En esta vida parece que el mundo te protege, pero... eres la única que no sabe lo que pasó en la vida anterior, podrás perdonar o será muy tarde para hacerlo.
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Cap. 15 ¿Y ese pequeño detalle te detuvo?
Elian pasó un dedo sobre el sello de cera azul, recuerda las islas de las Sirenas, una ola rompiendo contra un tridente, y sonrió. Por primera vez en siglos, los clanes se unían sin coerción.
—Voy a hacer tiempo, necesitamos tiempo, debo enviar una carta a ese hombre. Le daré un gran espectáculo en seis meses, así que vayan preparando todo, que debemos sobrevivir a estos fanáticos —dijo Elian mientas todos asentían y enviaban a sus asistentes para adelantar el trabajo.
La carta al Juez de Almas había sido meticulosa:
Santísimo Juez:
En seis meses, le entregaré lo que busca: la verdad sobre el 'demonio' que acecha su reino. Verá con sus propios ojos que el Demonio solo existe en su miedo y no en las almas de la gente.
—Elian Drecool, Rey del Clan Dragón.
Una mentira. Seis meses eran todo lo que necesitaban para Entrenar a Dely en el control total de su fuego, sin quemarse a sí misma. Movilizar a los clanes menores, Tritones, Sirenas, Lobos Lunares. etc. Desde los mares desiertos y bosques.
Encontrar el Talón de Aquiles del Juez, ¿Dónde guardaba el Hierro Estrellado? Pero el Juez había aceptado por una razón más oscura:
En sus aposentos, rodeado de velas negras, el Juez de Almas contemplaba un retrato antiguo de Elian.
¿Cómo es posible?, pensó, arañando el lienzo. El mismo rostro, siglo tras siglo. En la antigüedad los Dragónes eran más longevos, y muchos humanos sin don los veía cuando nacían y los veían exactamente iguales cuando morían.
No era solo envidia. Era terror. Elian era un recordatorio viviente de que los dioses antiguos aún respiraban, de que su "fe" era un castillo de naipes frente a lo divino.
—Mataré a ese monstruo —juró, rompiendo el retrato—. Y haré que su pequeño asistente lo vea arder. —casi gruñó esas palabras, quería que ese demonio se manifieste, quería que se muestre a la luz y su punto débil estaba más que claro.
Al no sobrevivir sus sicarios, no sabía aún que el asistente que codicia como sebo es en realidad una linda princesa Fénix.
De vuelta en el castillo, Jonier y Elian se reunieron en las catacumbas. Frente a ellos, una piscina de agua de mar reflejaba el rostro de la princesa Sirena, cuyo mensaje solo ellos podían oír:
"El Juez no esperará seis meses. Ya ha enviado espías a las Islas de Hierro."
Jonier palideció. Las Islas de Hierro eran el único lugar donde se forjaban armas capaces de matar demonios y brujas. Elian, sin embargo, no se inmutó.
—Que vayan —dijo Elian, mostrando por primera vez una sonrisa genuina y emocionada—. Allí solo encontrarán a Shania esperándolos. —Miró a Jonier y ordenó de inmediato.
—Un poco de mesura ayudará a la princesa Dragón, el príncipe Fénix Jonier sería el indicado —ordenó mientras el aludido asintió, Shania es importante, pero peligrosa, puede cambiar de bando en cualquier momento, todo depende de su conveniencia.
Esa noche Shania y Jonier partieron a las islas de Hierro, donde los minerales más extraños se encuentran.
*_*
Más tarde, en los jardines secretos del castillo, Dely entrenaba. Cada movimiento de sus manos dejaba estelas de fuego en el aire, pero ahora las llamas obedecían, formando figuras: Aves Fénix, olas llameantes, aves pequeñas y grandes de varios tipos. Que se alzaba hacia el cielo y con objetivos.
Gisela, observando atenta y emocionada, vio lo que otros no:
Las llamas de Dely ya no eran naranjas. Eran doradas como el sol, y cuando reía, las flores a sus pies renacían de sus propias cenizas.
Esa noche, Elian había extendido su red para atrapar a una pinchocita inocente.
El baño real estaba envuelto en vapor, el agua caliente brillando bajo la luz de las velas como un espejo líquido. Dely, sumergida hasta los hombros, observaba cómo Elian desabrochaba su túnica con movimientos lentos, sus ojos azules fijos en ella, pero no con lujuria, sino con un dolor antiguo.
—Dragón, no te vas a bañar conmigo, no tengo ropa, no seas descarado —dijo ella frunciendo el ceño.
—Pichoncita... —comenzó, hundiendo una mano en el agua para probar la temperatura—. No me pediste que te acompañara para hablar de esto —dijo con tranquilidad como si todo fuera normal en ese momento.
A Dely casi le da una embolia, ella tenía otra idea de conversación, por ejemplo, con ropa y en una mesa. Después del entrenamiento, Dely le pidió a Elian hablar sobre algo importante, ya que estaban en una situación complicada, el pasado debería ser aclarado de una vez por todas.
—Lagarto…, no dije que hablemos ahora, menos si los dos estamos sin ropa, deja de desvestirte —dijo la hermosa castaña con sus ojos verdes brillantes y sus mejillas sonrojadas.
—Elian no se inmutó y su mano se dirige hacia su delicado hombro mientras roza el agua caliente. Ella lo agarró de la muñeca, sus venas brillando débilmente bajo el agua.
Elian sonrió con diversión, ella siempre da pelea y eso le gusta.
—Pregunta, pichoncita, dime cuál es tu duda y yo te respondo —dijo sin dejar de mirarla.
—Dime la verdad. ¿Por qué mataron a mis padres? —Dely trató de calmar su ira sobre este tema, es algo que le cala el alma y odia a los Dragónes por esto.
El aire se espesó. Fuera, el viento golpeó los vitrales como un presagio. Elian se arrodilló junto a la bañera, las cicatrices en sus brazos palpitando al contacto con el vapor.
—Tus padres... —tragó saliva— crearon una pócima para suprimir los dones. Querían protegerte a ti y a Jonier de los Jueces.
Dely contuvo el aliento. Esa parte ya la sabía.
—Pero lo que no sabes —continuó Elian, clavándole la mirada— es que mi padre los traicionó. Les prometió ayuda, les juró que los Dragónes protegerían a los Fénix... y luego los entregó al Consejo de los 10 Clanes.
El agua alrededor de Dely comenzó a burbujear.
—¿Por qué? —susurró, sintiendo el fuego subirle por la garganta, su madre solo quería que no sufran, que no sean perseguidos, ¿cuál fue su pecado en esto?
—Porque los clanes temían que, sin fuego de los Fénix, dejáramos de ser inmortales. Y si ustedes caían... todos caeríamos —dijo con suavidad, cargada de paciencia ante ella.