Hijo De La Luna, Hechizado

No pasó mucho tiempo para que Russel abriera los ojos y notara que estaba en el suelo. Sacudió la cabeza, sintiendo un ligero dolor en la mandíbula y se levantó mirando con queja al hombre que sin previo aviso, le había asestado un golpe.

-No me mires así, ningún oponente te avisará cuándo comenzar. Es vivir o ser asesinado.

-¿Vives en taparrabos de dónde vienes? ¿Por qué usar la ley de la selva?

Max soltó una risilla y negó la cabeza mientras sus manos se apoyaban en sus caderas. Le parecían graciosas las palabras del chico, ya que él mismo había notado que hasta en el mundo de solo humanos, la ley de la selva continuaba. No importaba donde estuviera, el más fuerte, astuto o con poder era el que ganaba, los demás solo les restaba sobrevivir como sea. Y no sabía si Russel era tonto o no lo notaba.

-Vivimos como los humanos – respondió aun divertido – Tenemos leyes, un imperio con sus casas y demás, no vivimos en cuevas, eso fue hace mucho tiempo.

-Entonces por qué…

-Tienes que sobrevivir donde sea, si no lo intentas serás devorado. ¿No luchas para curar la enfermedad de tu mamá?

-Bueno…

Russel miró hacia un lado, sintiéndose un poco ridículo por sus dudas. Él mismo lo vivía a diario. Si no fuera pobre, no tendría que pasar estas dificultades para poder pagar el tratamiento de su madre; si antes hubiera sido un poco más fuerte, no hubiera dejado que un delincuente le hubiese pegado cuando estaba en la secundaria. Entonces sí, también sabía que solo el más apto podía vivir.

-Entonces, tienes que poner todo de ti ante el peligro.

Russel miró al hombre y asintió.

Pronto Russel aprendió algunas formas de respiración de maná. Los lobos no usaban magia, pero sí el poder de la luz de la luna y la naturaleza misma, que les ayudaba a la rápida concentración, regeneración y sigilo. Practicarlo constantemente, le daría la paz mental para poder sentir su alrededor a la hora de cazar.

Luego de un rato practicando sus sentidos, pudo gobernarlos mejor, en la medida que podía ver desde una distancia considerable si se concentraba, o incluso desde una distancia tan cercana para casi podía ver los poros de su piel. También dirigir el sonido a su favor para evitar el ruido constante de la ciudad, de igual forma, su olfato podía percibir muchas cosas a kilómetros de donde estaban en diferentes lugares. Ya sabía que tenía los sentidos desarrollados, pero no sabía que podía conducirlos de esa manera. Sentía que todo a su vista era mucho más claro y se emocionó.

-¡Esto es genial! – comentó entusiasmado.

-Bueno, eso es lo básico. Te falta aprender a rastrear, cazar e incluso perder tu propio rastro para los perseguidores.

-Bueno, bueno – miró la tarde, ya debía marcharse para llegar a tiempo a su trabajo – Te lo agradezco, pero tengo que ir a trabajar. Mañana vendré.

Max asintió y pasó a su lado para luego ser detenido por Russel.

-¿Qué es ese aroma?

Max lo miró curioso.

-Qué cosa.

-Huele a… ¿cítricos?

Max sintió que sus instintos se disparaban, y ya no veía al chico con agrado sino con recelo. Su pecho retumbaba con un gruñido y Russel retrocedió alzando las manos.

-¡Hey! ¡No lo dije con mala intención! Pero apestas a ello, no lo había percatado por el viento.

Max se detuvo y el gruñido se atenuó, aun así no dejó de mirarlo de forma amenazante, haciendo que Russel se sintiera intimidado. Si no pudiera evitarlo, Russel lucharía, pero no quería pelear, de alguna manera u otra le agradaba el sujeto. No lo odiaba, incluso sentía cierto respeto.

