—¿Sigues en contacto con su familia? —pregunté, sin pensar.
—¡Obvio! Yo adoraba a la mamá de Gael, y ella a mí. Hasta me dijo que extrañaba cuando cenábamos en su casa los domingos —agregó con tono casual, como si no estuviera plantando una granada sobre la mesa.
Gael bajó la cabeza. Yo me atraganté con mis propios pensamientos.
—Qué lindo —musité.
—Sí —continuó ella, como si no me acabara de partir el ego—. Fue una relación linda, intensa. Gael es... muy apasionado.
Quise revolear los ojos hasta otra dimensión. Gael apretó los labios, con cara de "por favor, deja de hablar", pero ella seguía, feliz como lombriz.
—¿Y tu, Camila? ¿Estás saliendo con alguien? —preguntó Anika con esa sonrisa de idiota.
—Es complicado —respondí con la voz más firme que logré reunir.
Hubo un Silencio incómodo.
La reunión siguió o al menos eso aparenté mientras mentalmente repasaba cada palabra. Su mamá. Cenaban juntos. Se vieron el viernes. No era celos lo que sentía. Era algo peor. Era esa sensación de estar fuera de lugar. De que entre ellos había una historia que me dejaba siempre a mí como la intrusa temporal.
Cuando terminó, Anika se fue a recorrer el piso de diseño con una de las jefas, y yo me quedé sola con Gael en la sala.
Él me miró.
Yo no.
—¿Estás bien? —preguntó.
No podía más.
—¿Me vas a decir por qué no me advertiste de que Anika iba a contar anécdotas románticas como si esto fuera una cena de exalumnos? —respondí, sin rodeos.
—No fue romántico, Camila…
—¿Ah no? ¿Contarle a todo el equipo que tu mamá aún la adora no es romántico?
—Estás exagerando. Fue solo una conversación. Ni siquiera sabía que se habían cruzado.
—Entonces me estás diciendo que tu mamá la ve, la invita a galerías, y tú no te enterás. Muy casual todo.
Gael resopló. Ya se estaba fastidiando. Yo también.
—Camila, por favor. No hagamos esto.
—¿Ustedes se siguen viendo, no? ¿Qué tan juntos están? ¿Siguen hablando?
—¡Ya, Camila! —dijo él, subiendo el tono—. Fue hace años. Ya no tengo nada que ver con Anika. No tiene importancia.
—¿Y por qué no me lo contaste? Me quedé solo con el chisme de Lucy.
—¿Por qué te lo iba a contar? No somos... nada, ¿o sí?
Ahí. Justo ahí, el mundo se me cayó un poco más.
—¿Nada? —repetí.
—No quise decirlo así. Me refiero a que... no hace falta ponernos etiquetas. Tu y yo... estamos bien así, ¿no? Sin complicaciones. Sin que te afecte en el trabajo.
Cada palabra era un cuchillo bien afilado. Me dolía el pecho, pero no iba a darle ese gusto.
—Claro. Sin etiquetas. Perfecto —dije con una sonrisa hueca.
—Camila...
—No te preocupes —dije, levantándome—. No estamos “haciendo” nada. Lo tuyo y lo mío no tiene etiquetas. ¿Recuerdas?
Salí de la sala antes de que notara la humedad en mis ojos. En el fondo sabía que esto no iba a ser fácil. Lo que no sabía era cuánto podía doler fingir que no te importa cuando en realidad te estás cayendo a pedazos.
x ahora muy lenta y pesada