Sabina, una conocida mafiosa, se ve obligada a criar a los hijo de su hermana luego de que está muere en un trágico accidente. Busca hallar respuestas para sabre toda esa situación y saber quien se atrevió a matar a su gemela.
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capítulo 17
Desde una esquina del salón, Diego la observaba. La había visto antes en vestidos hermosos, pero nunca con esa luz. Nunca tan cerca y a la vez tan lejana. Su corazón latió con fuerza cuando la vio sonreír a Daniel.
—Ese idiota... —murmuró Diego, sin apartar la vista.
Patrick, que también miraba la escena, soltó una risa breve.
—Tranquilo, hermanito... no mostremos la hilacha en público.
—Cállate. Dime, ¿es él?
—Sí. El es el padre de los diablillos.
Diego apretó la mandíbula. —No entiendo por qué permitiste que Sabina lo dejara acercarse tanto.
—Tranquilo. Lo tengo vigilado. Además, ¿cuándo hemos podido hacer que esa mujer haga lo que queremos?
Diego no respondió de inmediato. La tensión entre él y Sabina había estado latente desde hacía años, pero cuando ocurrió lo de Ámbar, ella se volcó a cuidar a los niños, a rastrear culpables, a controlar daños. No había espacio para ellos.
—Habla en serio, Patrick. Aún no sabemos nada de sus intenciones. Si se atreve a querer separar a los niños de ella...
—Lo matamos y ya está —respondíó Patrick, sonriendo como si fuera una broma, pero Diego sabía que hablaba con el corazón. Eso lo tranquilizó por un momento.
—Ahora cambia esa cara, asustas a los invitados.
Diego le lanzó una mirada de advertencia, pero no replicó. Patrick era el extrovertido de los dos. Carismático, encantador, podía entrar y salir de cualquier situación sin un rasguño. Diego, en cambio, era el lobo silencioso. Siempre alerta, siempre un paso adelante.
En ese momento, Sabina bajó del escenario tras su discurso y fue rodeada por caballeros interesados, en especial por el proyecto de un centro comercial que estaba por iniciar. Entonces, un hombre de mediana edad se abrió paso entre todos, su presencia fría como un cuchillo. Se plantó frente a Sabina con una sonrisa tensa.
—Vaya, señorita Capolá... está espléndida.
Sabina entrecerró los ojos, intentando ubicarlo.
—Gusto en volverlo a ver, ¿señor?
—Ferreira. Pero llámeme Arturo. Veo que decidió tomar el mando de su empresa...
Diego se colocó al instante a su lado. Algo en el tono de ese hombre lo hacía sospechar. Patrick, mientras tanto, recibió una notificación por su auricular y susurró al oído de Sabina:
—Es el padre de Diana.
La sonrisa de Sabina se afiló.
—Ah... ya lo recuerdo. Hace seis años nos vimos en mi empresa, cuando compré las acciones del señor Morales.
El cuerpo de Arturo se tensó un segundo.
—Hablando de Morales, no lo veo por aquí.
—No, claro. En ese entonces no pude encargarme de la empresa por temas personales y confié en él. Resultó ser un ladrón. Robó a los socios, desfalco total. Por suerte todo eso ya está en manos de la justicia. Pronto saldrán a la luz los nombres de sus cómplices.
Los presentes murmuraron sorprendidos. Arturo mantuvo su fachada de cortesía.
—Una pena lo que me cuenta.
—Lo es. Por eso mi familia y yo hemos decidido establecernos aquí.
Arturo deslizó la mirada hacia los niños jugando cerca. Sus ojos destilaron un odio fugaz, pero disimuló rápidamente cuando otro hombre intervino:
—¿Ha venido solo, señor Ferreira? ¿No lo acompaña su hija?
—No, estaba indispuesta. Aunque deseaba venir. Este tipo de eventos le fascina.
Sabina contuvo una risa sardónica. Sabía que esa familia estaba al tanto de todo lo que Diana había hecho. Diego aprovechó para intervenir.
—Disculpen caballeros... pero necesitamos hablar en privado.
Ella captó la urgencia en su mirada. Asintió y se despidió con diplomacia:
—Patrick, vigila a los niños.
—No te preocupes.
Diego la guió hacia la salida de emergencia. Cuando cerraron la puerta tras ellos, ambos respiraron hondo. Sabina se apoyó en la pared y lo miró con una sonrisa cansada.
—Gracias. ¿Cómo haces eso? Siempre sabes cuándo necesito un respiro para no explotar.
—Soy la persona que más te conoce.
—Tienes un... —comenzó a decir, pero Diego ya tenía una cajetilla de cigarros en la mano. Le ofreció uno. Ella se lo colocó en los labios y él se lo encendió. Luego hizo lo mismo para él.
—Dime, ¿cómo van los negocios?
—Sin novedades, lo que significa que todo va bien. El reporte que te envié está detallado.
—Lo leí. Gracias.
Diego exhaló humo lentamente.
—Ese tal Daniel... Patrick me dijo que ya lo has dejado ver a los niños.
—Sí. No podíamos ocultárselo para siempre.
—¿Por qué no? ¿No planeas volver a Italia cuando esto termine?
—Claro que sí, pero no puedo negarles su identidad. Ámbar querría que ellos lo conocieran.
—Eso puede ser un problema. Ese sujeto no sabe a qué nos dedicamos. Cuando lo sepa, puede presionarte, incluso quitarte a los niños.
—Si lo intenta, Patrick tiene órdenes. Al igual que tú.
De pronto, un disparo resonó desde el interior del hotel. Ambos se tensaron.
—¡Los niños!
Se miraron al unísono y Diego sacó una Glock de su tobillo. Le entregó una a Sabina. Sin decir una palabra, corrieron hacia el salón, abriendo la puerta con violencia.
Dentro, el caos reinaba. Invitados corriendo, gritos, vasos rotos. Patrick estaba cubriendo a los niños con su cuerpo, su arma desenfundada. Uno de los guardias yacía herido en el suelo.
Sabina y Diego se abrieron paso. Diego disparó a uno de los hombres que había intentado acercarse a los gemelos, derribándolo al instante. Sabina, con movimientos precisos, desarmó a otro agresor que huía hacia la salida de servicio.
—¿Están bien?—preguntó Sabina, arrodillándose frente a los niños. Ambos asintieron, abrazados al cuello de Patrick.
—¡Fueron tres! —gritó Patrick—. Intentaron colarse como camareros. Sabían a quién buscaban.
—¡Sellen todas las salidas! —ordenó Diego al resto de seguridad mientras recargaba el arma.
Sabina se puso de pie y miró a Diego con los ojos encendidos de rabia.
—Esto no es casualidad. Quieren a mis hijos. Y lo harán de nuevo si no actuamos rápido.
Diego asintió con firmeza.
—Entonces acabemos con ellos antes de que tengan otra oportunidad.
Daniel le hace falta agallas
por fin van a poder ser felices
No sé siñe a la típica historia romántica, es un drama que marcó vidas e hizo justicia .
💯 recomendada 👌🏼😉