Después de dos años de casados, Mía descubre que durante todo ese tiempo, ha Sido una sustituta, que su esposo se casó con ella, por su parecido a su ex, aquella ex, que resulta ser su media hermana.
NovelToon tiene autorización de Miry - C para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
-
Mía no quería hablar de ese tema que le carcomía las entrañas y le robaba el sueño por las noches, pero la mención de aquello la hizo hervir de rabia, sintiendo como cada célula de su cuerpo se tensaba con una ira contenida que amenazaba con desbordarse como un volcán a punto de hacer erupción.
A Ariel no le importaba realmente lo que hubiera gastado, después de todo ella seguía siendo su esposa y, habían estado dos años juntos construyendo una vida que ahora parecía desmoronarse. En todo ese tiempo, Mía no había gastado casi nada de su dinero, viviendo con una modestia que contrastaba notablemente con su posición social y las expectativas de su círculo. Las cuentas que siempre le llegaban eran tan austeras, que Ariel no podía creer lo ahorradora que era Mía, una cualidad que inicialmente lo había cautivado y que ahora hacía que esta compra fuera aún más sospechosa.
Sin embargo, lo que le tenía verdaderamente intrigado, haciendo que su mente diera vueltas sin cesar como un tiovivo descontrolado, era que justo hubiera decidido comprar el edificio donde Zoe iba a vivir. La coincidencia parecía demasiado perfecta para ser casual, demasiado calculada para ser un simple capricho del destino.
¿Cómo es que llegó ahí? ¿Acaso lo estaba siguiendo con algún propósito oculto? ¿Compro el edifico para vigilar a Zoe incluso a el mismo? Las preguntas se acumulaban en su mente como una tormenta amenazante, cada una más inquietante que la anterior.
—Iba a rentar un departamento, el único que había disponible en todo el edificio, pero de un momento a otro quien estaba a cargo recibió una misteriosa llamada y después de eso ya no quiso rentarme el departamento —explicó Mía con voz controlada mientras Ariel enarcaba una ceja, reconociendo inmediatamente la situación que él mismo había orquestado.
Quien realizó la llamada fue él mismo, porque Zoe se lo había pedido con insistencia, ya que un día atrás había estado buscando departamento y había dejado apartando exclusivamente ese, alegando que era perfecto para sus necesidades.
Él no tenía cómo saber que Mía había elegido precisamente ese departamento para vivir, de haberlo sabido ni siquiera habría impedido que se realizara el contrato. El destino parecía estar jugando una partida cruel con todos ellos, entrelazando sus vidas de maneras inesperadas y dolorosas.
—Resulta que cuando iba a retirarme para buscar algo más, te vi llegar a ti, y a esa mujer —lo acusó directamente, sus ojos brillando con dolor y furia, como brasas ardientes en la penumbra— ¿Fuiste tú el que impidió que rentara ese lugar?
Ariel se mantuvo en un silencio sepulcral, lo que Mía tomó como una confirmación tácita de sus sospechas. Aunque no debía ni esperar que respondiera, porque ya lo había visto y tenía claro que era él quien había rentado el departamento, quien había movido los hilos para impedirle establecerse allí.
—¿Estabas buscando un lugar para tu amante? —las palabras salieron como dardos envenenados de sus labios, cada sílaba cargada de desprecio y dolor.
¿Amante? Esa palabra resonó en la mente de Ariel como un eco distorsionado en una caverna vacía, porque en realidad Zoe nunca había sido su amante. Zoe había llegado a su vida primero que Mía, ¿cómo podría ser su amante? La situación era mucho más compleja de lo que parecía en la superficie, una maraña de sentimientos y circunstancias que se resistía a ser desenredada.
—Ella… —intentó explicar Ariel, pero las palabras se le atoraron en la garganta como si fueran piedras imposibles de tragar.
—No solo le compraste pastel en mi pastelería favorita, también le rentaste un departamento —lo interrumpió Mía, su voz temblando ligeramente con cada palabra, como las hojas de un árbol azotado por el viento.
Ariel frunció el ceño al escucharla hablar del pastel, una nueva pieza del rompecabezas que no encajaba en el panorama general. ¿Cómo sabía Mía que había comprado pastel para Zoe? ¿Acaso tenía ojos en todas partes?
—¿Cómo sabes lo del pastel? —preguntó, sintiendo como su corazón se aceleraba cual caballo desbocado.
—Porque te vi por el móvil —fijó con voz aguda, su garganta burbujeando mientras trataba de mantenerse fuerte ante la revelación que estaba a punto de hacer.
—Tú, ¿me has estado vigilando mediante la aplicación? —la incredulidad tiñó cada palabra, mientras un escalofrío recorría su espina dorsal.
—Sí —no tenía caso negarlo, así que afirmó con toda la convicción que pudo reunir en ese momento de vulnerabilidad.
Ariel iba a replicarle que estaba muy mal que hubiera hecho eso, que era una invasión inaceptable a su privacidad, que la confianza era fundamental en un matrimonio, pero Mía lo volvió a interrumpir antes de que pudiera articular su defensa.
—Eres un descarado —escupió las palabras como si fueran veneno—. No quiero seguir casada ni un día más contigo, espero que ya hayas firmado los papeles del divorcio.
Cuando habló de papeles, Ariel se irguió como si hubiera recibido una descarga eléctrica, su columna vertebral tensándose visiblemente.
—¿Los tienes ya firmados? —inquirió, con esperanza y molestia en su voz que revelaba su impaciencia por terminar con todo.
—Los papeles —pronunció sin saber qué decir, improvisando una mentira que sabía que le costaría cara—, sí, ya los firmé, Colin los tiene. Él los entregará en cuanto sea posible.
—Bien, entonces, no tenemos más que hablar —declaró con finalidad, como quien cierra un libro que no piensa volver a abrir jamás.
Se fue porque no podía seguir ahí un momento más, sintiendo que, si se quedaba un segundo adicional, terminaría derrumbándose y llorando delante de él, y eso era algo que su orgullo herido no podía permitir bajo ninguna circunstancia.
Colin, que acababa de llegar sigilosamente y había escuchado la intensa plática entre su jefe y Mía, una vez que ésta se fue con paso firme, cuestionó con cautela:
—Disculpe señor, ¿Cuándo me dio los papeles que no me he enterado? —su voz traicionaba una curiosidad y preocupación.
Ariel se giró para mirarlo, fulminándolo con una mirada que podría haber congelado el infierno mismo, sus ojos brillando peligrosamente.
—No te los he dado —admitió entre dientes, cada palabra saliendo como un gruñido contenido.
—Entonces, démelos ahora así su mentira ya no sería tan mentira —sugirió Colin, intentando suavizar la situación con diplomacia profesional.
—¿Te has atrevido a llamarme mentiroso? —refutó Ariel, su voz cargada de amenaza apenas contenida.
—No, señor, solo quería que lo que acababa de decirle a la señora se hiciera realidad —explicó con diplomacia, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Es eso lo que usted quiere, ¿cierto? ¿Divorciarse? —ante el silencio de Ariel, Colin sonrió internamente— Bien, me queda claro lo que quiere, señor.
Sin decir algo más, se giró y se dirigió a la puerta, dejando a Ariel sumido en los pensamientos.
Un mensaje llegó al celular de Ariel, y lo abrió inmediatamente.
«Ven mañana a casa, tus hermanas han regresado»
Ariel movió los hombros y suspiró. Tenía que ir a casa de sus padres, y no podía ir solos, tenía que ir acompañado de Mía. ¿Ella querría acompañarlo?