Rómulo Carmona Jr. es hijo del hombre más poderoso y temido del país y ante el mundo, es el heredero devoto, y la sombra perfecta de su padre. Pero en su interior, lo odia con cada fibra de su ser, porque Carmelo Carmona, es un tirano que lo controla todo, y ha decidido su destino sin dejarle opción: un matrimonio por conveniencia con Katherine León.
Para Rómulo, casarse con ella es la única manera de proteger a la mujer que realmente ama, sin embargo, lo que comienza como una obligación, pronto se convierte en un viaje inesperado y en el camino, descubre que los sentimientos pueden surgir cuando menos te lo esperas.
¿Podrán Rómulo y Katherine encontrar la felicidad en un matrimonio marcado por el deber?, o, por el contrario, estarán condenados a vivir en las sombras de un destino que ellos nunca eligieron (Historia paralela de la saga Romance y Crisis)
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Capítulo XIX: Primera noche juntos
Apenas dio unos pasos por el pasillo, y se encontró con Katherine, la cual la esperaba con una mirada fría y calculadora, como si ya hubiera anticipado cada movimiento. No había furia en su expresión, solo reprobación pura.
—Natalia, te recuerdo que Rómulo ahora es mi esposo.
Natalia arqueó una ceja, sin molestarse en ocultar su incredulidad.
—No entiendo tu comentario, Katherine.
La recién casada no titubeó.
—Mireya dice que ustedes son muy íntimos.
Natalia soltó una carcajada seca, cargada de sarcasmo, porque por supuesto que Mireya diría algo así. La niña, a pesar de tener solo 12 años, ya era un ser vil, una criatura que se alimentaba de intrigas, una sombra que sabía aprovechar su posición como favorita.
Obsesionada con Luis Arturo Alcalá, había destruido la carrera artística de su mejor amiga, además de convertirse en el terror de los hijos del periodista Armando Ramírez. Natalia no iba a seguir su juego.
Su respuesta fue muy precisa, ni demasiado cortante, ni demasiado indulgente.
—Si con "íntimos" te refieres a que él es el único que recuerda que somos parientes, y que tanto mi hermana como yo les hemos sido útiles, entonces sí, somos muy "íntimos".
Su tono fue afilado, impaciente, innegablemente irritado, pero sin perder la compostura.
Era un juego de advertencias y Katherine lo entendió de inmediato. Katherine mantuvo la mirada fija en Natalia, su postura firme, impecable, como si fuera imposible quebrarla.
—Natalia, ahora soy la esposa de Rómulo.
La joven esbozó una sonrisa, pero fue una calma cruel, casi una sentencia anticipada.
—Veamos por cuánto tiempo lo vas a ser, Katherine.
La recién casada frunció el ceño, pero no perdió el control.
—¿Por qué lo dices, mocosa?
Natalia dejó escapar un suspiro paciente, como si estuviera explicando algo demasiado obvio.
—Te estás aliando con la gente que menos le gusta a Rómulo.
El golpe fue sutil, pero cayó con peso suficiente para ser tomado en serio.
Katherine mantuvo la calma, pero algo en su mirada cambió, y Natalia lo notó.
—Me voy a permitir darte un consejo, Katherine.
Su tono no tenía hostilidad, solo certeza absoluta.
—Si quieres que tu matrimonio funcione… aléjate de Mireya.
Rómulo venía siguiendo a Natalia, pero cuando escuchó sus palabras, cuando finalmente vio la escena desde otra perspectiva, entendió algo que hasta ahora había ignorado. Su actitud no era la adecuada. Katherine merecía respeto. Natalia también.
Él había tomado una decisión, y ahora, sin más escapatorias, debía asumir las consecuencias.
Rómulo se dio cuenta de que no debería haberla seguido, pero cuando vio a Natalia salir del salón con prisa, y notó la tensión en sus hombros, entendió que ella estaba huyendo antes de que sus emociones la traicionaran, pero ahora que veía la expresión de ambas mujeres se dio cuenta de que estaba actuando como un cobarde pretendiendo hacer el pastel y también comérselo.
Y cuando la conversación entre ambas mujeres se convirtió en una guerra de palabras, Rómulo salió de su ensimismamiento. Porque ahora la imagen estaba completa y veía lo que antes ignoró. Katherine no merecía esto. Natalia tampoco, y finalmente, por primera vez, él tomó una decisión que no estaba basada en su propio dolor.
—Lo siento.
No fue una disculpa por cortesía, sino una muy sincera, y Katherine lo miró con sorpresa por un instante, pero luego solo asintió.
El resto de la celebración transcurrió sin contratiempos,
y cuando finalmente subieron al auto que los llevaría a la suite nupcial, el aire entre ellos se sentía distinto.
No había tensión insoportable, pero tampoco comodidad real, solo esa extraña transición entre lo inevitable y lo desconocido.
Cuando llegaron al hotel, Rómulo le preguntó con calma:
—¿Quieres usar el baño primero?
Katherine negó con la cabeza, manteniendo su postura controlada, así que él entró a la ducha, dejando a Katherine con unos minutos de tranquilidad o al menos, eso creyó.
Porque cuando Katherine se acercó a su equipaje, y abrió la maleta esperando encontrar sus pijamas cómodos, lo que vio la dejó completamente horrorizada. Cada prenda era peor que la anterior, pantys de encajes diminutos. camisolas de seda absurdamente reveladoras, vestidos cortos que parecían pensados para una escena escandalosa, no para dormir.
—Juro que cuando me entere quien hizo esto me las va a pagar.
