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El Rezo Del Cuervo

El Rezo Del Cuervo

Status: En proceso
Genre:Traiciones y engaños / Síndrome de Estocolmo / Amor-odio / Atracción entre enemigos / Pareja destinada / Familias enemistadas
Popularitas:5.5k
Nilai: 5
nombre de autor: Laara

La cárcel más peligrosa no se mide en rejas ni barrotes, sino en sombras que susurran secretos. En un mundo donde nada es lo que parece, Bella Jackson está atrapada en una telaraña tejida por un hombre que todos conocen solo como “El Cuervo”.

Una figura oscura, implacable y marcada por un tormento que ni ella imagina.

Entre la verdad y la mentira, la sumisión y la venganza. Bella tendrá que caminar junto a su verdugo, desentrañando un misterio tan profundo como las alas negras que lo persiguen.

NovelToon tiene autorización de Laara para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

XIV. Resignación.

El auto negro avanzaba lento, serpenteando entre los árboles como un animal oscuro que devoraba el camino. Afuera, el cielo seguía cubierto por una capa gris. La lluvia había cesado, pero el suelo aún brillaba, y el aire olía a tierra mojada.

Bella iba en el asiento trasero, completamente en silencio.

Ya no lloraba.

Ya no hablaba.

Ya no se movía.

La tela del vestido seguía pegada a su piel como una segunda prisión. Sus manos descansaban en su regazo, quietas, temblorosas. El cabello, húmedo y enredado, ocultaba parte de su rostro. Solo sus ojos, abiertos, fijos, reflejaban todo el horror.

El vehículo cruzó las verjas de la mansión. Las rejas se abrieron con un chillido metálico que a ella le pareció el grito de algo condenado.

Ella tragó saliva. No por dolor. Sino porque algo en su pecho comenzaba a apagarse.

La puerta del auto se abrió.

Un sirviente extendió la mano con formalidad.

Bella no reaccionó al principio. Solo cuando sintió el aire fresco y el peso de la mirada de alguien desde las escaleras de la entrada, alzó la vista.

Y allí estaba ella.

La madre de William.

Vestida con una impecable blusa blanca, adornada con perlas discretas. Ni una arruga en el rostro. Ni una mancha fuera de lugar. Su postura era erguida, perfecta, tan falsa como su sonrisa.

—¿Qué es esto…? —fue lo único que dijo al ver el estado en que llegaba Bella.

Sus ojos se abrieron desmesuradamente. Escaneó el cuerpo de la joven: el vestido rasgado, el cabello hecho un desastre, los pies mojados, las ojeras marcadas.

Y su rostro.

Ese rostro que ya no tenía luz.

—¡¿Qué ha pasado contigo, niña?! —exclamó, dando un paso hacia adelante, pero sin acercarse del todo—. ¿Y William? ¿Dónde está mi hijo? ¡Por Dios, estás hecha un desastre!

Bella no respondió.

No podía.

Sentía que el aire se descomponía al pasar por sus pulmones.

—¡Contéstame! —insistió Marianne, ya con un tono más alto, claramente más preocupada por el escándalo, que por la joven—. ¡Eres su prometida, no su juguete roto! ¡¿Piensas que puedes ir por allí con esas pintas?!

Fue entonces cuando una figura surgió desde la puerta.

Arianna.

Bella la vio como si fuera la única cosa viva en ese mundo de estatuas. Su cabello castaño estaba recogido con suavidad, el rostro sin maquillaje, y vestía un suéter de lana claro. Al verla, sus ojos se abrieron con horror sincero.

—¡Bella! —gritó, sin pensarlo.

Corrió escaleras abajo y, sin importar quién miraba, la tomó de los hombros con fuerza, con ternura. Notó su temblor. Su piel fría. La forma en que su mirada se perdía en un punto más allá.

—Dios mío… estás helada… —susurró Arianna, tomándole las mejillas—. ¿Qué te hicieron?

Bella apenas giró el rostro. Su boca se movió, pero no emitió palabras. Solo una lágrima rodó por su mejilla derecha.

Arianna no esperó más.

—¡Vamos, entra! No tienes que quedarte aquí ni un segundo más. Enfermerás. —Dijo, guiándola hacia la puerta, dejando atrás a esa mujer, que fruncía el ceño.

—¡Arianna, exijo una explicación...! —intentó decir la madre de William.

