Un Lugar Seguro Para Amar

Un Lugar Seguro Para Amar

Un lugar seguro

Vanity Lance

–¿Quién sabe, quizá George sea el próximo primer ministro? –pregunta Miranda Condell, una de las mujeres más ricas de Reino Unido.

Miro el celular cuando la bola de angustia crece en mi pecho. Georgie es muy pequeño para dejarlo solo con una niñera. Una niñera que no me da ni una pizca de confianza, parece que odiara a los niños, pero la familia de George insistió en que ella era la indicada, porque había cuidado a los hijos de no sé qué conde.

Idiotas.

Yo quería contratar a Cecil, una adorable chica con el cabello teñido purpura, sin experiencia, pero con un corazón gigante. Georgie y ella congeniaron de inmediato, pero por supuesto ellos saben más que una simple mujer que lo único que ha hecho en su vida ha sido caminar por pasarelas.

George toma mi brazo con fuerza. –¿No lo crees, querida? –me pregunta con una mirada de advertencia.

Miranda arruga su nariz. –Quizá nuestra querida Vanity está pensando en su exnovio. –Los dedos de George se entierran en mi brazo–. Creo que lo leí en una de esas revistas que las empleadas dejan regadas por la sala… Tú saliste con Mauro Farina, ¿no es así? –pregunta con sus ojos brillando de curiosidad–. Un hombre muy guapo, y muy rico debo agregar. Ninguna cualidad que no tengas, George querido, por supuesto, pero por lo que he leído Mauro llegará lejos.

No puedo evitar sonreír cuando recuerdo a Mauro.

–No hay nadie que conozca que merezca más el éxito que él –lanzo con orgullo. Lusso ha conquistado el mercado del lujo y la moda como ninguna otra marca podrá hacerlo jamás.

Miranda jadea con un disfrute maquiavélico. –Oh, querida, me parece una desconsideración lo que acabas de decir –dice mientras sus labios se elevan en una sonrisa–. Nuestro George podrá enojarse.

George acerca sus labios a mi frente. –No soy celoso –dice mientras sus dedos bajan a mi cadera y se entierran en mi carne con crueldad–. ¿Verdad, cariño?

Asiento mientras todo el color desaparece de mi rostro.

No debí decir lo que dije, lo sé ahora. Puedo ver en sus ojos que esto tendrá consecuencias.

–Lamento tener que despedirme tan abruptamente, Miranda, pero tenemos que volver a casa para ver a nuestro hijo.

–Oh, lo entiendo, lo entiendo –responde sin dejar de mirarme con deleite.

Ella lo sabe. Todos en nuestro circulo lo saben. Algunos me miran con lastima, y otros, como Miranda, con un interés sádico.

Debo ser la comidilla en las reuniones en el club de golf. Todas deben comentar sobre mi exceso de maquillaje y los magullones en mis brazos, pero he aprendido a ignorar sus curiosas miradas.

Lo he hecho por Georgie.

Nada es más importante para mí que mi hijo y George ya amenazó con quitármelo el mismo día que nació, me dijo que debía comportarme o nunca más podría cargar a mi hijo en mis brazos.

He cometido muchos errores en mi vida, y ciertamente casarme con George es el peor de ellos.

Pero no Georgie. Mi hijo no es un error. Mi hijo es lo mejor que me ha pasado en la vida y sé, sin lugar a duda, que volvería a elegir este camino, cada doloroso paso, para poder tenerlo en mi vida, para poder escuchar a su corazón latir junto al mío.

Nos despedimos del diverso grupo de personas y luego George toma mi brazo y prácticamente me saca a empujones del lujoso restaurante.

–Te gusta joderme la existencia, ¿no?

No digo nada, porqué sé que será peor, siempre lo es cuando le contesto.

Cuando estamos frente al auto abre la puerta y me empuja dentro antes de cerrar la puerta con tanta fuerza, que mi hombro y parte de mi muslo es golpeado.

Muerdo mis labios para que ningún sonido salga de mi boca. Con el tiempo aprendí que quejarme y llorar lo enoja más.

Miro por la ventana mientras George se sienta a mi lado, sudando ira.

No dice nada. Nunca dice nada durante el viaje a casa. Le gusta jugar con mi cabeza y sabe que el miedo suele bloquearme en ocasiones, y sabe que sé lo que pasará cuando lleguemos.

Sabe que le temo.

Quizá no le tome mucho tiempo esta noche, quizá me dé unos cuántos golpes y luego me folle hasta quedarse dormido. Después de todo, bebió casi cuatro vasos de whiskey y siempre que bebe alcohol se duerme más temprano.

Lo miro de reojo con la esperanza de verlo bostezar, pero está con los ojos muy abiertos mirando al frente mientras sus dedos están blancos de tanto presionar el volante.

Quizá no sea tan rápido después de todo.

Si me hubiese golpeado antes de quedar embarazada podría haberlo dejado, pero la primera vez que lo hizo tenía ocho meses de embarazo y me pidió que lo perdonara, que estaba muy estresado con las elecciones, que no sabía lo que hacía y que yo tenía la culpa por no saber leer su humor.

