"Embarazada De Un Magnate"

Alana caminaba por uno de los pasillos de la empresa Salvatore con una carpeta en la mano cuando, de pronto, una figura conocida apareció en su camino. Se detuvo en seco, sintiendo una punzada en el pecho. Nick Altamirano estaba parado frente a ella, con las manos en los bolsillos, mirándola con esa expresión entre culpable y arrogante que tanto conocía.

—Alana, tenemos que hablar dijo él, con voz baja pero firme.

Ella se irguió, cruzando los brazos.

—No hay nada que decir, Nick. Hazme un favor y no me busques más.

Nick dio un paso al frente, su voz temblaba levemente.

—Te juro que me equivoqué... Fue un error, no significó nada. Camila... no es nada comparada contigo. Solo quiero que volvamos, sigamos con lo que teníamos. Lo nuestro era real.

Alana lo miró con una mezcla de desprecio y decepción.

—¿Real? —repitió con una risa sarcástica. Me das asco, Nick. No solo por lo que hiciste, sino por lo poco que te valoras y que me valoraste a mí.

Él apretó los dientes, tratando de mantener la compostura, pero su orgullo comenzaba a resquebrajarse.

—¿Cómo puedes olvidarte de todo lo que vivimos juntos? —soltó, alzando un poco la voz.

¡En todas las parejas hay infidelidades! El hombre... el hombre necesita divertirse, Alana. Pero te lo juro, ya no lo haré más. Volvamos. Sigamos con el compromiso, como debe ser.

Alana lo miró, atónita. Su rostro permanecía sereno, pero sus ojos brillaban de rabia contenida.

—Gracias por recordarme por qué rompí contigo —dijo en voz baja, casi con lástima. Lárgate, Nick. Y no vuelvas a acercarte a mí.

Ella se giró con elegancia, dejándolo ahí, tragándose su furia y su ego herido.

Desde una distancia prudente, Camila observó la escena. Esperó a que Alana desapareciera antes de acercarse a Nick con pasos rápidos.

—¿Qué está pasando? —preguntó, intentando sonar tranquila, aunque su tono era venenoso.

Nick la miró con fastidio.

—Nada que te importe, Camila. No quiero nada contigo me di cuenta que no me convienes aunque me gustas. Lo único que podría pasar entre nosotros sería a escondidas, y eso si tú aceptas.

Camila lo miró con incredulidad.

—¿A escondidas? ¡Yo te amo, Nick! ¿Y ahora me dices que solo soy un entretenimiento secreto?

Él la fulminó con la mirada, cansado de fingir.

—Tú no tienes lo que tiene Alana "espetó". No tienes conexiones, ni apellido, ni el dinero que ella tiene. Nunca serás como ella.

Camila sintió que le apretaban el pecho, pero no se dejaría vencer.

—Yo te doy lo que Alana no te da. A mí sí me deseas, Nick. Conmigo no tienes que aparentar.

Nick bufó, fastidiado.

—No todo se resuelve con el cuerpo, Camila. Hay cosas que el sexo no puede tapar.

La rabia y la humillación se reflejaron en los ojos de Camila. Sintió cómo la sangre le hervía. Y fue en ese instante que tomó una decisión,haría que alana se arrepintiera de arrebatarle todo siempre, la atención y a nick.

Horas más tarde, mientras el murmullo en la empresa comenzaba a levantarse por una publicación anónima en redes internas, Alana notó las miradas, los cuchicheos, y sintió cómo el ambiente cambiaba. Una foto suya aparecía en la imagen: estaba en el bar, en una posición comprometedora, sonriendo con un hombre cuyo rostro no se veía claramente. El título, en letras grandes, decía:

"La señorita alana no tardó en conseguir consuelo… ¿con quién pasaría la noche?"

Alana sintió el impacto de la publicación se sentía mal, pero su expresión se mantuvo intacta. No iba a rebajarse al nivel de quien lo había hecho. No lo necesitaba.

Al mismo tiempo, la seguridad en la entrada de la empresa Salvatore se activaba. Los guardias se movilizaban con rapidez, y un grupo de hombres de traje oscuro ingresaban al edificio, abriéndole paso a un hombre de andar firme y rostro severo.

Dante Salvatore había llegado.

Su presencia se hizo notar de inmediato. Vestía un traje negro impecable, gafas oscuras y una expresión que imponía respeto. Todos a su alrededor se detuvieron por unos segundos, sorprendidos por la intensidad que irradiaba.