—Señora, ¿es que no ve como se encuentra? —le cortó Arianna, sin detenerse ni un instante—. Es una niña aún, mírela. ¡Y está al borde del colapso!

—¡Al menos que abra la boca, y diga dónde está mi hijo!

—Pregúntele a Sebastian. —dijo Arianna, ya con la mano en la puerta, girando apenas la cabeza—. Ella no parece saber nada.

Y con eso, cruzó el umbral con Bella a su lado. La puerta se cerró con un golpe sordo. La señora se quedó en las escaleras, boquiabierta. Detrás de ella, los sirvientes fingían no haber oído nada.

...****************...

La bruma que subía desde el jacuzzi llenaba el baño como un velo de consuelo. Todo era mármol blanco, luces tenues, y el murmullo sutil del agua moviéndose apenas. Afuera, las gotas de una nueva llovizna repicaban contra los ventanales. Adentro, el mundo parecía detenido.

Bella estaba dentro del agua, sumergida hasta los hombros.

Su piel, pálida bajo la espuma, temblaba de tanto en tanto. Tenía la mirada clavada en un punto invisible frente a ella. Los labios entreabiertos. La respiración lenta. Silenciosa. Como si ni siquiera estuviera viva del todo.

Arianna estaba detrás, arrodillada junto a la enorme bañera, con las mangas de su suéter arremangadas. Le pasaba la esponja por la espalda con infinita delicadeza, como si tuviera miedo de hacerle más daño.

—¿Está bien el agua? —preguntó suavemente.

Bella no respondió.

Arianna deslizó la esponja otra vez. A cada centímetro limpiado, algo invisible parecía desprenderse también de su cuerpo.

—Si quieres hablar… —murmuró Arianna, con voz cálida, paciente—. Puedes hacerlo. Nadie te va a juzgar.

Silencio.

Solo el roce del agua.

La espuma se agitaba suavemente con cada movimiento.

Arianna inspiró despacio. Esperó.

—Bella…

Nada.

Solo sus dedos tensos, aferrados a sus rodillas abrazándose a sí misma.

Pero entonces, de pronto, sin mirarla, sin siquiera moverse, Bella susurró.

—Iba a matarlo…

Arianna dejó de moverse.

—¿A quién…?

—A mi papá… —dijo Bella, muy bajito—. Tenía a alguien… en una azotea, o edificio… un francotirador. William. Él… iba a matarlo. Si yo no obedecía.

Arianna cerró los ojos un momento. Dejó la esponja en el agua. Se inclinó un poco más, para estar más cerca.

—Está bien —le dijo—. Tómate tu tiempo. Yo estoy aquí.

Bella tragó saliva. Bajó la mirada.

—Me escapé… —susurró, apenas audible—. Cuando fuimos a elegir el vestido. Me dejaron sola, y él no estaba. Aproveché un descuido y salí corriendo por una ventana. Cogí un taxi… le di la dirección de mi casa.

Arianna contenía el aliento, sin moverse.

—Casi lo logro. —La voz de Bella era tan baja que parecía vencida—. Estaba a nada… unos pocos metros de mi casa. Iba a verlo. Iba a abrazarlo. Iba a pedirle ayuda…

Cerró los ojos con fuerza.

—Pero William… —dijo, ahogando un sollozo que no salió—. William ya lo sabía. Me estaba vigilando.

Bella soltó el aire de golpe, como si esas palabras le hubieran quebrado por dentro.

—No puedo escapar. No importa cuánto corra. No importa a quién acuda. Él… siempre estará un paso adelante.

—Bella… —murmuró Arianna, con la voz taciturno—. ¿Se atrevió a hacer eso?

Bella asintió, lentamente. Sus ojos aún fijos en el agua.

—Lo dijo sin rabia. Sin odio. Como si fuera un hecho. Como si... matar a alguien fuera tan sencillo como respirar. Como si lo hiciera solo porque podía, porque... tenía el control.

Un silencio helado llenó el baño.

Solo se oía el goteo constante del agua caliente.

Arianna se incorporó un poco, la rodeó con un brazo, sin apretarla demasiado.

—Dios mío… —murmuró—. Nunca pensé que llegaría tan lejos…

—Él puede hacerlo —dijo Bella, con una calma que no le pertenecía—. Puede hacer cualquier cosa. Para cumplir lo que se propone. Para que todo salga como él quiere. Para tenerme. Y ahora lo entiendo… por fin.

