🔥 JUEGOS PICANTES: Volver A La Soltería 🔥
Cuatro mujeres.
Un pacto:
Nada de lágrimas por idiotas.
Solo risas, copas en alto…
Y nuevas reglas en la cama.
El juego cambió.
Y ellas están listas para ganar.
JUEGOS PICANTES: Volver a la soltería.
Una novela para reír, gozar y recordar quién manda.
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16. Brujas segunda parte.
—Usted… —dijeron Milton y Mateo al encontrarse de frente.
Mateo recuerda cómo, durante cada salida con Lola, la escuchaba quejarse del mantenido de su exmarido.
Milton, por su parte, recuerda cómo se estacionaba frente a la casa de Lola para seguirla. No podía creer que ella lo hubiera echado de su vida y que, aun así, no tuviera algún tinieblo o mecánico que le hiciera la lubricación.
Durante los primeros dos años después del divorcio, ella se mantuvo sola, pero un día la vio con ese hombre que ahora estaba ahí, muy juntitos. Él era el culpable de que Lola no lo hubiera aceptado de vuelta.
Miguel los observa con el ceño fruncido y se levanta rápidamente de su silla para detenerlos.
—Dejen la idiotez, a ninguno de los dos les interesa realmente Lola. Así que mejor tomen asiento.
Mateo mira a su amigo de infancia y cómplice, desconcertado, pero le hace caso.
—Milton está aquí porque la bruja de su mujer le arrancó un pedazo de oreja de un mordisco. Así que la vamos a demandar, quitarle a sus hijos y, de paso, dejarla en la calle —expone Miki brevemente.
Mateo sonríe maliciosamente.
—Siendo así, creo que tenemos un frente en común: acabar con las brujas —dice mientras extiende la mano.
Lola pagará caro haberse burlado de su hombría, y si tiene que unirse con el mismo diablo para lograrlo, lo hará.
Milton toma la mano. En su mente, ya planea cómo sacar ventaja. Su exesposa le ha dado problemas, pero ahora, con un poco de astucia, podrá obtener más de lo que esperaba, no solo de ella, sino también de los dos idiotas que tenía enfrente.
Miguel ajusta su corbata con calma. Su expresión es neutra, pero en su mente ya ha diseñado cada movimiento. No permitirá que esas dementes destruyan lo que le ha costado tanto construir. Y si tiene que aplastarlas, lo hará sin dudar.
—Milton, necesito que me firmes un poder… y que te asegures de que tus hijos estén de tu lado. En especial el mayor. Él podría pedir quedarse con su madre, y un juez respetaría su decisión —dice con profesionalismo.
Milton sonríe. Sabe que con permitirle cosas que Lola siempre le ha prohibido, lo tendrá de su lado. Y al pequeño lo manipulará con la excusa de no dejar solo a su hermano.
—Gracias, abogado. Cuando necesite un servicio de Uber, estoy a su disposición —dice Milton, pasándole una tarjeta personal.
Mateo la recibe y sonríe. "El idiota podrá ser útil," piensa, ya ideando cómo aprovecharlo para llevar a sus amantes a lugares más privados.
—¿Qué tal si, después de que hayamos terminado con las brujas, nos encontramos para celebrar y beber algo? —propone el CEO.
Los otros dos hombres asienten.
Milton sale de la oficina con una sonrisa de oreja a oreja, como si acabara de ganarse el Baloto.
Mientras tanto, en la oficina, Miguel toma el teléfono y, al primer timbre, la secretaria responde.
📱—Lucrecia, hazme el favor, tráeme dos tazas de café y, en un cuarto de hora, haz pasar al siguiente cliente.
📱—En seguida, señor —responde la mujer con amabilidad y cuelga.
—Dime, ¿qué tienes tramado? —pregunta Mateo, ansioso por ver a Leticia destruida.
Miguel desabrocha el botón de su chaqueta y afloja un poco su corbata.
—Vamos a destruir a tu mujer… tu amante… mi mujer… y a esa estúpida muchachita del aseo.
Su expresión perversa hace que Mateo sonría.
—Dime, ¿cómo lo vamos a hacer? —pregunta emocionado, sintiendo que pronto tendrá el control total sobre los bienes de Leticia.
El toque en la puerta los interrumpe.
—Adelante —dice Miguel.
La secretaria entra con el pedido. Acomoda frente a cada uno su café y se retira.
Miguel le pone un poco de crema y lo bate mientras retoma la conversación.
—Tengo el video de la agresión física que sufrimos por nuestras mujeres y las dos metiches… —Mateo lo interrumpe.
—Pero no nos conviene.
Miguel toma un sorbo de café y deja la taza sobre la mesa con calma. Luego, sin apurarse, entrelaza los dedos sobre el escritorio y clava la mirada en Mateo.
