Morí sin ruido,
sin gloria,
sin despedida.
Y cuando abrí los ojos…
ya no eran míos.
Ahora respiro con un corazón ajeno,
camino con la piel del demonio,
y cargo el nombre que el mundo teme susurrar:
Ryomen Sukuna.
Fui humano.
Ahora soy maldición.
Y mientras el poder ruge dentro de mí como un fuego indomable,
me pregunto:
¿será esta mi condena…
o mi segunda oportunidad?
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Capítulo 15 – La Reina de la Maldición
El aire era más denso. Más pesado. Como si el mundo supiera que algo oscuro estaba despertando bajo la superficie de Japón.
Mientras tanto, en la sede de la escuela de hechicería de Tokio, Victor dormía… pero no en paz.
Una pesadilla compartida
El sueño era claro. Las paredes de una caverna oscura, una corona de espinas colgando sobre una figura encadenada.
—Victor… —susurró una voz femenina, profunda, antigua y envolvente—. ¿Lo recuerdas…?
Un rostro emergió de entre las sombras: ojos sin pupilas, cabello flotando como en agua y un tatuaje en espiral que cubría su rostro. Su sonrisa era la de un dios enfermo.
—Fuiste mío antes que de Sukuna.
Victor se despertó bruscamente, empapado en sudor.
Frente a su cama, Gojo, con expresión más seria de lo usual, lo miraba.
—Tenemos que hablar… ya.
La amenaza ancestral
En la sala de estrategia, estaban reunidos todos: Yuji, Megumi, Nobara, Panda, Maki, Toge, y Utahime. Hasta Nanami, herido pero presente, había regresado.
—Una entidad antigua fue liberada por los Cazadores de Reyes —explicó Gojo—. Se hace llamar La Reina Maldita. Es anterior a Sukuna, incluso.
Victor tragó saliva.
—La vi. En mis sueños. Me habló.
—¿Qué te dijo?
—Que alguna vez… le pertenecí.
El silencio se apoderó de la sala.
—Si eso es cierto —dijo Nanami—, entonces esto no es solo una guerra de maldiciones… es una guerra de herencia maldita.
Un nuevo pacto
Gojo lo miró fijamente.
—Victor. Si en algún momento dejas de ser tú, si esa cosa te controla… no me temblará la mano.
Victor asintió.
—Lo sé. Pero no dejaré que llegue a eso.
Entonces alzó la mano y mordió uno de sus dedos. Sangre cayó al suelo.
—Sukuna. Lo haremos a mi manera.
Y por primera vez, en el mundo real, el doble par de ojos de Sukuna se abrió completamente, marcando en su espalda un nuevo contrato: Victor tendría control total… pero el precio sería aún desconocido.
Las Ruinas Carmesí
Mientras tanto, en las afueras de Nagoya, las ruinas carmesí vibraban con energía maldita. Los tres Cazadores heridos se arrodillaban ante un ataúd sellado con mil escrituras.
—Con nuestra sangre, rompemos el sello.
Zaruk, Neiro y Kagura sangraron sus palmas y las presionaron sobre la lápida.
Un grito gutural, inhumano, cruzó el cielo.
El sello estalló en llamas negras.
De las profundidades, salió ella: La Reina.
Era esbelta, con brazos múltiples que se entrelazaban como ramas, y un vestido hecho de carne maldita. Sus ojos eran dos soles negros.
—¿Quién me llama…? ¿Dónde está… mi Rey?
Neiro se arrodilló.
—Está reencarnado. En el niño. En Victor.
La Reina sonrió.
—Entonces… será mío otra vez.
Vínculos en juego
En Tokio, los hechiceros se entrenaban. Gojo había dividido al grupo:
Yuji, Nobara y Megumi entrenaban combinaciones de ataques conjuntos.
Maki y Panda entrenaban cuerpo a cuerpo con maldiciones menores.
Victor entrenaba solo. A veces con Sukuna. A veces contra él.
Nobara lo observaba desde lejos.
—¿Sabes? No eres tan maldito como pareces —le dijo.
—¿Gracias? —respondió Victor, sin saber si era un insulto o un halago.
Yuji también se acercó.
—No me agrada que tengas su cara. Pero... hiciste lo que yo no pude. Controlarlo.
Victor asintió.
—Pero aún no ha terminado. Viene algo más fuerte.
Yuji miró al horizonte.
—Sí. Lo siento también.
Preparación para el final del acto
Gojo anunció:
—Los rastreadores nos informan que La Reina se mueve hacia la ciudad de Sendai. El equipo se divide en tres grupos:
Equipo de Intercepción: Yuji, Megumi, Nobara.
