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Brujas

Brujas

Status: En proceso
Genre:Viaje a un mundo de fantasía / Mundo mágico
Popularitas:150
Nilai: 5
nombre de autor: Ninja Tigre Lobo

Tora Seijaku es una persona bastante peculiar en un mundo donde las brujas son incineradas, para identificar una solo basta que posea mechones de color negro

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Salida de Exploración

—Entonces dime —dijo Tora con el ceño fruncido—, en un mundo donde existen hadas, vampiros, hombres lobo, enanos y toda esa clase de criaturas… ¿por qué se desharían de una bruja?

Rebecca respondió con calma, pero su voz llevaba un filo de desdén:

—Por la maldición que transmiten. No controlan sus poderes y terminan matando a quienes las rodean. Además, son influenciables… y viven entre humanos, a diferencia de los otros.

Tora chasqueó la lengua.

—Yo opino que la estrategia sería que todos despertaran algún poder o habilidad. Así no habría más prejuicios.

Rebecca arqueó una ceja.

—¿Y cómo?

—Podría usarse la red de los espíritus, que ellos cedan su poder —replicó Tora.

—Hablas de ese mecanismo de comunicación… lo dudo. Los espíritus no sacrificarán su existencia por los humanos. Algunos incluso los cazan —contestó Rebecca.

Meli interrumpió, con gesto impaciente:

—Y bien, ¿tienen alguna idea de a dónde vamos?

El grupo se detuvo. Tora y Rebecca se miraron en silencio.

—¿En serio? ¿No tienen idea de nuestro destino? —Meli apretó los puños.

Rebecca se rascó la cabeza.

—Estamos cerca del eje central del mundo. Una visita ahí no sería tanto problema.

El loro volvió, posándose en el hombro de Tora.

—Hola de nuevo. Finalmente, el horrible aroma se fue —dijo, mirando a Meli.

Ella lo fulminó con la mirada.

—Ya logré controlar mi habilidad.

Un leve resplandor de maná rojo se liberó, espantando de nuevo al loro.

—Sí… y bien, ¿qué hay en ese sitio? —preguntó Tora.

—Es donde la runa central que mantiene este mundo se conserva intacta. Está custodiada por bestias de barro —explicó Rebecca.

—¿Y qué haríamos allí?

—Explorar.

—No creo que debamos —murmuró Tora.

Entonces, frente a sus ojos, apareció una notificación:

Has obtenido una misión: enfrentar al jefe de la runa central.

Tora se quedó en silencio, con una sonrisa torcida, y pensó para sí:

"¿Qué gano yo con esto?"

Tora frunció el ceño, alzando la notificación invisible que solo él parecía ver.

—Esto es ridículo… —murmuró.

—¿Qué pasa? —preguntó Marina, notando su incomodidad.

Tora apretó los labios.

—Me acaban de “imponer” una misión: enfrentar al jefe de la runa central.

Rebecca palideció.

—¿Qué? Eso es una locura. No es una misión cualquiera, Tora. Ese lugar… no está hecho para simples visitantes.

Meli se cruzó de brazos, con la mirada aún cansada pero firme.

—Sabía que algo así iba a pasar. Desde que vi ese maná rojo, estaba claro que el mundo no nos iba a dejar tranquilos.

—¿Y qué se supone que hagamos? ¿Rechazarla? —preguntó Marina, aunque en su voz había un temblor.

El loro chilló, saltando del hombro de Tora.

—¡Yo digo que la rechacen! ¡Bestias de barro, runas centrales, jefes ocultos! Nada de eso suena bien para mi seguridad!

Rebecca suspiró, llevándose una mano a la frente.

—No sé si entiendes, Tora. Ese tipo de misiones no son… opcionales. Cuando el “mundo” las dicta, es porque ya quedaste atado.

Tora abrió las manos, con una sonrisa amarga.

—O sea, que si no voy, ¿qué pasa? ¿Me mata el propio sistema?

Rebecca no respondió de inmediato, pero su silencio fue más que suficiente.

Syra, que había estado seria hasta entonces, habló con voz grave:

—Yo digo que lo enfrentemos. Si esa runa está en el centro de todo, tarde o temprano habríamos terminado ahí. Mejor hacerlo de frente.

Meli chasqueó los dedos, liberando un chispazo rojizo que iluminó la penumbra.

—Pues yo quiero ver qué tan fuerte es ese “jefe”. Si tanto nos están obligando, habrá una razón.

El grupo quedó en silencio, cada uno con sus propios temores y expectativas.

Tora respiró hondo, cerrando los ojos un instante.

—Está bien. Pero que quede claro: si yo voy… todos vienen conmigo.

Rebecca lo miró de reojo, sonriendo con ironía.

—Eso no lo tenías ni que dudar.

El ambiente se tensó. Como si el mundo entero, bajo sus pies, hubiera escuchado esa aceptación.

En ese momento, un cerdo jabalín con enormes cachos salió disparado de entre los arbustos, embistiendo directo hacia Tora. El joven apenas dio un paso hacia un costado y lo esquivó por centímetros.

—¿Y este? Pensé que esto mantendría alejados a los espíritus —murmuró con fastidio.

Rebecca negó con la cabeza, observando con calma la criatura.

—No es un espíritu. Es una bestia. El maná rojo solo las enferma… las vuelve más violentas.

Meli, con la mirada fija en las brasas, preguntó de pronto:

—¿Cómo puedo hacer para tener acceso a este sistema?

Tora levantó la vista hacia ella.

—Se necesita ser un espíritu para tener acceso. Y aún así, se requiere un intermediario.

Sacó de su muñeca un reloj de mano y se lo arrojó a Meli.

—Ten. Yo uso este artilugio. Este es el que crea mi ropa Zaifini, lo que ves aquí.

Meli lo sostuvo con cautela. El reloj emitió un tenue resplandor, mostrando varios paneles flotantes frente a ella. Aparecieron registros en forma de video y fotos de Tora, escenas capturadas como si fueran fragmentos de memoria.

—¿Y cómo se usa esto? —preguntó ella.

Presionó un botón, pero nada ocurrió. Frunció el ceño y, con un gesto brusco, se lo lanzó de vuelta a Tora. Lo atrapó sin inmutarse.

Al día siguiente, tras un trayecto silencioso, el grupo finalmente llegó al sitio de la runa central. El paisaje era imponente: un cráter abierto en la tierra, y en el fondo, brillando con un resplandor azul-plateado, la runa central pulsaba como un corazón. Todo alrededor estaba custodiado por bestias cubiertas de lodo, enormes y deformes, como guardianes sin mente.

—¿Y cómo pasaremos esto? —preguntó Syra, con el ceño fruncido.

Rebecca se encogió de hombros, desplegando sus alas negras.

—Pueden intentar volar.

Ella se impulsó al cielo y descendió hacia el centro del cráter. Pero antes de tocar tierra, un rugido estremeció el aire. De entre la niebla barrosa emergió un lobo gigantesco, su pelaje era una mezcla de sombra y arcilla viva.

El lobo alzó la cabeza y habló con voz grave:

—Veo que finalmente estás aquí.

Frente a Tora apareció una nueva notificación brillante:

“El lobo guardián te quiere retar a un duelo.”

Un camino de runas se creo guiando a Tora hasta el centro de la misma, enfrente ya del lobo comienza en cronómetro de tiempo

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Ninja Tigre Lobo
hola
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