Irina mata a su esposo, tras enterarse que tiene secuestrada a la hija de su jefe para violarla y golpearla.
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Niña
Edison a pocos pasos me observaba, no entendía por qué estaba tan enojada con el mundo, y de donde sacaba tanta fuerza para hacer lo que hacía. Era la tercera vez que era testigo de mis ataques de locura. Estaba muy segura que no quería que mi nuevo esposo sea parte de esto, no quería ensuciar su vida a causas de mis acciones.
—¡Es hora de irnos!— dijo Edison tomándome de la mano para llevarme al coche.
—¡Señorita!…— la niña gritó antes de que subiera al auto.
Me di la vuelta, venia corriendo hacia mi, luego me abrazo muy fuerte.
—Ese hombre era mi padrastro, por fin dejará de violarme— dijo llorando.
—¿Con quién vives?
—Con una tía, pero no quiero volver con ella.
—Te llevaré a un lugar seguro, pero tienes que prometerme que la próxima vez que nos veamos sea en una buena oficina.
La niña sonrió y asintió con la cabeza. La ayudé a subirse al auto y la llevé a un instituto de estudios.
—¿Por qué este lugar tiene tu nombre?— preguntó Edison al ver un gran letrero.
—Parte del dinero que te saco, viene a parar a este lugar— le respondí con una pequeña sonrisa.
—Eres una cajita hermosa de sorpresas.
—Gracias por ser mi cómplice.
—¿Irina, no te da miedo que un día te atrapen?
—Alguien tiene que hacer limpieza.
—Hay más formas de hacerlo.
—Quiero parar, pero mi sed es más grande.
—Es hora de enfrentar las cosas de otra manera.
Dejamos a la niña en el instituto, sabía que al día siguiente no recordaría nada de esto lo que había hecho, por eso preferí terminar la noche con Edison.
Edison estacionó en la estación del Four Seasons Hotel. Un hermoso hotel diseñado por un famoso arquitecto. Él me levantó en sus brazos largos y fuertes y me llevo a la habitación. Me puso sobre la cama. Peligrosamente acercó su boca hacia la mía.
—Eres una mujer encantadora— susurro.
—No tienes que ser cursi conmigo.
Ya había cometido muchos crímenes, pero del que estaba por cometer, jamás me cansaría. Desabroche su camisa y le toqué el pecho, lo besé con mucha pasión.
Mi cuerpo ardía, quería quemarme en su piel y liberarme de toda esa adrenalina que se apoderaba de mi cuerpo. Lo envolví entre mis caderas, sus besos me estaban consumiendo, ya era tarde para detenerme, le baje el cierre del pantalón, sentir ese bulto entre mis piernas, era una magnífica sensación.
Ambos nos despojamos de la ropa que hacía de barrera para evitar que nuestras pieles se toquen. Clave mis uñas en su espalda, mientras el jadeaba a mi ritmo. Como describir todo lo que hicimos, como explicar lo ardiente que me ponía cuando estaba en ese estado de excitación. No podía dejar beber de sus fluidos que hacían que me volviera a reiniciar.
Una vez más estaba cometiendo un delito, pero era uno de mis delitos favoritos, cuando por fin logre terminar, mi estado de ánimo cambió sufrió un cambio delicioso.
—¡Eres maravillosa!— susurro, soltando un suspiro, y luego me dio un último beso para luego costearse a mi lado.
—¿Te gustaría ser mi amante?— pregunté.
—¿Irina, dime que implica ser tu amante?
—Quiero que seas mi cómplice, sin reclamos ni celos. ¿Qué dices?
—Obvio que quiero ser tu amante.
—Pero hay una condición.
—¿Cuál?
—Estás prohibido enamorarte de mi.
—¿Y si sos vos quien se enamora?
—Eso no pasará.— dije levantándome de la cama para luego ponerme la ropa.
Edison era un hombre hermoso y maravilloso, jamás le hubiese hecho esa propuesta si realmente estaría locamente enamorada de mi esposo.
Edison me llevo al Hotel, donde me quedaba con Aidan.
—¿Cómo te fue con tu amante?— mi esposo me preguntó con una voz de sarcasmo, cuando escucho el sonido de la puerta cerrándose.
Aidan estaba sentado en el sofá con una copa de whisky en la mano.
—Me fue bien, muy bien— le respondí sentándome a su lado, para luego sacarme los zapatos.
Muy enojado giro la mirada—¿Por qué tienes el vestido con sangre?— gritó al mismo tiempo que sus manos recorrían mi cuerpo buscando alguna herida.
—¡Suéltame!— quite sus manos de mi cuerpo.
—¿Qué pasó?
—No entiendo por qué preguntas, si sabes que no te voy a contestar nada.
—¡Maldita sea!, ¡contesta ya! ¿Dónde estabas?— elevo el tono de voz y tiro la copa al suelo.
Estaba muy cansada para escuchar sus reclamos, me levanté para ir al baño, antes que de un paso él me tomó del brazo muy fuerte.
—Yo no soy tu juguete Irina. En algún momento tendrás que contestar a mis preguntas.
—Aidan, ¡suéltame!
—Toda la noche te estuve esperando.
—¡Te dije que no me esperaras!.
—¿Qué tipo de esposo tengo que ser para agradarte un poco? ¡Dime!. Porque no sé que tengo que hacer.
Seguía viendo a Aidan como un intruso en mi vida, se me olvidaba que era el padre de mi hijo, que yo le obligue a casarse conmigo y ahora hacía con su vida lo que yo quería, cuando el propósito era otro.
—Aidan me estás lastimando, suéltame por favor.
Aidan me soltó de la mano, quería que me odie y que solo ame a mi hijo. Pero las cosas se estaban desbordando. No podía permitir que mi bebé crezca en medio de discusiones y problemas. Hasta que nazca tenía que protegerlo lo más que podía.
Me estaba dedicando a partir en mil pedazos el corazón de mi esposo y eso me inquietaba. ¿Cómo después podría recoger sus pedazos para sanarlo?, era una pregunta difícil de contestar.
Le tomé de la mano y lo llevé conmigo al baño.
—¿Me ayudas a quitarme el vestido?— pregunté para romper el silencio.
Aidan me bajo el cierre del vestido y cayó al piso. Le desabroche la camisa y le quite los pantalones, juntos nos metimos a la ducha. Mi corazón sintió un pequeño cosquilleo, me cobije en sus brazos, miré al suelo y oculte mis lágrimas entre los chorros de agua. No entendía por qué lloraba, simplemente sentía que mi cuerpo lo necesitaba.
Aidan me abrazo muy fuerte, por unos minutos estuvimos así, bajo el agua, sintiendo ese remedio que recitaba mi cuerpo. Tenía a mi hijo en mi vientre y a Aidan que me bancaba las estupideces que hacía.
—Me llevas al infierno y al mismo tiempo me llevas al cielo, Irina — dijo mi esposo mirándome.
—No volvamos a discutir Aidan.
—Estoy de acuerdo.