Cristóbal Devereaux, un billonario arrogante. Qué está a punto de casarse.
Imagínatelo. De porte impecable, a sus 35 años, está acostumbrado a tener el control de cualquier situación. Rodeado de lujos en cada aspecto de su vida.
Pero los acontecimientos que está a punto de vivir, lo harán dar un giro de 180 grados en su vida. Volviéndose un hombre más arrogante, solitario de corazón frío. Olvidándose de su vida social, durante varios años.
Pero la vida le tiene preparado varios acontecimientos, donde tendrá que aprender a distinguir el verdadero amor. Y darse la oportunidad de amar libremente.
Acompañame en está nueva obra esperando sea de su agrado.
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La mansión Devereaux
No sé qué responderle a Lucía en parte ella tiene razón Cristóbal, no le ha permitido a María que venga a visitarla según él con el pretexto de que solo va a interrumpir sus terapias y a desestabilizarla emocionalmente.
-- No pienses eso, Lucía. Tu madre ha estado un poquito enferma. Es por eso que no ha venido a verte en estos, últimos días. --
Quisiera creer en lo que Henry me acaba de decir, pero no sé algo me dice que ese hombre no le permite a mi madre que me venga a visitar.
Cuándo el automóvil se detuvo sentí un nudo en el estómago, al ver la impresionante residencia me quedé tan impresionada. De lo grande y hermosa que es por fuera, qué decir de los jardines. Son inmensos, hermosos esto parece un verdadero. Palacio o más bien. Es como sacado de un cuento de hadas. Pero todo esto para mí, no es una casa si no es más bien que una jaula dorada. Las puertas se abrieron. El recibimiento que me dan los empleados a mi llegada es algo impresionante todos están alineados en el vestíbulo, todos vistiendo uniformes impecables, con expresiones casi neutras, como si estuvieran entrenados, para no reflejar la más mínima emoción.
Hacen una reverencia como si yo fuera alguien importante solo los quedó viendo y asiento con la cabeza, Henry me dice que esté tranquila. Pero conforme vamos avanzando veo a mi madre entre esa fila portando uniforme de empleada, no lo puedo creer ahora sé por qué ella no me a ido a visitar en estos últimos días.
Me dolió mucho ver a mi madre ahí, como una empleada cuando Henry me lleva hasta lo que es mi habitación de inmediato le digo.
-- Que si puede decirle a mi madre que venga, quiero hablar con ella. --
-- Está bien, yo le diré. --
Pero en esos momentos entra la mujer mayor, de porte elegante y mirada crítica.
-- El señor Devereaux, mando a preparar la suite principal, según sus instrucciones todo está listo. --
Informó la mujer con una leve inclinación de cabeza.
-- Bienvenida señora. Soy Margaret, el ama de llaves. Si necesita algo, puede pedírmelo a mí o a cualquier otro miembro del personal. --
-- Gracias. --
Respondió Lucía en voz baja sintiéndose completamente fuera del hogar, de pronto Cristóbal entró en la habitación no se detuvo a explicarle nada simplemente comenzó a caminar hacia donde estaba ella. Mientras que Lucía veía para todos lados, viendo lo grande de la habitación.
Era mucho más grande que su antiguo departamento con ventanales que ofrecían una vista impresionante, la cama era enorme con sábanas de seda y detalles en tonos dorados un vestidor al fondo, su nueva vida vendría con un guardarropa a la altura al ser la esposa de Cristóbal Devereaux.
-- Este es tu espacio. --
Dijo Cristóbal, sin emoción.
-- Si necesitas, algo pídelo. --
Lucía frunció. El ceño. --
-- ¿Tú también te quedarás aquí? --
Él djó escapar una leve risa sin humor.
-- No. Tengo mi propia habitación. Esto es un matrimonio convencional, no lo olvides. --
Cristóbal se acercó lentamente su presencia imponente haciéndola sentir aún más pequeña.
-- Adáptate. Aprende las reglas de esta casa. No esperes amor ni compañía de mi parte. Nuestra relación es un acuerdo, Si eres inteligente no preguntes demasiado. --
Lucía apretó los puños sintiendo una mezcla de miedo y desafío a la vez.
-- ¿Y sí quiero irme? --
Cristóbal esbozó una sonrisa fría.
-- No puedes. Legalmente eres mi esposa. Y eso significa que te quedarás aquí. --
Antes de que ella pudiera responder Cristóbal se giró y salió de la habitación dejando tras de sí un aire o presión que parecía llenar cada rincón.
Los días siguientes fueron un ejercicio de adaptación forzada para Lucía exploró la mansión con cautela siempre bajo la mirada discreta, pero atenta del personal no podía negar la belleza del lugar, pero la sensación de estar atrapada nunca desaparecía. Al ver a su madre vestida con uniforme, le dolía más que cualquier otra cosa pues no podía entender cómo ese hombre había puesto a su madre como una empleada más, que su servicio doméstico.
Margaret el ama de llaves se encargó de explicarle las normas básicas: los horarios de comida las áreas privadas de Cristóbal donde no debía entrar y la rutina del personal.
-- El señor Devereaux tiene un carácter.... particular. --
Dijo Margaret diplomacia. -- Es mejor no molestarlo cuando está en su despacho. --
Lucía asintió, aunque ya lo había notado por sí misma, un par de días después de su llegada, recibió una visita inesperada.
Leonora Devereaux, entro en la habitación con la elegancia de una reina que inspeccionaba su reino. Su mirada crítica recorrió a la joven de pies a cabeza antes de hablar.
-- Así que finalmente, ya estás instalada. --
Lucía se enderezó sintiendo la atención del ambiente.
-- Estoy tratando. --
Leonora sonrío. -- No me tengas miedo no soy tu enemiga. Solo que eres la esposa de mi único hijo. Ahora eres la imagen de esta familia. --
Leonora después salió de la habitación, sin pronunciar ni una sola palabra dejando a Lucía con dudas. A qué se refería que era la imagen de esa familia. Por la noche Lucía le pidió a su madre que la llevara al jardín, mientras estaba ahí sentada en su silla de ruedas se encontró con Cristóbal él estaba en la terraza con un vaso de whisky en la mano observando la ciudad desde la distancia.
-- ¿No deberías de estar descansando? --
Preguntó si voltear a verla.
Lucía levantó la mirada hacia la terraza. -- No puedo dormir en un lugar que no se siente como si fuera mi hogar. --
Cristóbal soltó una leve risa. -- Eso asume que alguna vez será tu hogar. --
Lucía frunció El ceño. -- ¿Por qué me trajiste aquí Cristóbal? Si no me quieres en tu vida. ¿Por qué no me dejaste en la clínica? --
Cristóbal bajó la mirada sus ojos fríos con un destello de algo más profundo.
-- Por qué dejarte en la clínica. Ante la ley eres mi esposa, y dejarte en la clínica significaría perder el control sobre algo que ahora me pertenece. --
Lucía sintió la ira crecer dentro de ella.
-- No soy un objeto. --