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Idealizado

Idealizado

Status: Terminada
Genre:Elección equivocada / Completas
Popularitas:1.6k
Nilai: 5
nombre de autor: criis jara

Idealizado es una novela juvenil que narra la vida de Elena, una adolescente atrapada en un hogar marcado por la violencia doméstica y el abuso psicológico de su padre. A través de su amistad con Carla, un breve romance con Lucas y su propio proceso de resiliencia, Elena enfrenta el dolor, la pérdida de su madre y la búsqueda de justicia. Con un estilo emotivo y crudo, la historia explora temas de empoderamiento, superación y la lucha contra el silencio, culminando en un mensaje de esperanza y amor propio.

NovelToon tiene autorización de criis jara para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Entre el miedo y la esperanza

La mañana llegó sin pedir permiso.

El sol asomaba tímidamente entre las cortinas del hospital, pero no lograba iluminar el rostro de Elena. Estaba pálida, con los ojos hinchados y el cuerpo encorvado por el cansancio. Llevaba la misma ropa de la noche anterior, y aunque su estómago rugía, no podía pensar en comida. Solo en ella. Su mamá.

Carla seguía a su lado, con una chaqueta encima de los hombros de Elena, intentando mantenerla caliente. No había dormido mucho, solo unos minutos sentadas en aquella sala de espera, pero se negaba a dejarla sola.

—¿Querés agua? —preguntó Carla, con voz suave.

Elena negó con la cabeza. No quería moverse. No quería hablar. Solo quería saber.

Un médico se acercó finalmente. Llevaba una expresión seria, pero contenida.

—¿Familia de la señora Rivas? —preguntó.

Elena se levantó de inmediato, dando un paso hacia él.

—Soy su hija.

El hombre bajó ligeramente la voz, adoptando ese tono que sólo usan quienes tienen que dar noticias difíciles.

—La golpeadura fue severa. El traumatismo craneoencefálico produjo una hemorragia interna leve, pero controlada. El mayor riesgo ahora es el edema cerebral… es decir, una inflamación del cerebro. Hemos logrado estabilizarla, pero aún no podemos predecir cómo evolucionará. Las próximas 24 a 48 horas serán cruciales.

Elena sintió que el mundo le giraba.

—¿Va a despertar? —preguntó con voz quebrada.

—Es posible, pero debemos ser honestos: hay que esperar. Por ahora, está en observación en cuidados intensivos. No pueden pasar a verla todavía.

Carla rodeó a Elena con los brazos apenas el doctor se fue. La sintió temblar como una hoja.

—Estoy acá, no te preocupes —le susurró—. No vamos a dejarla sola.

Elena asintió con los ojos llenos de lágrimas, pero sin llorar. Era como si ya no le quedaran más lágrimas que derramar.

Se sentó de nuevo, esta vez apoyando la cabeza en el hombro de Carla. Mientras el silencio del hospital lo envolvía todo.

Horas después, Elena seguía allí. El reloj parecía moverse más lento que nunca, y aunque el personal del hospital iba y venía, para ella todo era un mismo ruido lejano. No se había despegado de la silla, apenas se había levantado una vez para ir al baño. Su cuerpo estaba entumecido, pero su alma… mucho más.

Carla seguía a su lado, sin despegarse un segundo, hasta que de pronto, por el pasillo, se escucharon pasos conocidos. Eran sus padres.

—Mi amor… —dijo la mamá de Carla al verla, y enseguida abrazó a Elena también—. Ay, mi niña… qué situación más horrible.

El papá de Carla puso una mano firme sobre el hombro de Elena.

—Estamos acá con vos. Lo que necesites, ¿sí?

Elena no dijo nada. Solo asintió y dejó que la contuvieran. Por un momento, sintió un calor distinto al miedo, un refugio inesperado.

—Gracias por venir —murmuró apenas—. Gracias en serio.

—No tenés que agradecer nada —respondió Carla—. Sos mi amiga, Elena. Y estoy con vos.

Los cuatro se sentaron en la sala de espera. La madre de Carla había llevado algo de comida y un abrigo más grueso. Elena comió un poco a regañadientes, pero sabía que lo necesitaba.

Mientras mordía un pequeño trozo de pan, sus ojos no podían evitar volver al reloj de la pared. ¿Cómo podía doler tanto esperar?

Y entonces pensó en su mamá. En todo lo que habían vivido juntas. En lo que le había contado en el avión. En lo que había soportado… por amor, por ella.

Un nudo se formó en su garganta, y solo pudo cerrarlos ojos. El frío del hospital ya no era nada comparado con el miedo que se aferraba a su pecho.

Por favor, despertá…

...----------------...

48 horas habían pasado desde aquella noche. El reloj del hospital ya no marcaba el paso del tiempo, marcaba la resistencia del alma. Elena, aunque ojerosa, pálida y con los labios secos, estaba serena… o al menos eso aparentaba. Sabía que su mamá era fuerte, una guerrera, y confiaba en que saldría adelante.