Levantó los ojos, por primera vez, y miró a Arianna directamente.

—Ya no hay escapatoria. Si quiero que mis padres vivan… si quiero que nadie más sufra… entonces tengo que quedarme. Ser suya. Fingir que esto es lo que quiero. Porque de otra forma… él destruirá todo.

Arianna tragó saliva. No quiso mentirle.

No quiso decir que eso no era verdad.

Porque lo era.

—William es… capaz de lo que sea —admitió, con honestidad cruda—. Es implacable. Frío. Decide algo… y no descansa hasta lograrlo. No importa el costo. No importa quién caiga en el proceso.

Hizo una pausa. Acarició con cuidado el cabello húmedo de Bella, alejándolo de su rostro.

—Pero no es malvado, Bella. No como los verdaderos monstruos. No como los que disfrutan del dolor ajeno. Él no es eso. Él simplemente… te quiere. Para William, el amor no existe, simplemente cree en poseer. En dominar. En someter, e imponer.

Bella no dijo nada.

Solo cerró los ojos, mientras una sola lágrima se mezclaba con el vapor del baño.

Y Arianna, sin palabras, la abrazó más fuerte.

Como si quisiera protegerla del mundo.

El vapor del baño se disipaba lentamente, pero el silencio seguía tan denso como antes.

Arianna la ayudó a salir con cuidado. La envolvió en una bata cálida y suave, luego la sentó frente al tocador.

Bella no dijo nada mientras Arianna peinaba con paciencia sus cabellos húmedos, con dedos suaves, atentos a cada nudo como si pudiera deshacer también los de su alma.

Pasaron unos minutos así.

En paz.

En silencio.

Hasta que Arianna se puso de pie, le extendió la mano, y le susurró.

—Ven. Quiero mostrarte algo.

Caminaron por un pasillo hasta el vestidor principal. Arianna empujó la puerta de doble hoja, y la luz automática se encendió al instante, revelando un espacio que parecía más una boutique de lujo que un closet.

Bella se detuvo en seco.

El vestidor era gigantesco. Vestidos colgaban como obras de arte en una galería privada. Zapatos organizados por estilo y color. Cajas de terciopelo apiladas. Bolsos, bufandas, joyeros abiertos. Encajes, seda, perfume.

Un paraíso artificial.

Un escaparate sin libertad.

Bella lo miró todo. Como si fuera ajeno. Como si fuera para otra persona.

—¿Qué es esto? —preguntó apenas, con la voz seca.

Arianna la observó con una mezcla de compasión y resignación.

—William pidió que trajeran todo esto esta mañana. Antes de que volvieras. Dijo que era para ti. Que querías verte bien en tu nuevo hogar.

Bella tragó saliva. Dio un paso más dentro del vestidor, los pies descalzos rozando la alfombra suave.

Se detuvo frente a un vestido rosa, parecían haberlo hecho a su medida. De tela fina, y suave. Lo acarició con la mirada ausente.

—¿Esta será mi vida ahora? —murmuró. No hubo respuesta—. ¿Voy a ser su muñeca…?

La pregunta quedó suspendida en el aire.

Bella soltó una risa baja. Hueca. Sin alegría. Solo llena de ironía amarga. Miró su reflejo al fondo del espejo empotrado.

—Así mismo me llama —dijo al fin, en voz baja—. “Muñequita”.

La palabra quedó flotando en el aire como una maldición suave. Y Arianna solo pudo quedarse en silencio, porque no había consuelo suficiente para eso.

Bella aún miraba su reflejo en el espejo del vestidor, con el vestido rosa colgando a su lado como una sombra. Arianna se mantenía cerca, en silencio, sin saber si hablar o solo acompañarla en esa quietud densa.

Y entonces, sin previo aviso, sin golpear la puerta ni anunciar su presencia, una voz cortó el aire como una daga.

—Así que tú me lo dirás, ¿verdad?

Ambas se giraron al mismo tiempo.

Esa señora estaba allí. Parada en el umbral, con los brazos cruzados sobre el pecho, su silueta recortada contra la luz del pasillo. Impecable como siempre, como si su lengua afilada no fuera parte de su maquillaje diario.

Bella no dijo nada.

Arianna apretó los labios, pero dio un paso hacia atrás, respetando el duelo implícito.

—Ya hablé con William —continuó, entrando al closet sin pedir permiso—. Y no me dijo una sola palabra. Así que, si quieres evitar que saque mis propias conclusiones, te sugiero que me lo digas tú.

