Nico y Massimo Messina son los herederos del Cártel de Sinaloa y todos los ojos están sobre ellos; los de su familia, sus socios comerciales y sus enemigos. No pueden cometer errores, menos ahora que de ellos depende el negocio familiar.
¿Qué pasaría si dejaran que sus corazones nublen su razón? ¿Qué pasaría si cedieran su control por alguien a quien aman?
Acompáñame a descubrirlos juntos.
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Pastel amargo
Eva
–¡Nos vamos en cuatro semanas! –le recuerdo.
Travis acaricia mi mejilla. –Respira, cariño –ordena y lo hago–. No es justo que hagamos una boda solo en Francia, también podemos casarnos acá con tu familia.
Asiento. –Lo entiendo, pero ¿por qué tiene que ser antes de que volvamos? –pregunto mientras mi pecho comienza a comprimirse–. Cuatro semanas es muy poco tiempo para organizar una boda, ¿no lo creen? –le pregunto a mi madre y a Stefy.
–Podemos ayudarte –ofrece Stefy.
–Claro –agrega mamá–. Si esto es lo que quieres, estaremos felices de ayudarte –dice con cuidado, tratando de leer la expresión de terror que deben tener mis ojos en este momento.
–Un año o cuatro semanas, ¿qué importa? –pregunta Travis con una sonrisa–. Nos amamos. Podemos hacer una locura, ¿no? Siempre has querido que cometa una locura.
–Lo sé, cariño, pero me refería a saltar de un acantilado o andar en una motocicleta… No a casarnos en cuatro semanas –susurro antes de dejarme caer al lado de mi hermana.
–Te ayudaremos, todo estará bien –dice tomando su celular–. Llamaré a Pam –agrega antes de desaparecer para llamar a la organizadora de bodas que nos ayudó con la boda de Venecia.
–Travis, me permites unos minutos a solas con mi hija.
–Claro –responde antes de desaparecer.
Mamá se sienta a mi lado y me abraza. –¿Qué pasa, cariño?
Niego con mi cabeza. –Es muy apresurado, ¿no lo crees?
–Vas a tener tu boda por lo alto cuando lo hagas en Francia.
–No es eso, es que es muy poco tiempo para… Pensé que tendría más tiempo.
Mamá toma mi mano y me obliga a mirarla. –Cielo, si no estás segura que quieres casarte con Travis…
–Lo estoy –declaro–. ¿Por qué no lo estaría? Amo a Travis y sé que seremos felices, pero…–me detengo cuando siento las paredes caer encima de mí, con techo incluido–, supongo que solo estoy nerviosa –me obligo a decir.
–¿Segura? –Asiento–. Cuando tu papá me pidió matrimonio lo único que quería era casarme con él. Si hubiese podido casarme ese mismo día lo hubiese hecho –me cuenta con una sonrisa–. ¿Y recuerdas lo ansiosa y feliz que estaba Venecia?
–¿Qué me estás tratando de decir, mamá? –pregunto a la defensiva.
–Nada, es solo… quiero que hagas lo que te hace feliz, no lo que crees que nosotros esperamos de ti.
–Travis me hace feliz.
Mamá asiente, no del todo convencida.
–Entonces, ¿tendremos una boda?
–La tendremos –me obligo a responder mientras trago el enorme nudo que se forma en mi garganta.
–¡Pam está completamente a bordo! –grita Stefy desde el pasillo–. Hoy tenemos que ir a la primera degustación del pastel de boda y del menú de la fiesta–. ¡Travis! –lo llama entusiasmada–. Tenemos que salir en una hora –nos avisa antes de desaparecer a su habitación.
Mamá se levanta y le sonríe a Travis. –Me encantaría acompañarlos, pero Theo me pidió que cuidara a los niños, tiene una cita con Linda –se excusa antes de desaparecer y dejarme a solas con mi futuro esposo.
