Cazada Por Mi Prometido

Cuando desperté al día siguiente Alexander seguía dormido en el sofá, debo admitir que se veía sumamente lamentable, me aliste rápidamente y al ver que aún estaba dormido jale con fuerza la cobija y lo lancé al suelo.

Cuando la espalda de Alexander tocó el suelo un fuerte grito lleno de dolor salió de sus labios, se levantó asustado y su mirada recorrió todo el lugar, al parecer estaba un poco desorientado, al verme una sonrisa se formó en sus labios, pero terminó quejándose por el dolor de nuevo.

—¡Me duele la cabeza! –Dijo mientras sostenía su cabeza con fuerza– ¿Por qué me despertaste así?

—¿Qué haces aquí? Esa es la verdadera pregunta –Dije con un rostro serio– ayer llegaste borracho hasta mi puerta y rogabas porque no me alejara de tu lado, vete antes de que mi humor empeore, además si te duele todo es por tu resaca la cual casualmente es tu culpa.

—¿Por qué sigues siendo tan fría?

—Es lo que mereces Alexander, aléjate de mí de una vez por todas y sé feliz con Emily o cualquier otra de tus amantes, la verdad no me importa, también dile a tu querida Emily que deje de molestarme, mi paciencia se esta acabando.

—Ya no estoy con ella…

Las palabras de Alexander me sorprendieron ¿Ya no estaba con ella? Quizá esa fue la razón por la que Emily decidió ir a mi oficina, pero… ¿No la amaba? ¿Por qué cambió de opinión? Aunque tuviera muchas preguntas, únicamente debía seguir aparentando indiferencia.

—Bueno, una menos, no cambia lo que dije, solo vete, debo ir a trabajar y tú también, deja de actuar como un niño, jamás habías actuado así y mucho menos habías hecho cosas como las que estás haciendo –Dije con seriedad– como mínimo deberías sentir vergüenza, pero no creo que seas capaz de sentir algo así.

—¿Tan mala imagen tienes de mí…? Sé que hice cosas malas, también estoy arrepentido, mucho más por las cosas que te hice pasar, también actúe de forma estúpida y en vez de hablar solo comencé a actuar diferente, pero estoy mal de forma genuina, lo digo muy en serio cuando digo que quiero volver a tu lado, deje a Emily porque sé lo mala que es y mi amor por ella no se compara al que siento por ti.

—Yo no quiero estar contigo otra vez, no me interesa para nada tu arrepentimiento y si realmente lo lamentará me hubieses pedido perdón cuando lo necesite, antes, cuando mi amor por ti era incomparable, cuándo era muy tonta y me conformaba con únicamente estar a tu lado. ¿Amor? ¿Realmente me amas? No me hagas reír.

Alexander se arrodilló frente a mí y con un rostro triste comenzó a hablar.

—Quiero seguir contigo –dijo Alexander mientras rogaba– No puedes abandonarme.

—¿No puedo? –Pregunte con un tono divertido– Estoy más que decidida, no quiero seguir contigo.

¿Cómo llegue a este punto? Anteriormente, hubiese dado todo por poder estar con Alexander, pero me cansé de esperarlo, desde niña anhelé este momento, pero ya no me siento igual, además de que estaba más que segura de que el amor que me ofrecía Alexander no era sincero.

—¿Qué harás con tu amada Emily? –Pregunté con un tono sarcástico– ella es más importante que yo en tu corazón ¿Cómo podría tomar su lugar?

–Perdón, lo lamento…

Aparte a Alexander y lo miré con desprecio ¿Cómo se atrevía a aparecer de nuevo? ¿Por qué no solo me dejaba superarlo? Si me dejara continuar en paz tal vez sería más fácil superar el amor que siento, porque en el fondo quiero perdonarlo, pero yo misma no me lo permito, mi corazón no soportaría ser tratada otra vez con desprecio por Alexander.

En mis sueños se repetía constantemente una pesadilla en bucle, estar felizmente casada con Alexander, tener un hijo y repentinamente una tarde simplemente me dice que se cansó o aburrió, trae a otra mujer y no me deja irme de su lado, el verlo tomado de la mano con alguien más después de formar una familia conmigo es algo que me mata.

No solo son miedos, son advertencias que lanza mi corazón para no caer en tal desgracia, para que abra mis ojos y no sea atada a una persona tan cruel como Alexander, aquel que una vez cautivo mi corazón, pero jamás lo respeto.

—No te alejes más… Diana, escúchame.

—¡Estoy cansada de escuchar! ¿QUÉ MÁS QUIERES QUE ESCUCHE? –Suspiré y volví a relajarme– no estoy dispuesta a dar mi brazo a torcer, si no te vas pediré que te saquen.

Alexander giró su rostro con cierta frustración y se levantó del suelo, por primera vez agacho su cabeza frente a mí y evito mi mirada a toda costó, se sentó en el sofá y sin decir nada acomodo su traje y se puso los zapatos.

Salió sin decir nada, fue la actitud más extraña que vi en él en años, no me causaba gracia, mucho menos sentiría empatía, pero lo que sí era seguro era que estaba cambiando, no sé si para bien o para mal, pero no pondría mi atención y tales cosas.

Me estiré un poco y me dirigí a la cocina a prepararme el desayuno, no había preparado nada porque no quería darme de comer a Alexander o que despertara y me viera en la obligación de ser amable.

Después de desayunar de forma un poco rápida me dirigí a la empresa y en el camino mi mente siguió su propio camino.

Alexander había abandonado a Emily y dijo que me amaba ¿Cómo esperaba que creyera tal cosa? Después de haberme dicho que yo jamás sería como ella y mucho menos tendría un lugar en su corazón, después de haberla defendido de tal manera.

No me importa si la dejo, él mismo dijo que no podía compararme con ella y mucho menos llegaría a amarme, prefiero que mi corazón conservé las amargas palabras del pasado a que se ilusione que las dulces palabras del presente y caía en una vil trampa.

Lo mejor para mí era intentar hacerme de oídos sordos ante las palabras de Alexander, de esa manera podría seguir viviendo en la supuesta paz en la que estoy.