Bella respiró hondo.

Estaba harta.

No tenía más energía para huir ni para fingir. Así que simplemente murmuró, con la voz apagada.

—Intenté escapar.

Alzó una ceja. Una sonrisa fina, llena de veneno, se dibujó en sus labios pintados con precisión.

—Vaya, miren a jovencita. Eres previsiblemente torpe, e insulsa.

Era evidente que en la ausencia de su hijo, no se molestaba en disimular, dejando al descubierto su verdadera personalidad. Bella bajó la mirada, sin avergonzarse. Solo con cansancio.

—No lo logré.

—Claro que no lo lograste —respondió con sorna, paseando la vista por los estantes del vestidor—. ¿Y para qué hacerlo? Aquí tienes todo. Ropa, joyas, seguridad, respeto. Una vida que muchas desearían. No tiene sentido resistirse. Es un desperdicio de energía.

Bella no dijo nada.

Y esa falta de respuesta pareció molestarle aún más.

—En fin… —continuó, girándose hacia la puerta con el mismo tono desdeñoso—. Mi hijo ha tomado una decisión, aunque francamente no la entiendo. Dice que ya no estarás encerrada. Puedes moverte por la mansión. Por los jardines. Todo será tuyo, dentro de los límites.

Volvió la cabeza con una sonrisa falsa.

—Espero que eso no te provoque otro ataque de histeria, como el de la vez anterior.

Bella la miró fijo.

Sin miedo.

Sin lágrimas.

Solo con una ira callada que hervía por dentro.

La mujer sostuvo su mirada por un instante, hasta que, con un suspiro de fastidio, se dio la vuelta y se fue, sus tacones resonando sobre el mármol como disparos.

Apenas desapareció por el pasillo, Arianna soltó el aire que contenía.

—Es extraño… —murmuró Arianna—. William dándote más libertad después de lo que pasó…

Bella dejó escapar una risa corta. Áspera. Sin humor. Se volvió hacia ella.

—Sabe, que no escaparé. —dijo con amargura.

Y en su voz no había rabia.

Había resignación que dolía.

Resignación… y aceptación.

Una aceptación que pesaba más que cualquier encierro.

1
Cristina Rodriguez
Interesante novela.... pero no Sta completa
Paz Bach
Así me gusta Bella!!!! Dale no te quedes atrás jajaja
Paz Bach
Si cuervo y llegará el día que esa mujer te ponga una correa... 😌
Paz Bach
🤣🤣🤣😂 no puedo de verdad estoy como loca me enfado luego me rio
Paz Bach
Já! ahora resulta, disque su mujer, veremos a ver si consigues que sea tu mujer 😉😏
Paz Bach
no ya... mataste a tu padre muchacha con eso
Paz Bach
😭😭😭😭
Paz Bach
William tendrás que besar el piso por donde camina bella porque lo que estás haciendo es de ser un desgraciado!!!!!
Paz Bach
entiendo que está haciendo todo esto para salvar a su padre... pero aún así Bella... agh! ya no sé estoy que me como las uñas 😭
Paz Bach
esooo no se deje comisario será muy Cuervo y toda la cosa pero el amor de padre puede con todo!!!
Paz Bach
ay no pues la ironía personificada... 🤣
Cristina Rodriguez
excelente novela.. gracias escritora por compartir su historia... es mi tema de lectura mafia
Lina Montoya Blanquicett
pégale duro Chama !!ahora es cuando comienza la guerra de poderes!! dale dónde le duele más al hombre en su eterno orgullo
Lina Montoya Blanquicett
yo creo que es más para el!! idiota yo veré cuando esté llorado pidiendo cacaoo !! miserable
Lina Montoya Blanquicett
yo creo que más para el...idiota te vas tragar tus palabras yo veré cuando estés llorando pidiendo cacaoo!!! miserable
Lina Montoya Blanquicett
que dolor como padre saber que tú conoces a tu hija cuando miente y que te lo sostenga en la cara eso hace doler el alma inmensamente 😭
Lina Montoya Blanquicett
este hombre es un depravado!!! depravado ..que dolor
Lina Montoya Blanquicett
hay bendito!!
Lina Montoya Blanquicett
mato al papá !! con esa palabras
Lina Montoya Blanquicett
desgraciado!!! en verdad y lo más triste que así hay gente
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