PERSUASIÓN

—En mi caso, yo estuve a punto de casarme —siento que es necesario hacerle saber eso—. Yo tenía veinte años y él tenía veinticinco. Fui yo quien decidió terminar la relación, quise que él fuera feliz cumpliendo su sueño y bueno, una parte de mí esperaba a que él intentara reconquistarme, pero no lo hizo.

En sus pupilas percibo la sorpresa por lo que acabo de decir.

—¿Lo dejaste ir para que él pudiera cumplir su sueño?

—Sí. Eso hice.

—¿Y han vuelto a verse?

—Sí. ¿Te acuerdas de cuando nos subimos al teleférico en Orizaba?

Se pone pensativo.

—¿El tipo que parecía celoso?

—Sí. Él y yo estuvimos a punto de casarnos.

No parece sorprendido y tampoco parece estar desconcertado.

—Ahora entiendo porque parecía celoso de mí.

—Pues ya conoces esa parte de mí. Ya tuve un romance que desencadenó en rechazar un matrimonio.

—¿Y tú le extrañas?

—La verdad, me sentí muy nervioso cuando nos volvimos a reencontrar. De hecho, no tiene mucho que nos volvimos a ver. ¡Pasaron cinco años desde que rompimos!

—¡¿Cinco años?!

—Sí. Por eso te digo que el reencuentro no fue hace mucho.

—¿Y qué se siente volver a ver a esa persona con la que te ibas a casar?

Su pregunta me pone a meditar, arrugo el entrecejo, bebo un poco de café y aclaro mis palabras.

—Sentí muchos sentimientos encontrados. Nervios. Nostalgia. Sorpresa. Cosas así.

Alán parece querer entenderme, sus labios se dibujan con una sonrisa tenue y siento mucha confianza con él.

—¡Gracias por contarme esto! No tenía idea de que tú quizá ya pudieras haber estado casado a estas alturas de la vida, pero bueno, por algo pasan las cosas.

—Sí. Yo también pienso mucho en eso. Por algo pasan o simplemente no suceden las cosas.

❤️❤️❤️

—¿Qué tal te fue con Alán? —Papá quiere saber.

Estamos cenando, Janet está sentada frente a mí y papá en la cabecera de la mesa.

—Muy bien. Fuimos a la finca donde será la fiesta y después me llevó a conocer su librería. ¡Ah! Y después tomamos café en su cafetería.

—¿Tuviste una cita con ese tipo? —Janet sonríe con picardía.

—¡Nah! Yo no tuve una cita.

—A mí me suena a que tuvieron su primera cita.

—¡Es un buen partido! —Se atreve a decir mi padre.

Pero sus palabras me causan malestar. ¡Es incómodo! Y mi corazón se siente tan vacío.

—¿Un buen partido? —Últimamente he estado escuchando esa frase y no quiero escucharla más—. ¿Estoy en un equipo de futbol?

—Obvio no, pero ya sabes a qué se refiere papá —dice Janet.

—¿Te agrada? —Me dirijo a mi padre.

—La verdad sí.

—¿Alán es la persona que querías presentarme?

—Así es. Cuando nos conocimos le dije que tenía un hijo que escribía webnovelas y entonces, él parecía muy interesado en querer conocerte. Nunca pensé que ya se habían conocido en persona.

—Eso significa que él es para ti —Janet reafirma.

—¿Él es para mí?

—Solo piensa Gus, Alán es el dueño de esta casa, es fotógrafo, tiene una librería y además es de buena familia. ¡El congenia con nosotros! —Mi padre sigue siendo el mismo hombre engreído de siempre.

—¿Y por qué no te casas con Alán? Si te parece que es un excelente hombre por su nivel socioeconómico, ¿por qué no lo desposas tú?

Mis preguntas dejan a mi padre muy sorprendido.

—¡¿Qué te ocurre?! —Él parece molesto.

¿Y yo no debería estar molesto con papá?

—¡Ya deja de meterte en mi vida amorosa! Ahora resulta que si a ti te gusta yo debo acceder a estar con alguien solo por el signo de pesos que su familia posee.

—Gus, no es solo de dinero. Se trata de la vida que mereces, sabes que los Revellez...

—¿Por qué te vas a comprometer con tu novia? ¿Realmente la amas o solo es porque es heredera de una fortuna grande? —En mi voz hay resentimiento y enojo.

—No hablemos de mí, el punto aquí es...

—¡Es que tú no has cambiado ni un poco! Me da gusto que estés feliz por tu compromiso, siempre he apoyado tus decisiones, pero ya estoy harto de que siempre estés viendo quien sí me conviene y quien no es digno de tu maldito apellido de la cola.

❤️❤️❤️

—¿Puedo pasar? —Janet se asoma por la puerta de mi habitación.

—Claro, pasa.

Camina hasta mi cama y se sienta. Yo estoy terminando de escribir en mi computadora.

—¿Pasó algo en el viaje que hiciste?

—Pasaron muchas cosas.

—¿Algo en particular?

Janet me mira con fijeza a los ojos, ella sabe que algo cargo en mi corazón.

—Particular, ¿en qué aspecto?

—Tu reacción durante la cena me sorprendió mucho. ¡Tú nunca habías explotado así frente a papá!

—Bueno, pues hoy lo hice y me sentí tan bien. Como si me estuviera liberando.

—¿Liberando de qué?

—Volví a encontrarme con Félix.

—¿Félix?

—Sí, con Félix.

Ella parece buscar en su memoria algún nombre que...

—¡¿Félix plebeyo?!

—¡A eso me refiero! ¿Sabes lo déspota que suena llamarlo así?

Mi hermana se apena un poco y yo no la culpo por expresarse así, después de todo, así nos criaron nuestros padres.

—¡Perdón!

—Félix ahora es muy famoso, es piloto automovilístico y resulta que el esposo de su hermana es el arrendador de la casa de papá.

—¡¿De verdad?!

—Sí.

—¡Qué coincidencias!

—La vida nos permitió coincidir otra vez.

—¿Te insinuó volver?

—Algo así.

—¿Y qué le dijiste?

—Que definiera lo que realmente quiere en su vida.

—¿Tú sigues sintiendo algo por él?

—Sí, pero me he dado cuenta de que ese sentimiento ya no es lo suficientemente fuerte como antes.

Janet dibuja una sonrisa en su rostro y en sus pupilas veo compasión hacia mí.

—¿Tú le amabas?

—Sí, yo amaba a Félix y creo que por eso también decidí dejarlo ir.

—¿Por nuestros padres?

—No, o no al cien por ciento por ellos. ¿Sabes? Félix estaba por cumplir su sueño de ser piloto y yo no me sentí listo para atarlo a un matrimonio. Por eso fue que le dije que no me casaría con él, aunque en mi corazón, la idea de un matrimonio a su lado era lo que yo deseaba en ese momento.

—¿Y que deseas ahora?

Esa es la verdadera cuestión.