Latidos Prohíbo

Isabela estaba recostada sobre la mesa en la sala de descanso, con la cabeza apoyada en sus brazos, luchando contra el agotamiento. Había pasado una semana desde que Leo regresó al hospital y, aunque intentaba evitarlo, la presencia de él era inconfundible. No lo había visto mucho, ya que ahora como director, su agenda estaba mucho más ocupada. Pero eso no cambiaba lo que sentía. La ansiedad por tener que enfrentarlo, la presión por cumplir con la tesis que le había pedido su jefe, todo parecía acumularse sobre sus hombros.

El sonido de la puerta abriéndose la sacó de su trance, pero no le prestó atención. Estaba demasiado agotada, demasiado metida en sus pensamientos. Sin embargo, un tono familiar la hizo levantar la cabeza de golpe.

"¿Siempre trabajas hasta caer rendida o es un nuevo hobby?" La voz de Owen se escuchó suave, pero con ese toque serio que lo caracterizaba.

Isabela no pudo evitar fruncir el ceño. ¿Owen? No había visto al cirujano desde la discusión en el pasillo, y la última cosa que necesitaba en ese momento era más estrés.

"¿No tienes algo mejor que hacer, Owen?", respondió, su tono más ácido de lo que quería admitir. En parte, estaba agradecida de no estar sola, pero no podía evitar sentirse irritada por la intervención de él en su espacio.

Owen no pareció afectarse por su tono. En cambio, se acercó a la mesa y se apoyó en el borde, observándola con una mirada que parecía indescifrable. "¿Qué haces aquí? Te he visto correr de un lado a otro todo el día. ¿La tesis de tu jefe?"

Isabela suspiró, apretando los ojos. "¿No puedes ver que estoy tratando de sobrevivir? No todo es tan fácil como parece." La frustración en su voz era palpable. Sabía que Owen no estaba aquí por casualidad, y tampoco esperaba que tuviera la sensibilidad de darle un respiro.

Owen la miró fijamente durante un momento, luego dejó escapar un leve suspiro. "No puedes seguir así. Si sigues presionándote a ti misma de esta manera, te vas a romper. Y no seré el único que lo note." Su tono era directo, casi implacable, pero había algo en sus palabras que no era tan duro como su actitud habitual.

Isabela levantó la vista, sintiendo una mezcla de irritación y, si era honesta consigo misma, un atisbo de gratitud. No estaba acostumbrada a que alguien notara su agotamiento, mucho menos a que alguien como Owen le hablara así. Pero no podía dejar que eso la descolocara.

"Gracias por la preocupación", dijo, aunque las palabras sonaron un poco más frías de lo que realmente quería. "Pero no necesito que me digan lo que hacer."

Owen levantó una ceja, como si estuviera a punto de decir algo, pero simplemente permaneció en silencio, observándola con esa mirada enigmática que solía tener.

Isabela volvió a recostarse en la mesa, cerrando los ojos. Necesitaba un descanso, un momento de calma. Pero antes de que pudiera relajarse, Owen habló de nuevo.

"Si no terminas esa tesis, será aún peor para ti, ¿no? Así que, ¿por qué no pedir ayuda?"

Isabela lo miró con escepticismo. "¿Ayuda de ti? No sé si eso es lo que necesito."

Owen la miró sin inmutarse. "Tal vez no de mí. Pero hay muchas maneras de evitar llegar a ese punto de quiebre. No estás sola aquí."

Isabela suspiró y, por un momento, pensó en rendirse y aceptar su oferta.

"Déjame en paz, Owen. Lo tengo bajo control", dijo, aunque sabía que en el fondo no era cierto.

Owen simplemente se dio media vuelta y caminó hacia la puerta. Antes de salir, dejó caer unas palabras más, como un desafío callado.

"Está bien. Solo recuerda que no todo tiene que ser un campo de batalla. A veces, el orgullo te juega en contra."

La puerta se cerró tras él, dejando a Isabela sola nuevamente, más cansada que antes. Pero, a pesar de sus intentos de mantener su muro en pie, algo en las palabras de Owen comenzó a resonar en su mente.