¿Podría un hombre marcado por la sangre cambiar al encontrarse con una mujer que veía la esperanza en todo?
¿O el pasado de ambos sería demasiado fuerte para escribir una nueva historia?
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Cap. 13
En el departamento de Polanco, el aire estaba cargado. Aris y Hendra se sentaron frente a Lucifer, quien fumaba en silencio, lanzando el humo hacia la ventana abierta. El reloj marcaba las 10:47 p.m., pero el ambiente parecía detenido en el tiempo.
—¿Saben por qué los mandé llamar? —preguntó Lucifer, sin levantar la voz.
—No, patrón —respondieron los dos al mismo tiempo.
Lucifer se inclinó ligeramente hacia ellos, con la mirada fija.
—¿Alguien está jugando sucio otra vez?
La pregunta cayó como un balde de agua helada. Aris tragó saliva. Hendra se tensó.
—¿A qué se refiere, señor? —preguntó Aris, con cautela.
Lucifer lo miró sin pestañear.
—¿Quieres que repita la pregunta?
—No, señor. Entiendo —respondió Aris, bajando la mirada.
—Yo no tengo intención de traicionarlo, patrón. Le soy leal hasta la muerte —dijo Aris con firmeza.
—¿Y tú, Hendra?
—Igual, señor. No soy bueno hablando, pero... estoy con usted —respondió Hendra, nervioso.
Lucifer se levantó, apagó el cigarro en un cenicero de cristal y asintió.
—Bien. Quiero que vigilen de cerca al Barón y a James. Y también a Peter.
Aris y Hendra se miraron.
—¿Peter? ¿No es de los nuestros? —preguntó Aris.
—Sí. Pero últimamente se le ha visto reuniéndose con el Barón. Quiero saber qué traman.
—Entendido, patrón —respondieron al unísono.
—Vamos al local del Barón. Quiero verlo en persona.
—Sí, señor.
...****************...
En la colonia Doctores, el sol apenas comenzaba a calentar el pavimento cuando Lisna gritó desde la banqueta frente a la pensión.
—¡Eva! ¡Ya vámonos, que se nos va la mañana!
—¡Ya voy, ya voy! —respondió Eva desde adentro, saliendo con su suéter rosa y empujando el carrito de fideos.
—¿Estás bien? ¿No dormiste o qué? —preguntó Lisna, tocándole la frente.
—Estoy bien, solo me tardé un poco.
Ambas caminaron hacia su esquina habitual, donde montaban el puesto. Eva acomodó los ingredientes, Lisna las sillas.
—¿No estás estresada por lo del dinero del cuarto? —preguntó Lisna.
—Ya hablé con la señora Carmen. Me dio chance de pagar en una semana.
—¡Ay, qué alivio! Pensé que ibas a tener que dormir en el carrito.
—No exageres —dijo Eva, riendo.
—Aunque todo tu dinero se lo diste a esos chupasangre...
—Lisna, no hables así. Después de todo, me dieron estudios.
—Sí, pero solo la primaria. Y porque les convenía.
—Ya, no me amargues el día. Mejor pongamos música.
—¿Trajiste el altavoz?
—Claro. Hoy toca Wilfrido Vargas.
Eva sacó un altavoz grande del cajón del carrito. Conectó su celular y puso “El baile del perrito” a todo volumen. Ambas comenzaron a bailar en plena calle, sin vergüenza.
Eva usaba una escoba como guitarra. Lisna, su palo de madera como micrófono. Algunos transeúntes se detenían a mirar, otros grababan con sus celulares. Un par de niños se unieron al baile.
—¡Jajajaja! ¡Parecemos locas! —gritó Eva.
—¡Pero locas felices! —respondió Lisna.
Desde un coche estacionado a unos metros, Aris y Hendra observaban la escena.
—No sabía que la señorita Eva era fan de la música tropical —dijo Aris, riendo.
—Es salsera, hermano. Así se les llama a los que viven con ritmo —explicó Hendra.
—Pues yo también quiero ser salsero. ¡Qué buena vibra!
—Imagínate, miembros de la mafia bailando merengue —bromeó Hendra.
Lucifer, sentado en el asiento trasero, observaba en silencio. No decía nada, pero no apartaba la vista de Eva.
—¿Grabaste eso? —preguntó Aris.
—Claro. Lo voy a ver cuando esté aburrido. Me alegra el día.
—Pásamelo por WhatsApp.
—Va.
—¿Patrón, quiere que se lo mande también? —preguntó Hendra, sin pensar.
Aris lo empujó con el codo.
—¡Cállate, menso!
—Perdón, patrón... no fue mi intención —dijo Hendra, rascándose la cabeza.
Lucifer los miró sin decir palabra. Aris y Hendra se miraron como si pudieran comunicarse por telepatía.
—¿Te gusta Eva? —preguntó Hendra.
—Pues... sí, un poco —respondió Aris, sonriendo.
Lucifer giró la cabeza bruscamente hacia Aris. Lo fulminó con la mirada.
—¿Ya terminaron? —preguntó con tono seco.
—Sí, señor —respondieron ambos.
—Vamos al local del Barón.
—Sí, patrón.
—¿No pasamos primero por unos fideos de pollo? —preguntó Hendra, con una sonrisa nerviosa.
—¡Hendra! —gritó Aris, golpeándole la cabeza.
Lucifer soltó un leve golpe en el hombro de Hendra.
—Está bien. Comamos fideos —dijo, sin cambiar el tono.
Mientras el coche se acercaba al puesto, Eva y Lisna seguían atendiendo a los clientes.
—Siéntese, joven. Ahorita le traigo su plato —dijo Lisna.
—Sin verduras, por favor —pidió el cliente.
—Claro que sí —respondió Eva.
—¿Cuánto es? —preguntó otro.
—Doce pesos —respondió Lisna.
—Aquí está. Faltan ocho —dijo el cliente, entregando el dinero.
—Gracias, joven. Que le aproveche.
Eva y Lisna seguían trabajando, sin saber que el hombre que las observaba desde el coche no era cualquier cliente. Era Lucifer.
Te felicito
espero que ese tipo le diga a Eva que su padre la vendió a el para pagar la deuda que tenia con el aver si con eso ya habré los ojos y se da cuenta que ellos no la quieren y solo la ven como un objeto que pueden usar del cual desacerse
y así ella se aleje y corta lazos con esa gente que si la buscan con escusas barata no los escuche ni les de dinero que solo se preocupe por ella y su hermano que se ve que la quiere y se preocupa por ella