Ginevra es rechazada por su padre tras la muerte de su madre al darla a luz. Un año después, el hombre vuelve a casarse y tiene otra niña, la cual es la luz de sus ojos, mientras que Ginevra queda olvidada en las sombras, despreciada escuchando “las mujeres no sirven para la mafia”.
Al crecer, la joven pone los ojos donde no debe: en el mejor amigo de su padre, un hombre frío, calculador y ambicioso, que solo juega con ella y le quita lo más preciado que posee una mujer, para luego humillarla, comprometiéndose con su media hermana, esa misma noche, el padre nombra a su hija pequeña la heredera del imperio criminal familiar.
Destrozada y traicionada, ella decide irse por dos años para sanar y demostrarles a todos que no se necesita ser hombre para liderar una mafia. Pero en su camino conocerá a cuatro hombres dispuestos a hacer arder el mundo solo por ella, aunque ella ya no quiere amor, solo venganza, pasión y poder.
¿Está lista la mafia para arrodillarse ante una mujer?
NovelToon tiene autorización de Marines bacadare para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Decepción.
Al llegar a la soledad de su habitación, no entiende por qué siente un vacío enorme en el pecho. La actitud de Matteo al final fue muy extraña; las ganas de llorar la abordan y, por un momento, ideas erróneas sobre su novio la atacan, aunque sacude esos pensamientos negativos.
Él no es así, se repite una y otra vez en sus pensamientos, mientras se deja caer en la cama y aprieta la almohada contra el pecho. Sus dedos se hunden en la tela con fuerza, buscando un alivio que no llega.
Los días siguientes son de incertidumbre. Va a la universidad, termina de resolver su papeleo y sigue esperando que él responda sus mensajes; ya no se acuerda de cuántos le ha escrito, y nada que responde. Cada vez que escucha el sonido de un mensaje, el corazón le salta como un caballo desbocado, pero siempre es alguien más, un aviso, un correo sin importancia.
El día de hoy se encuentra en la universidad; varios conocidos se le acercan porque ven la contrariedad en su cara.
—Ginevra, ¿cómo estás? Dime, ¿qué tienes? —su mejor amiga, Viviana, la toma de la mano y la obliga a mirarla a los ojos.
Ella desvía la mirada, traga saliva y coloca una sonrisa fingida que su amiga no se cree.
—Estoy bien, Vivi... No es nada —dice, mientras baja los ojos y juega con la punta de su cabello, intentando aparentar calma.
Su amiga entrecierra los ojos, la examina con una expresión entre frustrada y preocupada.
—Tú a mí no me engañas, te conozco bastante. Cuéntame, ¿qué pasó? —Ginevra le pasa un brazo por el hombro y la jala hacia ella, intentando envolverla en un abrazo que distraiga la conversación. Cambia el tema con una risa breve, casi forzada, mientras su amiga la observa con el ceño fruncido y el corazón encogido.
Al llegar a clase, toma su teléfono y vuelve a escribirle a Matteo:
"Amor, ya va una semana que te escribo y no respondes. ¿Qué pasó? Ya papá regresó y tú todavía no has hablado con él."
Presiona enviar y cada cinco minutos revisa su teléfono sin tener respuesta. Siente la garganta cerrada, como si un puño invisible la apretara por dentro; su pecho se hunde, se aprieta, y cada vibración falsa del teléfono la hace dar un respingo.
Al terminar las clases, decide ir hasta la entrada, donde su chofer, mejor amigo y guardaespaldas personal la espera para llevarla a casa.
—Niña Ginevra, ¿va a seguir así con esa carita? Desde que salió con el imbécil de Matteo la veo igual —ella abre los ojos y niega con brusquedad, por la incomodidad de sus palabras.
—No le digas así, él... No tiene nada que ver. Bueno, sí, es que está trabajando mucho —responde, y su voz suena cada vez más pequeña, hundiendose dentro de sí misma. Rogelio niega con la cabeza, frunce el ceño, y en su mirada se aprecia el dolor y la impotencia.
—Yo le he advertido muchas veces, niña. Ese sujeto no es como usted piensa. Pero no se preocupe, que cuando abra los ojos yo voy a estar aquí para usted. Se lo debo a su mamá —ella sonríe con tristeza, una mueca que muere antes de nacer, y se gira hacia la ventana, viendo las luces de la ciudad pasan como siluetas borrosas por sus lágrimas.
Llega a su casa aún triste; por más que trata de pensar en otra cosa, no puede hacerlo. Su ánimo cada vez está más por el suelo; no entiende por qué algo que debió ser maravilloso la ha hecho sentir tan mal, y ya varios días después no desaparece la sensación de que no estuvo bien.
Camina observando que en la mansión hay mucho movimiento. Ve a su madrastra junto a Elena, que no paran de hablar de comidas y de dónde irá cada ramo de rosas; ella no lo entiende.
—Ginevra, necesito que bajes a las ocho de la noche. Habrá una cena importante, no me dejes en ridículo y vístete decente —comenta su padre al verla entrar. La pobre solo asiente, sintiéndose como un maniquí al que colocan donde estorba menos. Sube las escaleras con los hombros decaídos y la mirada en el suelo, sintiendise pero en cada paso.
Al abrir su habitación, suspira largo y profundo, con un temblor en el pecho que la obliga a apoyarse en la puerta. No tiene ganas de otra reunión con gente que ni la topa y que solo se le acerca a Elena porque es el centro de atención de su padre y para quedar bien con él lo hacen
En cada evento es lo mismo: ella es una sombra que nadie vislumbra; de vez en cuando, a escondidas, Matteo se le acerca, pero es todo lo que recibe.