Entonces el aroma se volvió un poco más fuerte, junto con el sonido de la puerta abriéndose. Rápidamente escuchó el murmullo de Raven, y vio cómo Max continuaba mirándolo con ojos asesinos mientras se dirigía a paso lento hasta la orilla del techo. Entonces entendió que el aroma venía de Raven y casi quiso echarse a reír, pero viendo al hombre listo para tacarlo si se movía, decidió aguantarse.

-Calma amigo – continuó con las manos arriba – No estoy interesado en Raven, solo es una compañera de la escuela y no es que nos llevemos bien.

-No. Te. Acerques. A. Ella.

-Sí, sí, cuando termine el ritual, ¿ya no me gruñirás?

El gruñido se hiso más intenso y mejor se calló. Al parecer estaba siendo irracional por el celo. Viendo cómo este hombre antes estuvo bien y con solo la mención de Raven lo puso histérico, se preocupaba si actuaría igual o peor si le pasara algo similar. No quería actuar como un idiota, pero era algo con lo que tendría que lidiar un día, y esperaba que ese día nunca viniera. No estaba interesado en el amor o en una relación, por el momento estaba más preocupado por la salud de su madre, lo demás lo tenía sin cuidado.

Max escuchó la voz de Raven, y aunque su mente racional le decía que Russel no era una amenaza real, su lobo interior no pensaba igual y estaba en guardia. Se sintió ridículo de actuar como un adolescente y agradecía no estar en presencia de otros lobos machos. Pero se preguntaba por qué no podía controlarse. Adivinaba que tenía que ver que este mundo no tenía tanta magia, y el maná de la naturaleza era tan tenue que casi no se sentía, de hecho era asfixiante. Esperaba que pudieran regresar a su mundo para recuperar el control de su mente racional. Aun mirando al chico, saltó del techo, quedando frente a una Raven asustada.

-¡Max! – se llevó la mano al pecho con el corazón a punto de salírsele – ¡Me asustaste!

El hombre la abrazó y comenzó olfatear su cuello e incluso besar, dejando a Raven confundida con sus acciones. No le molestaban, pero a veces quería imponerse sobre sus acciones y eso no lo permitiría. Había cedido mucho con él, pero no seguiría consintiendo su comportamiento dominante. Lo empujó con fuerza.

-¡Tranquilo!

Pero solo consiguió que él la abrazara más fuerte y el gruñido en su pecho resonó en sus oídos, haciéndola paralizar un momento antes de sentir el ligero mordisco en el cuello que le dolió de cierta manera. Entonces se enojó y lo empujó con fuerza, comprendiendo ya lo básico de la magia, canalizó parte de su magia para amenazarlo con una bola de fuego en su mano.

-Si no te tranquilizas te quemaré el cabello – lo vio acercarse desafiante y aunque dudaba, le lanzó la bola de fuego, obviamente fallando el tiro, pero rozándola las cienes – No me pongas a prueba, Maximiliano.

-Raven – Max al fin pudo hablar, su lobo interno aunque molesto decidió no presionar. Ambos sintieron que ella quería rechazar el vínculo y se sintieron asustados – Lo siento cariño – alzó las manos – Ya estoy tranquilo.

-Más te vale. Ya toleré muchas cosas de tu comportamiento de lobo pero no te pases.

Ella lo miró con ojos desafiantes y sin miedo, dejando encandilado al hombre que se supone tenía casi treinta años y solo sonrió. El lobo interior gruñó insatisfecho pero ya no intervino.

-Sí, cariño. Tienes razón – la miró con ojos de cachorro – ¿Puedo entrar?

-No – aún estaba molesta – Dormirás afuera.

Y cerró, dejando a Max estupefacto por las acciones de ella. Raven había sido bastante dócil con él, dejando que se saliera con la suya cada vez, pero obviamente había estado agobiada por sus acciones un tanto controladoras. Y ahora lo castigaba sin poder abrazarla para dormir.

Su lobo interior aulló triste, pero Max solo pudo hacer una mueca de molestia, todo porque se dejó manejar por su lobo, asustando a la mujer.

-Merecido nos lo tenemos.