El silencio en la oficina se hizo espeso. El CEO sintió un escalofrío, pero lo disfraza con una sonrisa maliciosa.
—Ya solicité que lo editen… Donde ellas aparecerán como las agresoras. Eso nos servirá para dañar su imagen… También he hablado con varios socios para que retiren su apoyo a Mónica.
Mateo abre los ojos como platos, asombrado y reconociendo la inteligencia de su amigo.
—Lástima que no seas mujer porque serías mi tipo.
Ambos se carcajean.
Mateo toma un sorbo de su café.
—En este momento vuelvo a llamar a los cavernícolas y les digo que Leticia, además de ser una mala madre y una mujer que solo gasta sin medida, me ha agredido físicamente y verbalmente por no darle más dinero para sus extravagancias.
—Perfecto, pero también quiero que despidas a la asesora.
—No te preocupes por ella, ya la despedí. Y de paso, le pedí a mi secretaria que llamara a las casas donde trabaja… —responde con una sonrisa ladina, lleno de arrogancia, y añade—. La mujer vivirá bajo un puente y, muy seguramente, su hija terminará en un orfanato.
Los dos se carcajean.
Miguel se siente victorioso. Cada una de ellas pagará por su humillación.
—Redactaré los papeles del divorcio. De tu parte corre que tu mujer los firme.
—Por eso no te preocupes. ¿Mis hijos?
—Obviamente contigo. Debes seguir proyectando la imagen de hombre de familia —dice con una sonrisa burlona.
El toque de la puerta vuelve a interrumpir.
—Te veo en la tarde. Debo recibir al último de mis clientes —dice Miguel mientras acomoda su corbata y abotona su chaqueta.
Mateo se levanta de la silla asintiendo.
—Gracias, Mike… Hasta la tarde.
Al abrir la puerta, reconoce al padre del hijo de Marilyn. Su sonrisa se ensancha, gira y observa a su amigo y cómplice de la infancia, sonriéndole.
—Martín… —saluda con voz arrogante—. Qué sorpresa verte por aquí.
El recién llegado le devuelve la sonrisa, algo en su interior le dice que ha encontrado aliados.
La secretaria ingresa y recoge la vajilla para luego hacer pasar a Martín junto a su madre.
—Buenos días, sigan, por favor, y tomen asiento —los invita el abogado, señalando los asientos frente a ellos.
Miguel observa a Martín y a su madre meticulosamente.
—Buenos días, abogado —saluda la mujer amablemente, extendiendo su mano.
—Buen día, señora —responde estrechándola con firmeza.
Martín solo hace una seña con la cabeza.
—Díganme, ¿en qué puedo ayudarles? —pregunta Miguel con su tono profesional, observándolos desde su postura hasta sus micro gestos.
La madre de Martín endereza la espalda, su expresión es de total seguridad.
—Queremos asegurarnos de que mi nieta tenga un futuro digno… Esa... mujerzuela no tiene en qué caerse muerta —escupe con desprecio—. Mi nieta no tiene por qué pagar por el error de su padre al escoger como madre a una pordiosera.
—¡Mamá! —exclama Martín, pero su protesta muere ante la mirada fulminante de su madre.
Ella ignora su interrupción y, con movimientos calculados, saca su chequera y la deja sobre el escritorio.
—Queremos la custodia total de la pequeña —dice con arrogancia, tamborileando los dedos sobre la tapa de cuero.
Miguel recarga su espalda en la silla, cruza una pierna sobre la otra y sonríe complacido.
—Han llegado al lugar indicado —responde con voz tranquila, pero con una sombra de malicia en los ojos.
La mujer se relaja ligeramente, satisfecha con la respuesta.
—Dígame, ¿qué necesitamos y cuánto tiempo tomará?
—Redactaré la demanda. Tengo un juez de familia amigo que nos ayudará… Máximo en 24 horas y su adorada nieta estará en sus manos.
Martín levanta una ceja, sorprendido. Pensó que sería un proceso más complicado.
—¿Así de rápido?
Miguel lo observa fijamente. No se le escapan los temblores sutiles en sus manos ni el leve brillo de sudor en su frente.
—Sí —responde con tono medido—, pero debes empezar a tratar tu adicción. Eso podría jugar en nuestra contra más adelante.
La mujer le lanza una mirada severa a su hijo, su paciencia es casi inexistente.
—De eso me encargo yo —afirma con tono tajante.
Miguel entrelaza los dedos sobre el escritorio y esboza una sonrisa ladina.
—Perfecto. En ese caso, lo único que nos queda por hacer… es destruir por completo a Marilyn.
La madre de Martín asiente con satisfacción. Martín, en cambio, traga saliva.
Miguel se reclina un poco hacia adelante, su expresión se torna sombría, calculadora.
"Monic… querida… ya verás lo que te espera a ti."