Valeria, al verlo desde la planta principal, no pudo evitar sonreír. Caminó hacia él con ligereza y una risa en los labios.

—Hermano… solo tú podrías entrar así —bromeó mientras lo saludaba con un beso en la mejilla—. Tan frío, tan guapo… y con todo un escuadrón detrás de ti. ¿Qué pasa, el rey decidió salir de su castillo?

Dante se quitó las gafas con lentitud, revelando sus intensos. Observó a su hermana con una ceja arqueada, sin decir nada al principio. Luego, respondió con ese tono profundo y calmado que lo caracterizaba.

—¿Sabes que me estresas cuando hablas así, verdad?

Valeria soltó una carcajada y lo tomó del brazo con familiaridad.

—Y tú sabes que me encanta molestarte.

Él ladeó la cabeza, echando una rápida mirada alrededor… hasta que sus ojos se clavaron, sin querer, en una figura conocida a lo lejos.

Era ella.

-Pero de Repente escucho

—Tan santa que se ve… —murmuró una empleada detrás de él, sin saber que él la escuchaba—. Y mírala, con cualquiera se va. Es una zorra disfrazada de ejecutiva.

—Seguro se ganó ese puesto por lo que hace fuera del horario de oficina —añadió otra con malicia.

Dante frunció el ceño, sin apartar la vista de Alana. Ella sonreía, pero algo en su cuerpo pareció tensarse. Como si hubiese oído los comentarios. Caminó rápidamente hacia el baño, con la indignación reflejada en sus ojos.

Valeria apareció a su lado, sosteniendo una taza de té. Notó su expresión y preguntó.

—¿Qué le pasa a alana?

Dante desvió la mirada hacia ella.

—¿Así se llama? ¿Alana?

—murmuró, con voz baja pero cortante. Tanto buscarla… y resulta que trabajaba en mi propia empresa.

Valeria lo miró, perpleja. Guardó silencio, hasta que su celular vibró. Al revisar la pantalla, sus labios se apretaron. Le mostró la imagen a Dante: era una foto donde Alana aparecía en el bar con un hombre no identificado, sacado de contexto, subida a una cuenta anónima de chismes corporativos.

Los ojos de Dante se endurecieron. Con un movimiento seco, llamó a uno de sus hombres de seguridad.

—Averigua quién publicó esto. Ya.

Luego se giró hacia Valeria.

—Hermana ve a ayudarla.

-Valeria le dijo que alana tenía una presentación, que conociendo la lo fuerte que es la daría, porque la presentación era importante

Dante se dirigió al salón principal. diciéndole a unos de sus hombres acompañame, No quiero que ella enfrente esto sola.

Alana, a pesar del mal sabor de boca, se paró firme frente a la sala llena de ejecutivos. Su presentación sobre estrategias de expansión era crucial para su ascenso. Con la espalda recta y la voz segura, comenzó su exposición.

Pero entonces, en medio de sus diapositivas, la pantalla parpadeó.

Una imagen apareció.

Ella En el bar Con el hombre con el cual había perdido su virginidad, aunque solo se veía su silueta, su cara era bastante obvio que era ella. desde Un ángulo malicioso, que había sido distorsionado cruelmente.

—¿Qué es esto?

—gritó Nick Altamirano desde el fondo de la sala, su rostro rojo de ira—.

-¡No esperaba esto de ti! ¡Y yo pensando en volver contigo! ¡Solo eres una zorra más!

El murmullo fue inmediato. Las miradas, los dedos señalando, las risas ocultas. Alana palideció. Su voz se quebró. Su pecho comenzó a subir y bajar rápidamente. No podía creer lo que estaba viviendo.

Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

Hasta que una figura se levantó del fondo de la sala.

Dante caminó entre las filas con paso firme. Alzó la voz, autoritario.

—¡Basta! ¡Quiten esa imagen ahora!

Cualquiera que divulgue esta imagen será despido y tendrá que enfrentarse a mí.

Uno de sus hombres se acercó al equipo y apagó la proyección. Dante llegó hasta Alana y, sin pedir permiso, la rodeó con un brazo.

— Ven Conmigo le dijo, en voz baja pero firme.

Ella apenas reaccionó. Pero su cuerpo, tembloroso, se dejó llevar por él. Mientras salían del salón, el murmullo se transformó en un silencio espeso. Nadie se atrevió a decir una palabra más.

Porque el dueño de la empresa, el magnate más temido y respetado de la ciudad había ayudado a alana.