Salvador Toledo hereda la empresa de su padre y en ella conoce a la joven secretaria de presidencia, quién ya trabajaba con el difunto. Al tomar las riendas del negocio, una sola cláusula marcaba la obligación del nuevo jefe: no despedir a Isamar Macip.
La pelinegra de ojos oscuros estaba nerviosa por conocer al nuevo dueño, pero más que nada por lo que depararía su futuro con respecto a su puesto de trabajo.
Al conocerse personalmente, comprendieron el porqué de todo. Isamar es una excelente secretaria y anticipa los deseos del CEO, así que Salvador comprende el pedido de su padre; y ella deja de temer cuando él le asegura, con un contrato laboral, tres años más en la empresa.
Pero, ¿qué pasará cuando el secreto del cuarentón sea descubierto por culpa de su asistente?, ¿O qué pensará Isamar cuando el mencionado anteriormente le pida algo inaudito?
¿Ella aceptará por miedo a ser despedida o el CEO aprovechará, la que tal vez es, su única oportunidad?
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Última vez
Salvador Toledo
No me preocupa lo que mi madre pueda hablar con Isamar, pero espero que realmente no le mencione ningún candidato para matrimonio, ya que ella se merece la tranquilidad de elegir libremente con quién tener una relación.
Sin embargo, admito que solo ese pensamiento, me revuelve el estómago un poquito. ¿O es qué la comida me ha caído mal?
Aún de pie, camino hasta el enorme ventanal y observo la hermosa ciudad, colocando mis manos dentro del bolsillo de mi pantalón.
Siento paz.
Lo que hace mucho tiempo no sentía. Esa bella calma que te permite respirar y vivir.
Sigo siendo el centro de atención de los reporteros por el fallecimiento de mi padre, pero al menos han dejado de dudar de mi sexualidad y también se olvidaron de vincularme con mujeres que ni siquiera conozco, solo para entrometerse en la vida ajena.
Empiezo a reír al darme cuenta de que, esos medios de comunicación, trabajan y cobran un sueldo por dicha actividad; mientras que a mi madre y a la secretaria no. Sé que ellas, en este preciso momento, están hablando de diferentes temas, de todo y de nada, pero se "informan" en su diversidad, totalmente gratis. Por el amor a ello.
Niego con mi cabeza, aún sonriendo, al saber que son demasiado unidas, pero mi celular suena con el típico sonido de llamada, así que lo busco en el bolsillo interior de mi chaqueta y contesto, ya sabiendo de dónde llaman.
—Hola...— digo solo iniciar la conversación.
—Señor Toledo, soy Megan, la secretaria del doctor Simons, le hablo desde la clínica...
—Lo sé, ¿qué pasa?— la interrumpo porque tengo el número agendado.
—El doctor quiere volver a checarlo, ya que sus posibilidades son casi nulas.
—Eso lo sé— resoplo y volteo los ojos, aunque ella no lo sabe, obviamente.
—Ha empeorado— avisa secamente.
Es... impactante y aterrador.
Que ellos lo digan es una desgracia porque, prácticamente, me avisan que tal vez jamás podré tener hijos biológicos. Ellos siempre tratan de ser positivos y perseverantes, pero este llamado, casi de urgencia, me asegura que debo abandonar mis ilusiones.
Hace veinte años no quería ser padre, hace una década atrás empecé a considerarlo y hace cinco que me decidí a congelar mis espermatozoides, pero el médico me dijo que más del cincuenta por ciento estaban muertos. Con un tratamiento por varios meses y, nuevamente, conteo de posibilidades, nos dimos cuenta de que había sido un resultado negativo. En ese entonces, ya pasaba a ser un setenta y cinco por ciento y, otra vez, probamos con otro método.
Hice todo al pie de la letra, no me salteé ni un día de ese tratamiento y tampoco funcionó. Parece que cada cosa que intentaba, me restaba posibilidad de clavar mi semillita y que esta germinara. ¿Y ahora es peor?
—¿Tengo un porcentaje?
