Ayanos jamas aspiro a ser un heroe.
trasportado por error a un mundo donde la hechicería y la fantasía son moneda corriente, solo quiere tener una vivir plena y a su propio ritmo. Con la bendición de Fildi, la diosa de paso, aprovechara para embarcarse en las aventuras, con las que todo fan del isekai sueña.
Pero la oscuridad no descansa.
Cuando el Rey Oscuro despierta y los "heroes" invocados para salvar ese mundo resultan mas problemáticos que utiles, Ayanos se enfrenta a una crucial decicion: intervenir o ver a su nuevo hogar caer junto a sus deseos de una vida plena y satisfactoria. Sin fama, ni profecías se alza como la unica esperanza.
porque a veces, solo quien no busca ser un heroe...termina siendolo.
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CAP 18
SOLO HABÍA CENIZAS
De nuevo en las montañas Berman.
Los cinco héroes, acompañados por su instructor Bruno, al fin habían llegado al sitio señalado como el legendario nido de dragones. Pero lo que encontraron allí distaba mucho de la expectativa: un silencio abrumador y una escena devastada.
El terreno parecía desgarrado por una batalla reciente. El aire tenía un leve aroma a ceniza, y la roca misma estaba negra, fragmentada, como si algo titánico hubiera estallado allí. Bruno se agachó, levantando un pedazo de piedra parcialmente derretida. Murmuró con voz baja:
—Así que... lo que sentí en el camino fue una batalla.
A su alrededor, no quedaba prácticamente suelo firme. Todo eran escombros. La cueva que, según los registros, funcionaba como entrada principal al nido, había desaparecido por completo, borrada por una fuerza brutal. Sin embargo, en un contraste inquietante, la vegetación alrededor del cráter florecía con fuerza, como si la tierra hubiera recibido un impulso vital.
Amelya, inquieta, se agachó junto a una grieta profunda. Sus ojos captaron algo más allá del polvo y la roca. Justo en ese momento, Darwin alzó la voz, fastidiado:
—¡Bruno, ¿qué pasó acá?! ¿No se suponía que habría dragones? Hasta ahora solo vimos un agujero destrozado en una montaña olvidada...
Frustrado, pisó una roca cercana, que se desintegró casi como polvo.
Bruno giró lentamente, su mirada encendida. Caminó hacia él, su tono grave:
—Dime “señor Bruno”. Ten más respeto, mocoso.
El ambiente se tensó por un momento. Luego Bruno volvió la vista al cráter y concluyó:
—Al parecer... nos ganaron de mano.
Estela, ajena al roce verbal, notó que Amelya seguía concentrada. Se acercó y se agachó a su lado.
—¿Qué encontraste?
Amelya no respondió de inmediato. Su mirada seguía fija en una pequeña grieta. Al cabo de unos segundos, murmuró, casi con asombro:
—Mirá... está creciendo.
Estela siguió su mirada y lo vio: pequeñas raíces verdes se abrían paso entre los restos calcinados. La naturaleza, indomable, parecía reclamar el terreno. Como si algo en esa destrucción le hubiese dado nueva vida.
La escena se tiñó de un extraño misticismo.
Algo —o alguien— había desatado un poder inimaginable allí.
Y ellos… habían llegado demasiado tarde.
—Nos vamos —anunció Bruno con voz firme—. A unos tres días está Nilsen. Nos dirigiremos hacia allá.
El carruaje negro se puso en marcha, llevándose consigo al grupo de héroes y al imperturbable capitán. La tensión era densa, alimentada por la intriga y la decepción de no haber encontrado lo que buscaban. Darwin se notaba furioso, aunque guardó silencio, conteniéndose como si supiera que empeorar las cosas no era opción.
No así Richard.
—Tanta caminata para nada —murmuró al aire, como si acusara directamente a Bruno de haberles hecho perder el tiempo.
—Fue un encantador paseo por unas ruinas muy interesantes —agregó con su característico sarcasmo, su voz rompiendo el silencio cargado del carruaje.
No obtuvo respuesta, pero no se detuvo. Esta vez se dirigió directamente al capitán.
—“Señor” Bruno —remarcó el título con unas comillas burlonas dibujadas en el aire—, dijo que iremos a Nilsen, que queda a tres días de viaje… después de medio día de caminata. Pero vi el mapa. Hay un pueblo antes, donde podríamos detenernos.
Se inclinó hacia adelante desde su asiento, buscando provocar con su sonrisa cínica.
—Pero usted quiere seguir sin parar. Y yo necesito un trago.
Bruno lo miró apenas, con una frialdad que no requería palabras. Fue Amelya quien respondió, con voz suave pero clara:
—Creo que el señor Bruno piensa que quien llegó antes que nosotros al nido debió dirigirse a Nilsen. Al ser una ciudad mercantil, es la opción más lógica, dado el contexto.
Richard giró lentamente la cabeza hacia ella, sus ojos oscureciéndose, como si algo salvaje despertara. Su voz brotó envenenada de sarcasmo y desprecio.
—Otra vez vos… la voz de la razón. Mocosa —escupió.
Y, sin más, intentó abalanzarse hacia ella. Pero Estela se interpuso, firme como una barrera viviente. Para ella, Amelya era como una hermana menor, y no pensaba permitir que nadie la tocara.
Con fuerza, empujó a Richard de regreso a su asiento, colocando su daga lista para tajar.
—Si volvés a dirigirle la palabra, vas a parecer el Joker... pero más feo.
Richard, sin inmutarse, sonrió con cinismo. Sacó la lengua y, lentamente, tocó con ella la punta del filo.
Amelya trató de calmar a Estela mientras se limpiaba el rostro. Fue entonces cuando Darwin, que hasta el momento había permanecido callado, intervino con voz fría y cortante:
—Ya basta con tus idioteces.
Lo miró de reojo, sin siquiera levantar la cabeza del todo.
Richard cedió, empujando a Estela con desgano. Ella volvió a sentarse, pero no guardó la daga.
—No me interesa si se llevan bien o no —continuó Darwin—. Pero no estoy de humor para sus conflictos. Cuando todo termine, pueden matarse entre ustedes si es lo que quieren.
Su mirada recorrió lentamente a cada uno de sus compañeros… hasta posarse finalmente en Amelya.