Debería haber huido, pero tuve un embarazo complicado, y no podía levantarme de la cama.

Luego, cuando Georgie nació, supe que fue un error quedarme…

–¡Bájate!

Salto, asustada con su grito.

Abro la puerta del auto, pero antes de bajar, me empuja al suelo de nuestro garaje.

La piel en mis palmas y rodillas se rompe de inmediato con el golpe.

Me levanto sin quejarme, solo para ser tomada de mi cabello.

–Vas a pagarme cada humillación –sisea mientras avanza hacia la casa.

Una de las empleadas abre sus enormes ojos castaños cuando nos ve.

–¡Largo de aquí! –grita y ella desaparece, obedientemente.

Subimos las escaleras y mi corazón se paraliza cuando escucho a mi hijo llorar.

Me muevo bruscamente hasta que me suelta y corro hacia la habitación de Georgie.

Abro la puerta y veo a mi pequeño llorar en su cuna, siendo ignorado por su niñera.

–¡Fuera! –grito esta vez yo–. Fuera y no vuelvas.

La mujer sale de la habitación mirándome como si yo fuera la peor madre del mundo, y sí, puede que no sea una gran mamá, pero nunca dejaré llorar a mi pequeño, no si yo puedo darle consuelo.

–¡Mami! –grita estirando sus manitos hacia mí.

Lo cojo en brazos y mi pequeño comienza a calmarse poco a poco.

–Ya, cielo, mamá está aquí.

Un portazo me hace voltear a la puerta y palidezco cuando veo a George furioso.

–Deja al niño en su cuna.

–No ahora, Georgie me necesita.

–¡Déjalo en su maldita cuna!

–George, por favor…–le ruego, pero entiendo que debí hacerle caso cuando me lanza lejos con un golpe certero en mi espalda.

Georgie vuela lejos de mis brazos y es en este momento cuando mi corazón se rompe.

Nunca había lastimado a Georgie.

Comienza a lanzar patadas a mi rostro y vientre, pero nada duele tanto como escuchar el llanto de mi pequeño.

–¡Eres una perra asquerosa! – sisea–. ¿Extrañas a ese fracasado? –pregunta con el rostro deformado por la rabia–. ¿Deseas que te folle para gritar como la perra que eres?

–No… Basta, por favor –le ruego mientras me arrastro hacia mi pequeño que sigue llorando en el suelo.

George se abalanza sobre mi cuerpo y sé lo que quiere. Comienza a desnudarme, luchando por sacar mi vestido manchado de sangre.

–¡Mamii! –grita mi bebé con miedo y dolor.

Georgie está sufriendo.

Trato de luchar, pero un nuevo golpe en mi rostro llega y quedo por unos segundos en blanco, congelada ante la escena que ocurre a mi alrededor.

Mi hijo está llorando y mi esposo está tratando de violarme.

Pensé que Georgie estaba a salvo con su padre, pero me equivoqué.

–¡Mami!

Los gritos de Georgie siguen llenando la habitación y es el combustible que necesito en este momento.

Estiro mi mano hasta alcanzar un jarrón que está botado en el suelo. Lo tomo como puedo y antes de pensarlo dos veces golpeo a George con fuerza en el rostro.

Sus ojos se abren sorprendidos, pero antes de que pueda hacer algo, vuelvo a golpearlo con toda la fuerza que me queda.

George cae sobre mi cuerpo como peso muerto.

Me agito lo suficiente para poder sacármelo de encima y luego gateo hasta dónde está mi hijo. Lo tomo en mis brazos y beso el horrible golpe que tiene en su frente.

–Ya, cielo, todo estará bien –susurro mientras el miedo se filtra en mi piel al ver a George en el suelo.

¿Está… muerto?

Trago el nudo que se forma en mi garganta al pensar en eso.

Me acerco, aterrada, y lo muevo con mi pie. Quiero llorar de alegría cuando lo escucho magullar algo.

Está vivo.

El hijo de puta sigue vivo.

Miro los ojos aterrados de Georgie y tomo una decisión. No permitiré que mi hijo le tema a este hombre como lo hago yo.

–Encontraré un lugar seguro para ambos –le juro a mi pequeño y sé que haré lo que sea necesario para cumplir ese juramento.

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Comments

Dolores Hernández

Dolores Hernández

hola escritora Bello gracias por estar de regreso la extrañe mucho nos dejó sin saber de sus extraordinarias historia me da gusto ver qué ya está nuevamente aquí con esta nueva historia la felicito por esta nueva historia y le agradezco por esta nueva historia le doy gracias le deseo como siempre todo el éxito del mundo 🌎 y una lluvia ⛈️ de bendiciones 👌💪🙏👍

2025-07-31

9

Evelyn Padilla

Evelyn Padilla

y si... pero tranquila q te aseguro q este ser asqueroso va a tener una muerte sangrienta y muy dolorosa

2025-07-31

8

Evelyn Padilla

Evelyn Padilla

estoy segura q lo encontrarás...
Tengo una duda, Vanity no era Rubia y de ojos claros

2025-07-31

7

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