Se mete a la ducha durante no sabe cuánto tiempo. Llora en silencio, dejando que el agua esconda el sonido de sus sollozos. Sus manos se apoyan en la pared fría y su cuerpo tiembla entero, toda la tristeza se le escapa en cada gota. A veces quisiera desaparecer, pero piensa que hasta para eso le falta valor. Además, no podría dejar a Matteo; él es el único que la ama.
Entre pensamientos intrusivos y ese dolor que no desaparece en su pecho, sale de la tina destilando agua. Toma una toalla y la enreda en su cuerpo.
Revuelve entre sus cosas y consigue un vestido azul, más o menos interesante, que tiene una abertura en una pierna y no tiene mangas; el escote es en "V" y no lo ve tan desabrido como su padre le dice.
Se lo coloca después de ponerse una lencería del mismo tono; opta por unos tacones plateados y unos pequeños aretes. Opta por un maquillaje muy sobrio y deja su cabello suelto para que sus ondas resalten.
Observa la hora y suspira: han pasado diez minutos más de la hora acordada por su padre. Comienza a bajar las escaleras y el murmullo de la gente la alerta; hay personas de todo tipo: hombres con trajes, caras de pocos amigos, mujeres con vestidos elegantes y otras que apenas y se visten.
Los ojos de varios hombres se posan en ella, pues el día de hoy está un poquito más descubierta que de costumbre. De inmediato se aleja para no incomodar a su hermana, porque sabe que no le gusta que la opaquen.
Se sienta, como siempre, al fondo de todo. Su padre sonríe al verla, pero no es una risa cálida; es más bien una burla silenciosa.
Las puertas se abren y entra Matteo con sus padres a su lado. Ella se endereza y sonríe: por fin va a hablar con él. Su corazón salta de emoción y la rabia que tenía porque no le había escrito desaparece.
Como siempre, cuando están en público, no la mira; se dirige hacia su padre y lo saluda de mano, luego besa la mejilla de su madrastra, y, como si la semana que ella lleva sufriendo no fuese suficiente, le planta un beso a Elena que le parte el corazón en mil pedazos.
Su pecho duele; sube y baja desbocado. Sus ojos arden y siente cómo el color abandona su rostro, apenas parpadea.
—Señores, sean todos bienvenidos a un evento magnánimo. El día de hoy es uno de esos momentos especiales que todo padre espera —Tiziano comienza con un discurso que le hace brillar los ojos; hay orgullo en su voz, regocijo.
El hombre observa a Matteo, este asiente y da un paso adelante para luego aclarar la garganta.
—Queridos familiares, amigos y socios: hoy, delante de todos, vengo a pedirle a la mujer que amo que me haga el hombre más feliz del mundo y acepte ser mi esposa —se gira para mirar a Elena, que lleva un traje dorado con un escote corazón y la espalda descubierta. Ella tapa su boca y solloza de alegría al ver el hermoso anillo que él muestra ante sus ojos.
Un pitido es lo que escucha Ginevra en sus oídos; todo desaparece. Lo único que queda en su mirada es la escena de su hermana ofreciéndole la mano al hombre que ama para que él coloque el anillo en su dedo. El beso que le sigue le duele en el corazón, parece que mil cuchillas se le clavaran; siente que la respiración se corta y quiere gritar, quiere llorar, quiere preguntarle por qué demonios le está haciendo esto.
Baja la mirada hasta su teléfono y observa el mensaje que entró cuando él hizo acto de presencia, pero como era más importante verlo, no le prestó atención. El mensaje termina de hundir el puñal en su alma:
¿De verdad pensaste que me quedaría con la rechazada de la familia? No me hagas reír. Te creí más inteligente. Ni todos tus títulos ni medallas te evitaron caer en mi juego. Tanto que esperé para que fueses mía, y la verdad, no valió la pena. Hasta sueño me dio.
Observa el mensaje y luego lo mira a él, sonriente, feliz, comiéndose a besos a la mujer que, según él, adora, mientras ella no puede más. Da dos pasos hacia atrás mientras trata de respirar; no va a hacer una escena.
—Eso no es todo, señores. Quiero anunciar formalmente que tienen ante ustedes al nuevo líder de la Cosa Nostra: mi yerno. Al casarse con mi heredera, será su nuevo jefe —vítores, gritos y aplausos retumban en ese salón. La traición se ha completado: no solo su novio la dejó por su hermana, sino que su padre, quien por ley debía entregarle lo que una vez ganó gracias a su madre, hoy se lo daba a la hija de otra.
Da un paso al frente, dispuesta a gritarles en la cara muchas cosas, pero una mano fuerte la toma del brazo y la arrastra de allí. Cuando están lo suficientemente lejos de la vista curiosa, ella se suelta.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué me sacaste de allí? —pregunta, con el rostro bañado en lágrimas y la voz rota.
—Tú no les vas a seguir dando el gusto a esa gente. Vas a regresar a esa fiesta y vas a actuar como si nada pasara, y mañana mismo nos vamos de aquí —sus palabras son el clic que ella necesitaba para encenderse por dentro, para abrir los ojos y salir del yugo de esa gente, porque de ahora en adelante no los considera familia.
Eleonora.
Elena.
Tiziano.
Rogelio.
Muchas bendiciones y sobre todo sanación a la nena.
Gracias por este capítulo a pesar de la situación actual de salud.
Abrazos
La familia es la prioridad.
Eso sí está novela es para mentes abiertas por algo la escritora lo resalta en el inicio, si no le gusta lo que está leyendo puede pasar de largo no es necesario que escriba algo que ya está albertido.
De resto como me gustan estos 4 Adonis