—Actualmente, no. El doctor quiere hablar con usted personalmente para saber si desea intentarlo una última vez.
— ¿Puede ser en cinco días?
— Sí, señor Toledo. Lo agendo para dentro de cinco días. Lamentamos el suceso.
Corto la llamada y me siento en la silla más cercana, la del CEO. La que era de mi padre. Apoyo los codos en el escritorio y tapo mi cara con mis manos, sintiendo una profunda tristeza.
La garganta me arde, la respiración se irregulariza y mis ojos se llenan de lágrimas que no quiero derramar. No puedo rendirme a esta edad. Quiero un hijo... vivir el proceso del embarazo y su nacimiento, quiero ser quién cambie su primer pañal, su ropita, su primera ducha.
Quiero eso que no podría vivir con un niño adoptado. Quiero adoptar, sí, pero eso significa que el bebé ya nació y no tendré una pancita que acariciar, no sentiré sus movimientos o pataditas, no cumpliré antojos... Y por raro que parezca, yo quiero eso. Aunque signifique tener que aguantar cambios de humor.
—Una última vez— susurro para mí mismo.
Me permito entrar en desprolijidad, me quito la corbata y la chaqueta, desabrocho los primeros dos botones de mi camisa y camino hasta el minibar que ya estaba en la oficina. Sirvo un vaso de Whisky doble y lo tomo en dos tragos, volviendo a servirme.
Nuevamente, mi celular suena, aunque esta vez es un mensaje de WhatsApp, lo miro con la idea de ignorarlo, pero el emisor es Juan, mi asistente.
Se supone que debe estar en el hotel con Violet y no debería llamarme, sino ocupado con ella, pero no... Aquí tengo un audio de cinco segundos.
"Debí hacerte caso desde el inicio. Tú sabías algo que yo no. Gracias por el empujón."
"De nada" respondo con esas dos palabras y después pienso en algo más... profundo. Algo que sé que le dirá a ella y hablarán.
"Se conocen hace años, no pierdan tiempo. Formen una linda familia. Ambos lo merecen."
Otro vaso de Whisky pasa por mi garganta y suspiro, sintiendo lástima por mi condición.
—Creo que no tendrás un nieto que herede esta empresa— digo al aire, como si mi padre pudiese escucharme.
Una nueva notificación al WhatsApp y es la respuesta de Juan, otro audio... lo reproduzco y oigo la voz de mi amiga, Violet.
"Serás un excelente padrino. Te queremos "
No respondo. No por maldad, sino por dolor. Porque, ser padrino, tal vez sea lo único cercano a tener un bebé en mis brazos. O cumplir los antojos de mi amiga... Comprar ropa o muebles para el futuro bebito Martínez Sanders.
Suspiro por última vez, termino los siguientes dos vasos que me sirvo para retirarme, pasando por al lado de mi madre e Isamar.
—¿Está bien, jefe?— consulta la secretaria.
—¿A dónde vas?— continúa mi linda madre. —¿Qué es esa manera de vestir?
Me observo, aún consciente de que solo me he sacado dos cosas, y luego la veo a ella, frunciendo el ceño.
—Estoy bien— respondo viendo a la pelinegra—, y estoy vestido, mamá. Voy a casa, estoy cansado.
Creo que lo más importante es que estoy vestido. Ni que me hubiese emborrachado para desnudarme y pasearme como si nada por el edificio.
—Vamos contigo —avisa la señora, agarrando la mano de Isamar, quién se sorprende.
—No puedo— dice ella—, debo seguir trabajando aunque el CEO se retire.
—¿Puede venir con nosotros?— pide mamá, por lo que asiento, continuando mi camino.
María Toledo no me hubiese hecho caso aunque le diga que la secretaria debe quedarse, así que acepto cualquier cosa que me pida con respecto a Isamar. Lo hice antes, al renunciar a cierta parte de la empresa; lo hago hoy con la salida anticipada, y sé que lo haré en un futuro, porque así es mi hermosa madre. Ella también es dueña y manda, incluso sobre mi autoridad.
para crear una bendición 🤭
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