–¿Todo bien, pequeña?
Me obligo a sonreír.
Todo tiene que estar bien.
*****
Stefy aplaude cuando traen la tercera ronda de pasteles y se lanza a probarlos mientras Pam va anotando todo.
–Me gusta el de chocolate –declara Stefy–, pero me sigue gustando más el de chocolate suizo.
Entierro el tenedor en el pastel y lo llevo a mi boca. El sabor explota en mi lengua y sonrío.
–Está delicioso, pero ¿qué opinas del de limón y chocolate blanco? –le pregunto a mi hermana.
–No tiene chocolate negro en él –dice arrugando su perfecta nariz antes de probarlo–. ¡Agua, agua, agua! –pide dramáticamente.
Me rio de su rostro. –Está delicioso –contradigo–. ¿Qué opinas, mi amor? –le pregunto a Travis mientras sigo disfrutando del rostro de asco de mi hermana. Estoy tentada de elegir este pastel solo para verla sufriendo en mi boda.
Stefy tiene un paladar de un niño de cinco años.
–Creo que ya hemos probado suficiente –responde Travis secamente.
Stefy ríe creyendo que está bromeando, pero yo sé que está hablando en serio.
–Creo que Travis tiene buen paladar y no quiere seguir probando ese asqueroso pastel –opina mi hermana antes de enterrar el tenedor en otro pastel de chocolate–. Travis, tienes que probar este –le dice acercándoselo.
–No, gracias –responde y me lanza esa mirada que ya reconozco.
–Creo que hemos probado suficientes, ¿no lo crees? –le pregunto a mi hermana, forzando una sonrisa en mi rostro.
–No seas aguafiestas, Evita, recién comenzamos. Mira, vienen más sabores asquerosos, de los que te encantan –dice casi saltando en su asiento cuando traen otra bandeja.
Pam pone la bandeja frente a mí, y espera paciente, pero juro que puedo sentir la mirada de Travis quemando sobre mi rostro.
–Creo que ya no puedo más –miento.
Stefy pone los ojos en blanco antes de meterme un tenedor lleno de pastel de fresa en mi boca. –Podíamos comernos una torta completa cuando éramos niñas –me recuerda mientras el sabor explota en mi boca, recordándome un tiempo más feliz.
–Stefy, ya basta –espeta Travis–. Eva tiene que cuidar su peso.
Los ojos de mi hermana se disparan a mi prometido y luego vuelven a los míos, casi como si esperara que todo esto es una broma, pero no es así. Travis no tiene sentido del humor.
–¿Qué? –pregunta sin entender.
–Lo que escuchaste. Eva tiene un problema con la comida y tenemos que ayudarla.
Stefy se levanta de su silla con el tenedor en la mano, casi como si fuera un arma. –¿Estás de coña? –pregunta molesta–. Eva no tiene ni un puto problema, y ciertamente no va a dejar que un idiota le diga lo que puede o no puede meterse en la boca. Te apuesto que no discutes con ella cuando le metes tu polla en su boca, ¿no, cuñadito?
–¡Stefy! –la regaño.
–Stefy nada –devuelve.
–Travis solo me está cuidando –explico mientras siento como enrojezco cuando todo el mundo voltea a vernos–. Tengo un problema con la comida, lo sabes –le recuerdo–. Tenía sobrepeso cuando era adolescente.
Stefy deja el tenedor sobre la mesa con un golpe. –Puaj –gruñe–. Ver cómo intentas justificarlo me quitó el apetito –sisea antes de salir de la pastelería.
–Por favor, quiten esta tonelada de azúcar –ordena Travis y Pam corre hacia uno de los meseros. Vamos, cariño –dice tomando mi mano y sacándome rápidamente de la pastelería.
Mientras caminamos por la calle me repito que este hombre me ama y solo quiere lo mejor para mí.
Todo está bien. Todo tiene que estar bien.
que hermoso capítulo