Entre Cadenas Y Videojuegos

Esa mañana, después de la llamada con Elías y María, intenté dormir un poco más, pero fue inútil. A las nueve en punto, la enfermera entró a la habitación con la carpeta en mano.

—Buenos días, mi niña —sonrió—. ¿Cómo sigues hoy?

Me encogí de hombros.

—Igual… cansada.

Se acercó a revisar mi suero y la hoja de control. Noté que se detuvo unos segundos más de lo normal en una hoja. Frunció el ceño.

—¿Qué pasa? —pregunté.

Suspiró, sentándose a la orilla de la cama.

—Te voy a decir la verdad, niña. Ya no hay mucho más qué hacer aquí. Lo que tienes no es una enfermedad que requiera estar hospitalizada. El síndrome de ovario poliquístico es algo que puedes manejar desde casa con tratamiento. No es necesario tenerte más días aquí en el hospital.

Sentí un ligero alivio… hasta que agregó:

—Pero hay algo que me preocupa.

—¿Qué cosa?

—Tus niveles de prolactina salieron elevados. Muy elevados. Eso es muy peligroso para alguien tan joven como tú mi niña.

Me quedé en silencio, sin comprender.

—¿Eso… qué significa?

Se acomodó, mirándome con cuidado.

—Puede deberse a muchas cosas… pero uno de los riesgos es que se estén formando microtumores en tu cabeza. Por eso has tenido tantos dolores, vómitos y mareos. Hay que hacerte estudios cuanto antes. Si se confirma, tendrías que operarte.

El corazón me dio un vuelco.

—¿Una cirugía…? —susurré.

Asintió, bajando la mirada.

—Es riesgosa, Isabella. Muy delicada. Puede afectar zonas importantes… podrías perder memoria, coordinación… y en el peor de los casos…

No lo dijo, pero lo entendí.

Me cubrí la boca, sintiendo el cuerpo entumecido.

—¿Y no hay otra opción?

La enfermera dudó, pero respondió.

—A veces… cuando se detecta a tiempo y si hay deseo de embarazo… los médicos optan por inducir un embarazo antes de que el tumor crezca. Porque los cambios hormonales pueden regularizar los niveles y evitar complicaciones. Es la única manera de evitar la cirugía.

Sentí que el mundo se me venía encima.

Un bebé.

Apenas tenía diecinueve años. Y ni siquiera sabía qué iba a hacer con mi vida… cómo iba a salir de todo lo que estaba viviendo. Mucho menos imaginarme trayendo a alguien al mundo.

Me quedé en silencio. Lourdes me apretó la mano.

—Te van a dar de alta en una semana. Pero antes de eso, háblalo con tu familia. Piensa bien las cosas, niña. Porque un hijo a tu edad también implica riesgos en tu salud, ya que aún no estás desarrollada totalmente para traer vida a este mundo.

Asentí, sin poder decir nada.

Al medio día, cuando mi mamá se fue a su casa a cambiarse y Mariana aún no llegaba, recibí otra llamada. Era María.

—¿Cómo sigues, hija? —preguntó, amable.

Dudé, pero decidí contarle.

—Me van a dar de alta en una semana… pero me hicieron unos estudios y salieron mal. Posiblemente tenga que operarme… o… —me detuve.

—¿O qué, hija? —preguntó preocupada.

Tragué saliva.

—O tener un bebé.

Hubo un silencio. Luego escuché su risa emocionada.

—¡Ay, mi niña! Pero eso no es malo, hija. ¡Eso es una bendición! Un bebé trae felicidad a un hogar y comenzarás a tener una familia con Elías. Eso no hay problema.

Sentí una punzada en el pecho.

—¿Bendición…?

—Claro que sí —dijo, entusiasmada—. ¿Te imaginas? Un nietecito mío… de Elías y tú. Eso arreglaría todo, hija. Te uniría más a él, lo calmaría, te daría fuerzas para seguir… ¡y yo sería la abuela más feliz del mundo! Espero ese día que mi nieto nazca y quiero que sea niña porque yo no tuve hijas, quiero una compañera para mí.

Cerré los ojos, conteniendo las lágrimas.

—No sé… no sé si pueda… aún soy joven para ser mamá...

—Tienes que pensarlo, Isa. Por ti… por él. Elías se muere por tener una familia contigo. Y si eso puede ayudarte a mejorar… sería lo mejor. Para que los dos estén juntos y nada en este mundo los separe a tí y a mi hijo.

Me quedé muda.

María hablaba como si fuera la cosa más sencilla del mundo. Como si el riesgo, el miedo, el futuro… no importaran. Yo pensaba en mí, mis estudios yo quería ser enfermera y eso implica riesgos de que ya no pueda continuar mis estudios por cuidar a mi familia.

Colgó sin esperar respuesta.

Yo miré la pantalla en blanco.

Y sentí que me estaba quedando sin opciones.

Sin escapatoria.

Sin mí.

Trate de imaginar la vida con un Elías y un hijo, pero yo aún no quiero.

Quiero ser madre, pero aún no es el momento para estar embarazada de un hombre que es indeciso y no respeta a sus propios padres.