Anna Lía nunca tuvo suerte en el amor, su vida no fue lo que esperaba, pero con su hija la historia no se repite, sino que empeora. Será que nunca serán felices?
Es una novela acerca de la violencia de género y la desaparición forzada de personas.
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Con la misma piedra
Llegamos a Culiacán y nos dirigimos al cuarto de Renata, me instaló y nos dispusimos a descansar, estábamos tiradas en la cama platicando cuando me dijo - Anna Lía, eres hermosa así al natural, pero yo creo que para ir al curso necesitas arreglarte un poco. Si tú quieres mañana yo te ayudo y te presto maquillaje.
No lo creía necesario,, pero acepté, por una vez no pasaba nada y ya vería si era necesario en la clase. Dormimos muy augusto y nos levantamos temprano, como me prometió Renata me ayudó a maquillarme y peinarme. Me veía bien, me gustó mucho aunque era muy suave y natural. Ya en el curso me di cuenta de que todas las compañeras se arreglaron muy bien y entonces agradecí mentalmente a mi amiga, ahora tenía que pedirle que me ayudara a comprar los productos de belleza necesarios, no quería abusar y seguir usando los de ella, así al finalizar la clase se lo pedí y ella encantada me llevó primero a comer y luego de compras. El primer día había resultado un éxito, y los siguientes más tranquilos pero muy provechosos, yo ponía toda la atención a las lecciones y me empeñaba en las prácticas. Quería estar lo mejor preparada para poder ayudar en mi pueblo. Finalmente paso el curso y obtuve mi diploma de técnicas básicas de enfermería y primeros auxilios. Me sentía tan orgullosa que le propuse a Renata celebrarlo, así que fuimos a cenar a un lindo sitio donde había música en vivo y tomamos unos tragos. Unos chicos que estaban en una mesa cercana nos invitaron a bailar, yo al principio me nege, alegando que no sabía, pero el choco que me invitó me dijo que él me enseñaba, así que cedí y bailamos un rato. Al despedirnos me dijo que quería volver a verme pero le dije que era mi último día en Culiacán y no sabía cuando volvería.
Es una lástima, me dijo, pero a ver si cuando regreses nos volvemos a encontrar. Mi nombre es Luis Alberto. Y me plantó un dulce beso en los labios. Me fui toda avergonzada, mientras Renata se moría de risa y me decía que tenía que venir seguido a visitarla.
Total, al otro día nos regresamos al pueblo y no comentamos nada más de esa aventura.
Mi familia me recibió muy contenta, si, mi familia que ahora además de mi papá eran la tía Tere, Lorenza y sus papás. Ya me sentía en familia con todos ellos.
Mis nuevos servicios fueron muy requeridos, tanto así que me faltaba tiempo para atender todo lo que se me presentaba, una noche que particularmente había sido larga y casi era media noche tuve que pedirle a Vicente que me acompañará de regreso a casa, podes ya todo estaba solo y oscuro. Platicando con él se le ocurrió una genial idea. - Por que no pones tu enfermería en el pueblo? Así no pierdes tiempo en andar de casa en casa, es más, dile a la señora Tere que te rente un espacio en su casa y así también puedes estar al pendiente de ella y atender urgencias todos los días, porque no van a esperar a los días en que estés libre.
-No se me había ocurrido, pero es una excelente opción, tendría que platicar con la tía y ver como nos organizamos pero podría funcionar muy bien. Muchas gracias por pensar en mi.
Llegamos y se despidió diciéndome que siempre estaba pensando en mi y me dio un beso en la comisura de los labios como si quisiera besar mis labios y no se atrevió finalmente. Me apresure a entrar y con el corazón en la garganta me fui a dormir.
Aprovechando que encontré a la mamá de Lorenza con la tía les platique de la idea de Vicente y las dos se emocionaron. Había que hacer algunas adecuaciones y organizarnos en tiempos pero me ofrecieron de muy buena manera que ocupará la sala para atender a los pacientes y como ahora estaría casi todo el día y todos los días al pendiente de la tía no debía pagar una renta. Solo faltaba ver que me decía mi papá, aunque sabía que me apoyaría. Así fue, incluso él se hizo cargo de las adecuaciones qué se tenían que hacer, con todo listo ya estaba atendiendo desde media mañana hasta las 8 de la noche. Estaba prosperando, o floreciendo como bromeaban Lorenza y Renata.
También las cosas con Vicente prosperaban.
Casi todos los días me llevaba de regreso a casa y conversábamos mucho, me dijo que yo la gustaba mucho y que quería que fuéramos algo más que amigos, yo lo acepté, claro que lo aceptaría si fue el primero en entrar en mi corazón de adolescente y estaba presente siempre para mí, solo había un pequeño problema, le ofrecieron un trabajo fuera del pueblo, no muy lejos pero no nos íbamos a ver entre semana. Yo creí que estaba bien llevar las cosas con calma, y no me pondría en contra de su futuro.