Equipo de contención: Utahime, Nanami, Maki, Panda.
Victor irá conmigo. Su conexión con ella es demasiado fuerte para dejarlo atrás.
Victor aceptó sin dudarlo.
—Si tengo que enfrentarla… lo haré.
Pero dentro de su mente, Sukuna susurraba:
—No sabes lo que viene, mocoso. Ella… era mi fin.
Epílogo
En un valle cubierto por niebla, La Reina avanzaba descalza, cada paso marchitando la tierra.
A su alrededor, nuevas maldiciones nacían como flores oscuras.
—Victor… pronto recordaremos… todo.
Una de sus bocas sonrió.
—Y entonces… el verdadero Rey de las Maldiciones nacerá de nuevo.
Capítulo Quince – Parte 2: El Eco del Trono Maldito
Ecos del pasado
Victor observaba su reflejo en la ventana del tren bala que lo llevaba junto a Gojo hacia Sendai. El paisaje se desdibujaba a medida que la velocidad aumentaba… pero lo que realmente veía no estaba fuera.
Estaba dentro.
Una memoria... un recuerdo lejano que no era suyo.
Sukuna, sentado en un trono hecho de huesos y espinas negras. Frente a él, una mujer se arrodillaba.
—Te amo —dijo ella—. Pero un amor como el nuestro... traerá la ruina del mundo.
Sukuna sonreía. Cruel. Indiferente.
—Entonces que el mundo se hunda.
Victor cerró los ojos y apretó los puños.
—¿Quién es ella, Sukuna?
Pero la voz del rey maldito no respondió.
Solo rió.
La Reina se mueve
A cientos de kilómetros, La Reina caminaba sobre un río, haciendo hervir el agua a cada paso. A su alrededor, espíritus deformes la seguían como sombras danzantes.
—El Rey aún duerme en él —susurró—. Pero pronto… despertará por completo.
Los tres Cazadores de Reyes se arrodillaron al borde del río, como adoradores ante una diosa.
—¿Desea que lo capturemos?
—No. Él vendrá a mí.
Sus múltiples brazos se abrieron. Un rugido invisible sacudió el cielo.
—Pero si no lo hace… destruiré todo lo que lo retiene.
Tensión entre aliados
En la escuela de hechicería de Kioto, Utahime y Nanami recibían a los estudiantes.
—La Reina es diferente a cualquier cosa que hayamos enfrentado —dijo Utahime—. Incluso Sukuna la teme, aunque lo niegue.
—¿Y si Victor pierde el control? —preguntó Maki.
Nanami miró a todos.
—Entonces, no solo lucharemos contra La Reina… sino también contra nuestro supuesto aliado.
Panda bajó la mirada.
—Victor ya no es solo un chico… pero tampoco es solo Sukuna. ¿Qué se supone que hagamos con alguien así?
Silencio.
—Confiamos… hasta que ya no podamos confiar.
Preparación
Gojo y Victor llegaron a una colina cercana a Sendai. Desde allí podían ver las columnas de energía maldita que brotaban como volcanes. La ciudad estaba cubierta por una neblina negra.
—Allí está ella —dijo Gojo, entrecerrando los ojos—. Esperando.
Victor sintió una presión en el pecho. No miedo. No odio.
Nostalgia.
—¿Y si no puedo matarla?
Gojo se le quedó viendo. Serio. Directo.
—Entonces yo la mataré. Y a ti también, si es necesario.
Victor no desvió la mirada.
—Entendido.
La elección de un Rey
Esa noche, Victor salió del campamento sin avisar.
Se paró frente a un árbol muerto, tocando su corteza podrida. Cerró los ojos.
—Si alguna vez la amaste, dímelo ahora —le dijo a Sukuna.
Por fin, Sukuna habló.
—Amarla fue el primer error que cometí. Dejarla vivir… fue el segundo.
Victor abrió los ojos. Su cuerpo brillaba con energía maldita.
—Entonces acabaré lo que tú no pudiste.
Una marca se dibujó en el suelo. Un círculo con dos espadas cruzadas.
Victor levantó la mano. Por primera vez, activó su Dominio Parcial por voluntad propia.
—¡Relicario Demoníaco: Apertura Primaria!
El aire vibró. La tierra tembló.
Victor estaba listo para ser más que un recipiente.
Estaba listo para ser un verdadero rey.
Epílogo
En lo alto de una torre destruida, La Reina sintió la activación del dominio.
Sonrió con sus labios partidos.
—Así que finalmente… decides ser tú mismo.
Una flor negra brotó de su palma.
—Te estaré esperando, mi amor.
Y el cielo, esa noche, se tiñó de rojo.