Carla dormía a su lado, sentada en la silla con una manta sobre los hombros. Los padres de su amiga iban y venían, turnándose para cuidarlas y llevarles algo caliente. Elena no dormía. Solo observaba la puerta de la habitación donde su mamá estaba internada, como si pudiera adivinar desde afuera si todo seguía en calma.

Y entonces, el silencio cambió.

Un grupo de doctores y enfermeros entraron corriendo a la habitación. Elena se levantó de golpe, con el corazón atado a un grito.

—¡¿Qué pasa?! —preguntó, desesperada—. ¡¿Qué pasa con mi mamá?!

No obtuvo respuesta. Todo era confusión, sonidos veloces, voces apuradas, máquinas que pitaban. Carla se despertó alarmada y corrió hacia ella.

—Elena…

Pero Elena no podía escuchar. Tenía los pies clavados al piso y el alma colgando de un hilo. Quiso entrar, pero una enfermera se lo impidió. Solo pudo quedarse ahí, temblando, con la garganta cerrada y la respiración en picada.

Pasaron minutos. ¿O fueron horas?

Y entonces… la puerta se abrió.

Una enfermera salió. Tenía la mirada cansada y un gesto serio, pero compasivo. Elena supo lo que venía antes de que abriera la boca.

—Lo siento mucho… hicimos todo lo posible, pero su mamá tuvo un paro cardiorrespiratorio muy severo. No resistió.

Elena no gritó.

No lloró.

No cayó al piso como lo harían en las películas.

Simplemente… se quedó quieta.

Como si algo se hubiese quebrado en lo más profundo. Como si su alma hubiese dejado de moverse. Dio un paso hacia atrás. Luego otro. Se llevó las manos al rostro, pero no hubo lágrimas.

—No… no puede ser —susurró.

Carla la abrazó fuerte, rompiendo en llanto. Pero Elena no reaccionó. Estaba ahí, y al mismo tiempo no.

Algo dentro de ella había muerto también.

Desde ese día, Elena ya no sería la misma.

Elena seguía sentada en el mismo rincón del pasillo, pálida, los ojos secos, el alma rota. Apenas escuchó a la enfermera acercarse, no se movió. Fue ella quien, con voz suave y quebrada, le dijo:

—Podés pasar… si querés despedirte.

Elena tragó saliva. Miró a Carla, quien le tomó la mano con fuerza. Juntas caminaron por ese pasillo que parecía eterno, hasta llegar a la puerta blanca que separaba el antes del después.

Cuando entró a la habitación, la vio.

Allí estaba su mamá. Su cuerpo quieto, sus facciones serenas, como si simplemente estuviera durmiendo. Pero no lo estaba.

Fue entonces, y solo entonces, que a Elena se le cayeron las lágrimas. No pudo detenerlas. Salieron como un torrente silenciado por horas, con fuerza, con dolor. Empezó a balbucear palabras que ni ella entendía. Carla, con los ojos también empañados, entendió que ese era un momento solo de ellas. Con cuidado, salió de la habitación y cerró la puerta detrás.

Elena se acercó temblando hasta la cama. Su voz era un susurro.

—Perdón, mami… perdón por no haber podido hacer nada. Perdón por no haberte salvado…

Apoyó la cabeza sobre su pecho, como cuando era nena.

—Te juro que fui feliz… gracias a vos. Fuiste todo lo bueno que tuve. Fuiste la única que estuvo siempre.

Y como si una película se activara en su mente, los recuerdos la envolvieron:

El olor a sopa caliente cuando volvía de la escuela.

Su voz suave diciéndole “tranquila, son solo truenos” mientras la abrazaba en la oscuridad.

Las veces que le cantaba para dormir, aunque estuviera agotada.

Su risa en la cocina mientras bailaban sin música.

Su mirada orgullosa cada vez que Elena lograba algo, por mínimo que fuera.

—Siempre me dijiste que ibas a estar… y yo sé que ahora estás en otro lugar. —Elena levantó la cabeza, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano—. Pero yo… yo me quedé acá. Y no sé cómo seguir sin vos.

Se tomó un segundo para respirar, con el pecho apretado.

—Te prometo que voy a ser fuerte. Que no voy a dejar que esto quede así. Te voy a hacer justicia, mamá… por todo lo que sufriste.

Le dio un beso suave en la frente, largo, cargado de amor, rabia y despedida.

—Te amo. Siempre te voy a amar.

Se levantó lentamente. Dio unos pasos hacia la puerta, pero antes de salir, se volvió una última vez.

—Desde hoy… todo cambia.

Y cerró la puerta. Con ella, también una parte de su corazón.

1
Blanca Ordaz
muy buena trama hermoso mensaje de amo y supervivencia felicidades por esta hermosa novela de aprendizaje
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