Su rostro se encendió de vergüenza, y en un impulso de indignación, murmuró una maldición contra la persona que había tocado su equipaje.
Cuando Rómulo salió del baño, con el cabello húmedo, y la camisa del pijama abierta, estaba listo para ver a su esposa con algo más relajado, y lo que encontró fue algo completamente diferente.
—¿Necesitas ayuda? — preguntó Rómulo.
Katherine seguía en su incómodo vestido de novia, con el rostro intensamente sonrojado, y los labios apretados en un gesto de absoluta incomodidad.
—No gracias — dijo entre dientes.
Por un instante, Rómulo solo la miró, y luego, soltó una carcajada sincera, porque entendió perfectamente lo que estaba pasando.
—¿Quién te hizo esto? —preguntó, aún divertido.
Katherine cruzó los brazos con frustración, ignorando su risa.
—No lo sé, pero cuando lo averigüe, será mejor que corra.
Rómulo se apoyó contra el marco de la puerta, mirándola con una mezcla de diversión y curiosidad.
Porque, aunque esta situación no era como la había imaginado, algo en la reacción tímida, pero mordaz de Katherine le pareció sorprendentemente interesante.
Así que, en lugar de seguir burlándose, y alargar su incomodidad, solo abrió su camisa, se la quitó y la hacia ella con calma mostrando su torso desnudo.
—Toma, no es necesario enojarte.
Y por primera vez en toda la noche, Katherine se sintió un poco menos atrapada en este matrimonio, después de la batalla con su equipaje, y de renunciar a la posibilidad de encontrar algo cómodo,
Katherine no tuvo más opción que usar parte del pijama de Rómulo.
La tela era suave, pero el tamaño era ridículamente grande, las mangas le cubrían por completo las manos,
como si el exceso de tela fuera otra prueba más de la falta de control que tenía sobre su propia vida ahora.
Frustrada, se metió rápidamente bajo la sábana,
como si al ocultarse pudiera compensar la incomodidad.
Rómulo observó la escena en silencio,
con una sonrisa divertida que no se molestó en ocultar.
No esperaba que su primera noche de casados fuera así,
pero, de alguna manera,
esto le resultaba más interesante que cualquier escenario que hubiera imaginado antes.
Finalmente, cuando Katherine apagó la luz, y la habitación quedó en penumbra, murmuró con voz baja.
—Buenas noches.
Rómulo se acomodó en su lado de la cama,
con una sonrisa aún en sus labios,
y respondió con la misma calma.
—Buenas noches.
Y aunque el silencio se asentó después de eso,
por primera vez desde que todo comenzó,
la incomodidad de estar casados no se sintió como una sentencia sino como un inicio extraño de una historia que aún no sabían cómo escribir.
La tranquilidad de la noche se convirtió en caos en cuestión de segundos.
Katherine abrió los ojos lentamente, sintiendo la suavidad de la almohada, el calor leve de la sábana, y por un breve instante,
olvidando dónde estaba.
Pero entonces, escuchó un sonido lejano que la hizo fruncir el ceño, su mirada se dirigió hacia el reloj, y el golpe de la realidad la golpeó de inmediato.
—Rómulo… —murmuró, con la voz aún medio dormida.
Él se removió en la cama, sin reaccionar realmente.
—Rómulo, despierta.
Pero aún no entendía la verdadera urgencia.
Hasta que su mirada aterrizó en la hora marcada en el reloj.
9:10 AM.
El vuelo a Venecia despegaba en menos de dos horas y ellos aún estaban en la cama.
—Maldición. —soltó Katherine, incorporándose de golpe.
Rómulo se despertó inmediatamente, siguiendo la dirección de su mirada, y al ver la hora, se lanzó fuera de la cama tan rápido que casi tropezó con su propia sábana.
—No puede ser.
—Sí, puede ser. —replicó Katherine, reuniendo sus cosas.
—¿No escuchaste el despertador?
Katherine se giró con una mirada afilada.
—¿Tú sí?
No hubo respuesta, porque claramente, ninguno lo había escuchado, y el silencio duró un segundo, y luego todo se convirtió en un movimiento caótico mientras la pareja caminaba de un lado intentando estar listos a tiempo.
Katherine intentando organizar lo esencial. Rómulo buscaba desesperadamente su teléfono para revisar el tiempo exacto que les quedaba.
—Si salimos en menos de cinco minutos, aún podemos llegar.
—Entonces deja de hablar y muévete.
Rómulo soltó una carcajada nerviosa, porque a pesar del caos,
había algo extrañamente divertido en todo esto.
No era la luna de miel perfecta, ni lo que los invitados imaginarían para los recién casados, pero era su primer desastre juntos, y, por alguna razón, algo en eso se sintió más real que todo lo demás.
A pesar del caos, de los tropiezos, y de que ninguno de los dos había despertado a tiempo, lograron llegar al aeropuerto justo a tiempo.
Pero cuando recogieron sus boletos y revisaron los asientos, el golpe de la realidad los sorprendió de nuevo.
—No estamos juntos. —murmuró Rómulo,
mirando los números de los asientos con incredulidad.
Katherine levantó una ceja, observando su propio pase de abordar.
—Bueno, al menos uno de nosotros viaja con comodidad.
Rómulo la miró con sospecha, pero cuando vio su asiento,
soltó un suspiro de absoluta frustración.
Mientras Katherine tenía un asiento espacioso en primera clase,
Rómulo quedó atrapado en el asiento del medio en clase ejecutiva.