Al descubrir a su pareja en plena infidelidad, Ein Morlyng se sumerge en un torbellino de desesperación y alcohol, esperando que el dolor se disuelva con cada copa. Pero mientras la embriaguez la aleja de la realidad, una serie de eventos imprevistos la arrastra hacia una nueva vida. Entre una boda inesperada, un embarazo sorpresivo y una convivencia forzosa, Ein se encuentra atrapada en un destino que no había imaginado. Ahora, mientras enfrenta un cambio radical en su vida, una pregunta persiste en su mente: ¿Cómo llega el amor?
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Capítulo 16
Cada experiencia en esta vida nos instruye y nos prepara para tomar mejores decisiones en el futuro. Por ejemplo, es crucial recordar que el alcohol no es una opción para suavizar un golpe, ya que solo puede debilitar nuestras defensas y dejarnos más vulnerables a recibir otro golpe mayor.
— Te quedarás en esta casa hasta nuevo aviso. No saldrás sin mi permiso, no te comunicarás con nadie del exterior y no harás nada, absolutamente nada, sin mi consentimiento — Advirtió con calma, su voz inmutable. Para imponer su autoridad y demostrar la seriedad del asunto, metió la mano en mi bolsillo y tomó mi teléfono celular, guardándolo en su propio bolsillo.
— Pero tú no...
— Sin peros — interrumpió, cerrando la puerta con firmeza, dando por finalizado nuestro encuentro.
— ¡No estoy de acuerdo! — Exclamé, sin preocuparme si me escuchaba o no.
Solté aire, maldiciendo en voz alta. Golpeé el piso una vez, luego varias veces con los pies, deseando que el suelo me tragara. Finalmente, después de unos minutos, me calmé.
El baño era mucho más grande que mi pequeño apartamento. Aunque era solo un cuarto de baño, parecía más una sala de relajación. Di unos pasos hacia el espejo y observé mi reflejo. Me veía ridícula con solo unos pantalones cortos, una camiseta y mis sandalias de uso diario, además de que mi cabello era un desastre.
Las náuseas y breves mareos me invadieron nuevamente, nublando mi vista durante unos segundos. Fui al inodoro, pero no vomité, solo sentía el estómago vacío. Recordar eso me dio hambre. Me incorporé y caminé hacia el lavatorio para lavarme las manos y enjuagarme la boca. Luego, levanté mi blusa y miré mi vientre, que aún permanecía plano. ¿En serio tenía un bebé ahí? ¿En qué momento pasó? Todos mis sueños siempre fueron junto a Erick, y ahora todo se había desmoronado por un pequeño error, por un solo trago de alcohol. Siempre odiaré a Erick por lo que me hizo. Sin embargo, me sentía extraña y no tan diferente de él después de acostarme con un desconocido el mismo día de nuestra ruptura. Supongo que la diferencia estaba en que mi error sí era un verdadero error.
Dejé esos pensamientos de lado para evitar amargarme más. Lavé mi cara y, al final, pasé mis manos mojadas por mi cuello.
Tocaron la puerta del baño. Me acerqué lentamente y la abrí, encontrándome con el mismo hombre que me había dado acceso a la casa. Sentí vergüenza por las cosas que había pensado sobre él horas antes.
— El señor quiere verte— Dijo con calma—. Inmediatamente — Añadió.
Habló con mucha tranquilidad y me indicó la puerta de salida de la habitación con amabilidad, como si no pensara marcharse sin mí. Asentí y lo seguí fuera de la habitación. Bajamos las escaleras hasta la planta baja, pasando por el pasillo de habitaciones, hasta llegar a la misma sala donde había estado esperando a Dewin antes. El hombre me invitó a sentarme en el sofá, y acepté la invitación, sin entender bien a qué se debía toda la cortesía.
Poco a poco fueron llegando un par de mujeres de limpieza, dos hombres de apariencia común con ropa ordinaria, algunos uniformados más y finalmente el elegante señor que me había acompañado desde el baño hasta el sofá, y Dewin. En total, sin contarme a mí, eran diez personas. Me sentía algo confundida.
Dewin, después de acomodarse al lado mío, dejó a sus empleados en fila frente al sofá. Su expresión era de descontento y soltó un profundo suspiro. Levantó la mano y me señaló.
— A partir de ahora, y durante unos cuantos meses, daremos alojamiento a esta joven —Comenzó diciendo.— Vivirá en esta casa y será tratada con la mayor discreción. Quiero que la vigilen día y noche, especialmente si intenta salir sola a cualquier lugar fuera de estas cuatro paredes.
— ¿Esto es una cárcel?
— Ein, no agotes mi paciencia— Advirtió, continuando con su lista de normas—. Escuchen bien, no quiero que ninguno de ustedes le permita salir, ni siquiera al jardín, sin vigilancia. Le harán compañía todo el día, aunque sea uno de ustedes, y deberán mantener a César informado de todo. Si la escuchan hablar con alguien, salir, moverse sospechosamente o entrar en algún lugar prohibido, me lo dirán personalmente. Si alguno de ustedes falla en esto, incluso aquellos que no tienen nada que ver, serán despedidos, ¿queda claro?
Cada uno de sus empleados asintió con firmeza ante la amenazante voz de su patrón.
