Una mujer despierta en una playa sin recuerdos, aparece un hombre que asegura ser su esposo y que su nombre es Olga. Pronto es llevada a una casa ajena donde dos niños, extrañamente distantes, también la llaman "mamá". A medida que intenta encajar en esta nueva vida, comienza a percibir que no pertenece a ese lugar: su forma de sentir, de hablar y de recordar no corresponden con la mujer que todos dicen que es.
En medio del control por parte de su supuesto esposo, ella empieza a descubrir verdades aterradoras. Además, su cuñado que empieza a residir en la casa, se convierte en un vínculo perturbador, pero familiar, despertando emociones que parecen venir de otra vida.
Mientras la casa se llena de presencias inquietantes, dibujos siniestros y comportamientos que rozan lo sobrenatural, ella y su cuñado reconstruyen, paso a paso, una historia de amor prohibido, que trata de hacerle frente a la traición y busca una venganza ante la injusticia.
Ella ya no es quien solía ser, ¿te atreves?
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12. Su voz en un diario
La lluvia golpeaba los cristales como si alguien intentara entrar desde el otro lado del mundo. Olga está sentada en la cama sosteniendo la libreta roja con manos temblorosas. A su lado, la lámpara proyectaba sombras largas que parecían inclinarse sobre ella para leer, y esa humedad que la acompaña donde vaya.
Cada palabra escrita tenía una voz. Una voz que no le era ajena.
...“Me siento invisible. Le hablo y ella no me escucha. Siento que algo oscuro habita en esta casa. Pero tengo que seguir, por Emma, por Facundo, aunque no sean mis hijos, porque si me rindo, él gana.”...
Olga sintió un escalofrío recorriéndole la espalda, esa sensación extraña, que pareciera que ella misma estuviera escribiendo y leyendo las líneas a la vez.
Ella estaba segura, que ese “él” era Felipe. Eso ya no era una suposición. Era una certeza que se gestaba en cada página, como un tumor creciendo entre líneas, como un mapa que muestra la verdad que alguien silenció.
Volvió atrás, buscando las primeras entradas del diario.
...“Daniel me prometió que llegaría pronto para ayudarla a salir de esa casa. Pero siento que llegará muy tarde. Desde que hablé con Felipe esa noche, todo cambió, por el auricular del teléfono me dijo que no debía meterme donde no me llaman. Solo intento proteger a Olga, ¿ya será tarde?”...
Olga se quedó inmóvil. Ese diario no era suyo. Esas palabras eran de Karina, la esposa de Daniel. La mujer que todos decían que se había ido con un amante. Pero aquí no había pasión ni huida: había desesperación. Pánico y Felipe era la fuente de ese miedo.
...“Ella no sabía quién era él en realidad. Felipe la trataba como a una muñeca rota. Yo lo vi. La manipulaba, la aislaba. Quise intervenir. Quise salvarla. Pero no escucha, de cierta manera me siento atrapada también, porque ella sigue ahí con los niños”....
Olga sintió náuseas. Ahora comprendía el propósito de aquel diario escondido: era un testamento. Un grito ahogado. Karina no había huido, ahora estaba segura que había sido silenciada, y el principal sospechoso duerme a su lado, una vez más el frío recorría su cuerpo. Pero había algo más perturbador.
...“Tuve un sueño. En el mar. Vi mi reflejo y no era yo. Era ella. Olga. Como si de alguna manera, nuestros destinos se hubieran cruzado. Como si mi alma buscara un nuevo cuerpo antes de que algo me apagara para siempre.”...
Olga soltó el cuaderno, como si quemara. Se preguntaba si acaso ¿Estaba loca? ¿O Karina había escrito eso realmente?
¿Y si esa sensación constante de no pertenecer, ese cuerpo ajeno, esa familia desconocida, no era amnesia, sino algo más profundo? ¿Y si en verdad, de algún modo, ella era Karina, atrapada en el cuerpo de Olga?
La idea era absurda. Y sin embargo, todo encajaba. La atracción por Daniel, desde la primera vez que le vio, y ser capaz de confiar en él. El rechazo a Felipe. La extraña conexión con los niños, como si los amara, pero no como madre, sino como alguien que quiso protegerlos desde lejos.
Entonces, una página rasgada en la parte trasera del cuaderno le llamó la atención. Estaba doblada entre dos hojas. La alisó.
Era un dibujo a mano: una silueta de mujer con el cabello mojado, frente al mar. Y debajo, escrito con letra temblorosa:
...“Morí gritando bajo el agua. Pero el mar me devolvió. No como Karina. No como Olga. Como alguien más.”...
Olga se puso de pie de golpe. El cuarto le dio vueltas.
Tenía que confirmar lo que sentía. Tenía que saber la verdad sobre lo que había pasado antes de que fuera hallada en la playa. No era solo el pasado lo que estaba en juego, era su identidad misma.
El sonido de la puerta principal abriéndose la hizo saltar. Felipe había vuelto. Rápidamente, escondió la libreta roja entre el colchón y el respaldo de la cama. Alisó la sábana. Respiró hondo.
- "¿Olga?", preguntó la voz de Felipe desde abajo. "¿Dónde estás?", insistió.
- "Arriba", respondió Olga, con voz firme.
Pero en su interior, algo había cambiado. Ya no era Olga, la mujer perdida en la bruma de una vida prestada. Era Karina y había regresado.