Mi Sexy Hermanastro.
LILA
Apagué mi celular por enésima vez tras recibir la llamada número cincuenta de Eric. Estaba a solo una semana de mi boda, pero después de lo que vi ayer, ya no sabía si quería seguir adelante. Más de dos años creí que Eric era el hombre de mi vida, y el destino me había mostrado de la forma más cruel quién era en realidad.
Había organizado una cena sorpresa para nosotros, un último festejo antes de convertirnos en marido y mujer. Pero al llegar a su oficina aquella noche, algo no encajaba. No había nadie en el edificio, y él me había asegurado que trabajaría hasta tarde, igual que Margo, mi mejor amiga. Sin embargo, al entrar en su despacho, los vi.
Ambos estaban ahí, enredados, olvidados en su propio mundo. El choque fue tan brutal que mis piernas temblaron, y sin poder controlar mi impulso, cerré la puerta con fuerza. El estrépito resonó por la habitación y por fin notaron mi presencia. Vi cómo intentaban, en vano, cubrirse con gestos torpes y rostros llenos de culpa.
—Lila… espera, puedo explicarlo —dijo Eric, con la voz temblorosa, tratando de acercarse.
Pero yo ya no tenía palabras. Con el corazón hecho trizas, me acerqué y sin mediar más, le propiné una cachetada tan fuerte que resonó en toda la oficina. El golpe era un reflejo de mi dolor y mi rabia, y no quería que ninguno de los dos viera lo destrozada que estaba por dentro.
—¿Cómo pudiste? —logré decir, la voz apenas un susurro lleno de decepción.
Eric intentó tomar mi brazo, pero lo aparté con brusquedad y me giré hacia la salida. Fue entonces cuando me dirigí la voz cortante a Margo, que sonó como un dardo envenenado.
—Creí que tu obsesión por imitar mi estilo, mis gustos y hasta mi forma de actuar era solo por tu baja autoestima. Pero veo que no… solo eres una perra loca que quería robar lo que me pertenece. Aquí te lo dejo claro: yo no como sobras.
Me temblaron las piernas, pero me negué a mostrar debilidad. Salí de la oficina sintiendo que todo mi mundo se derrumbaba a cada paso. Bajé por el ascensor y al llegar a mi auto, las lágrimas comenzaron a deslizarse sin control por mis mejillas. No sabía qué hacer, ni cómo enfrentarme a lo que venía.
Mi teléfono empezó a sonar. Era mi madre. Contesté casi en automático, con la voz quebrada.
—Hola, mamá...
—Lila, ¿qué sucede? —preguntó con tono preocupado—. Erick me llamó desesperado, decía que hablaras conmigo. ¿Tuvieron una pelea?
—Mamá... Erick me estaba engañando. No puedo con esto. Voy a cancelar todo —dije con voz firme, intentando controlar el llanto.
—Mira, escúchame bien, señorita —respondió fría—. No puedes cancelar la boda por un desliz. Erick es un hombre joven, atractivo. Debió ser muy difícil para él mantenerse fiel después de que le pusiste esa absurda condición de llegar virgen al matrimonio. Te lo advertí, y ahora ves las consecuencias.
Su tono calculador me hirió. Sabía que no podía entender lo que sentía porque para ella el estatus y la imagen lo eran todo. Era el motivo por el cual papá le pidió el divorcio. No quería seguir escuchándola, así que contesté rápido, cortando su influencia.
—Mamá, te amo, pero ahora no quiero hablar contigo. Tú priorizas el dinero y el poder sobre todo, y yo no quiero terminar como tú.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó sorprendida.
—Que estás sola, mamá. Alejas a quienes te quieren por tu forma de ser. No quiero pelear, pero necesito tiempo para mí. Me voy a ir de viaje. Encárgate de todo, no volveré por un tiempo. Necesito pensar.
Corté la llamada antes de que dijera algo más que pudiera herirme. Sentí un nudo en la garganta, pero sabía que debía hacerlo para protegerme.
Conduje hasta mi departamento. Entré y empacé lo esencial: ropa, mi pasaporte, algo de dinero en efectivo. Necesitaba huir, aunque no sabía a dónde. Volví al auto y me dirigí al aeropuerto. Mientras esperaba mi vuelo, sentí la soledad más profunda, la que ninguna palabra podía llenar.
Entonces recordé a papá. Hacía años que no hablaba con él, pero en ese momento, era la única persona a quien podía llamar. Marqué su número y tras dos tonos, respondió.
—Hola... —su voz grave me hizo sentir una calidez que creía perdida.
—Papi... —le dije con un hilo de voz, dejando escapar las lágrimas contenidas.
—¿Lila? ¿Estás llorando? ¿Pasa algo con tu madre? —preguntó preocupado.
—No... necesito verte. ¿Puedo ir a verte? Te necesito.
Las palabras salieron de mi alma, más fuertes de lo que esperaba. Mi padre no dudó.
—Por supuesto, hija. Dime dónde estás, voy por ti.
—Estoy en el aeropuerto de Nueva York. Tomaré el primer vuelo a Londres y te avisaré cuando llegue.
—Muy bien, esperaré tu llamada. Lila, quédate tranquila. Pase lo que pase, estaré contigo.
—Gracias, papá. Te llamaré apenas llegue.
Colgué, sentí que por primera vez, después de mucho, no estaba sola. Respiré profundo y me enfoqué en el futuro incierto que me esperaba.
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Comments
Yasmín Fontén💕
Y esa! Es su madre???
2025-06-16
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